Pregunta
¿Qué significa que la bendición y la maldición no deben proceder de la misma boca (Santiago 3:10)?
Respuesta
En Santiago 3:10, el apóstol destaca la naturaleza contradictoria de la lengua. Dice: "De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así". Santiago argumenta por qué los creyentes solo deben utilizar la lengua para "[bendecir] al Dios y Padre", en lugar de "[maldecir] a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios" (versículo 9).
La lengua es difícil de domar, incluso para los creyentes. Santiago dice: "Porque todos fallamos de muchas maneras. Si alguien no falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo" (Santiago 3:2, NBLA). Tropezamos o pecamos con nuestras palabras porque no somos perfectos. A pesar de la imperfección, debemos esforzarnos por imitar a Cristo en pensamiento, palabra y obra: "Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante" (Efesios 5:1-2).
Santiago condena la incongruencia de utilizar la misma lengua tanto para bendecir como para maldecir. En la iglesia o en la oración, abrimos la boca para alabar a Dios, pero después maldecimos a los que se cruzan con nosotros: "Esto no debe ser así", dice Santiago (Santiago 3:10). Muchas ideas de Santiago encuentran correspondencia en el libro de los Proverbios, como el uso de la lengua para bendecir y maldecir: "Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto" (Proverbios 18:21, NBLA). Si no tenemos cuidado, podemos hacer mucho daño con nuestras palabras. David también tuvo que enfrentarse a personas que "aman la mentira; Con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón" (Salmo 62:4).
En el mismo contexto de bendición y maldición, Santiago llama a la lengua "un mal turbulento y lleno de veneno mortal" (Santiago 3:8, NBLA). La lengua es mala y mortal cuando no se utiliza como se debe. La lengua solo se debe utilizar para "bendecir al Dios y Padre" (versículo 9). En cambio, la utilizamos para bendecir al Señor y "maldecir a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios". ¿Cómo es posible? ¿Cómo podemos bendecir, alabar y adorar a Dios en un momento dado, y luego darnos la vuelta y hablar mal de nuestros hermanos y hermanas en Cristo? Esto sucede porque olvidamos que las personas están hechas a semejanza de Dios. La imagen de Dios, pues, proporciona la base moral para un uso adecuado de la lengua.
A Satanás le encanta crear división y escuchar a la gente maldecir a los demás. No debemos darle cabida (Efesios 4:27). En lugar de permitir que Satanás controle nuestra lengua, debemos someternos al Señor y asegurarnos de que nuestra forma de hablar "sea siempre con gracia, sazonada como con sal" (Colosenses 4:6, NBLA). Los verdaderos creyentes se caracterizan por hablar con gracia.
El comentario de Matthew Henry sobre Santiago 3:10 sigue siendo relevante 300 años después de que lo escribiera: "La verdadera religión no admite contradicciones: ¡cuántos pecados se evitarían si los hombres fueran siempre coherentes! El lenguaje piadoso y edificante es el producto genuino de un corazón santificado; y nadie que entienda el cristianismo espera oír maldiciones, mentiras, jactancias e injurias de la boca de un verdadero creyente, como tampoco espera el fruto de un árbol en otro" (Comentario conciso sobre toda la Biblia).
La lengua es difícil de domar, incluso para los creyentes. Santiago dice: "Porque todos fallamos de muchas maneras. Si alguien no falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo" (Santiago 3:2, NBLA). Tropezamos o pecamos con nuestras palabras porque no somos perfectos. A pesar de la imperfección, debemos esforzarnos por imitar a Cristo en pensamiento, palabra y obra: "Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante" (Efesios 5:1-2).
Santiago condena la incongruencia de utilizar la misma lengua tanto para bendecir como para maldecir. En la iglesia o en la oración, abrimos la boca para alabar a Dios, pero después maldecimos a los que se cruzan con nosotros: "Esto no debe ser así", dice Santiago (Santiago 3:10). Muchas ideas de Santiago encuentran correspondencia en el libro de los Proverbios, como el uso de la lengua para bendecir y maldecir: "Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto" (Proverbios 18:21, NBLA). Si no tenemos cuidado, podemos hacer mucho daño con nuestras palabras. David también tuvo que enfrentarse a personas que "aman la mentira; Con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón" (Salmo 62:4).
En el mismo contexto de bendición y maldición, Santiago llama a la lengua "un mal turbulento y lleno de veneno mortal" (Santiago 3:8, NBLA). La lengua es mala y mortal cuando no se utiliza como se debe. La lengua solo se debe utilizar para "bendecir al Dios y Padre" (versículo 9). En cambio, la utilizamos para bendecir al Señor y "maldecir a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios". ¿Cómo es posible? ¿Cómo podemos bendecir, alabar y adorar a Dios en un momento dado, y luego darnos la vuelta y hablar mal de nuestros hermanos y hermanas en Cristo? Esto sucede porque olvidamos que las personas están hechas a semejanza de Dios. La imagen de Dios, pues, proporciona la base moral para un uso adecuado de la lengua.
A Satanás le encanta crear división y escuchar a la gente maldecir a los demás. No debemos darle cabida (Efesios 4:27). En lugar de permitir que Satanás controle nuestra lengua, debemos someternos al Señor y asegurarnos de que nuestra forma de hablar "sea siempre con gracia, sazonada como con sal" (Colosenses 4:6, NBLA). Los verdaderos creyentes se caracterizan por hablar con gracia.
El comentario de Matthew Henry sobre Santiago 3:10 sigue siendo relevante 300 años después de que lo escribiera: "La verdadera religión no admite contradicciones: ¡cuántos pecados se evitarían si los hombres fueran siempre coherentes! El lenguaje piadoso y edificante es el producto genuino de un corazón santificado; y nadie que entienda el cristianismo espera oír maldiciones, mentiras, jactancias e injurias de la boca de un verdadero creyente, como tampoco espera el fruto de un árbol en otro" (Comentario conciso sobre toda la Biblia).