Pregunta
¿Qué significa que los cristianos no están bajo la ley?
Respuesta
Una exposición de Romanos 10:4, que dice: "Porque Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree" (NBLA), nos puede ayudar a entender qué significa que los cristianos no estén bajo la ley. El apóstol Pablo explica las consecuencias del pecado tanto para judíos como para gentiles en Romanos 2:12, donde afirma: "Pues todos los que han pecado sin la ley, sin la ley también perecerán; y todos los que han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados" (NBLA). Todos los seres humanos están condenados delante de Dios, sean judíos o no; en otras palabras, tanto si conocen la Ley de Dios como si no. Pablo también declara: "Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios" (Romanos 3:23, NBLA).
Si estamos sin Cristo, estamos justamente condenados ante Dios por la Ley que Él dio a su siervo Moisés. Sin embargo, podríamos pensar que aquellos que no son judíos y, por tanto, no conocen la Ley mosaica (incluyendo las leyes morales y ceremoniales), no deberían ser condenados de la misma forma. Esta objeción es abordada por el apóstol en Romanos 2:14–15, donde afirma que los gentiles tienen la esencia de los requerimientos legales de Dios ya inscritos en sus corazones, y por eso también están sin excusa.
El problema de la Ley debe resolverse para poder tener una relación correcta con Dios. "Sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley. Puesto que por las obras de la ley nadie será justificado" (Gálatas 2:16, NBLA). Este pasaje revela que la Ley no puede justificar ni hacer justo a nadie delante de Dios, y por eso Dios envió a Su Hijo para cumplir completamente los requisitos de la Ley en favor de todos los que creen en Él.
Cristo Jesús nos redimió de la maldición que trajo la ley al hacerse Él mismo maldición por nosotros (Gálatas 3:13). Se puso en nuestro lugar y, en la cruz, recibió el castigo que justamente nos correspondía, para que ya no estuviéramos bajo la maldición de la Ley. Al hacer esto, cumplió y afirmó los requerimientos de la Ley. Esto no significa que los cristianos vivan sin ley, como algunos enseñan hoy en día—una doctrina conocida como antinomianismo. Más bien, significa que ya no estamos bajo la Ley mosaica, sino bajo la ley de Cristo: amar a Dios con todo nuestro ser y al prójimo como a nosotros mismos.
Cristo puso fin a la Ley gracias a lo que hizo en la tierra mediante Su vida sin pecado y Su sacrificio en la cruz. Por eso, la Ley ya no tiene autoridad sobre nosotros, porque sus demandas han sido cumplidas plenamente en el Señor Jesucristo. La fe en Cristo, quien satisfizo las exigencias justas de la Ley, nos restaura a una relación agradable con Dios y nos mantiene en ella. Ya no estamos bajo la pena de la Ley, sino que vivimos bajo la ley de la gracia en el amor de Dios.
Si estamos sin Cristo, estamos justamente condenados ante Dios por la Ley que Él dio a su siervo Moisés. Sin embargo, podríamos pensar que aquellos que no son judíos y, por tanto, no conocen la Ley mosaica (incluyendo las leyes morales y ceremoniales), no deberían ser condenados de la misma forma. Esta objeción es abordada por el apóstol en Romanos 2:14–15, donde afirma que los gentiles tienen la esencia de los requerimientos legales de Dios ya inscritos en sus corazones, y por eso también están sin excusa.
El problema de la Ley debe resolverse para poder tener una relación correcta con Dios. "Sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley. Puesto que por las obras de la ley nadie será justificado" (Gálatas 2:16, NBLA). Este pasaje revela que la Ley no puede justificar ni hacer justo a nadie delante de Dios, y por eso Dios envió a Su Hijo para cumplir completamente los requisitos de la Ley en favor de todos los que creen en Él.
Cristo Jesús nos redimió de la maldición que trajo la ley al hacerse Él mismo maldición por nosotros (Gálatas 3:13). Se puso en nuestro lugar y, en la cruz, recibió el castigo que justamente nos correspondía, para que ya no estuviéramos bajo la maldición de la Ley. Al hacer esto, cumplió y afirmó los requerimientos de la Ley. Esto no significa que los cristianos vivan sin ley, como algunos enseñan hoy en día—una doctrina conocida como antinomianismo. Más bien, significa que ya no estamos bajo la Ley mosaica, sino bajo la ley de Cristo: amar a Dios con todo nuestro ser y al prójimo como a nosotros mismos.
Cristo puso fin a la Ley gracias a lo que hizo en la tierra mediante Su vida sin pecado y Su sacrificio en la cruz. Por eso, la Ley ya no tiene autoridad sobre nosotros, porque sus demandas han sido cumplidas plenamente en el Señor Jesucristo. La fe en Cristo, quien satisfizo las exigencias justas de la Ley, nos restaura a una relación agradable con Dios y nos mantiene en ella. Ya no estamos bajo la pena de la Ley, sino que vivimos bajo la ley de la gracia en el amor de Dios.