Pregunta

¿Cómo debe responder un cristiano ante los tiroteos masivos?

Respuesta
Los tiroteos masivos se han vuelto un hecho demasiado común en nuestro mundo. Desde conciertos hasta escuelas y lugares de culto, estos trágicos eventos nos dejan conmocionados y buscando respuestas. Como cristianos, debemos acudir a la Biblia para encontrar orientación sobre cómo responder ante tanta violencia.

En primer lugar, debemos recordar que nuestra esperanza está en Dios (Salmo 39:7). En tiempos de tragedia, desesperación y angustia, puede ser fácil perder de vista esta verdad. Incluso podemos llegar a preguntarnos cómo un Dios bueno y amoroso podría permitir que ocurra tal maldad. Sin embargo, Dios no es responsable de la presencia del mal en el mundo (1 Juan 1:5). Nosotros lo somos (Génesis 3:1–7; Romanos 5:12). Aun así, Dios toma el mal que hacemos y lo usa para Su gloria (Romanos 8:28). Incluso en los momentos más oscuros, Dios siempre está en control. Por lo tanto, podemos poner nuestra confianza en Él.

El Salmo 46:1–3 dice: "Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo" (NBLA). Este pasaje nos recuerda que, incluso cuando nuestro mundo parece desmoronarse, Dios siempre está con nosotros, y podemos refugiarnos en Él (cf. Salmo 23:4). Que acudamos a Él en oración y busquemos consuelo en Su presencia.

En segundo lugar, debemos mostrar compasión hacia quienes se ven afectados por los tiroteos masivos (Mateo 22:34–40). Mostrar compasión hacia los demás es una de las maneras de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Podemos donar dinero o recursos a organizaciones que ayudan a las víctimas y a sus familias, ofrecer nuestro tiempo como voluntarios en un centro comunitario local, o simplemente ser un oído dispuesto a escuchar o un hombro para llorar para quien está de duelo. Cualquiera que sea la manera, debemos ser los primeros en mostrar compasión y bondad hacia otros en tiempos de tragedia.

En tercer lugar, debemos orar por quienes cometen crímenes atroces. Esto puede parecer contradictorio, pero, como cristianos, creemos en el poder de la oración y en la capacidad de Dios para cambiar corazones y mentes (Ezequiel 36:26; Juan 3:3, 5).

En Mateo 5:43–44 Jesús dice: "Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo". Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen" (NBLA). Aunque puede ser difícil amar a quienes cometen crímenes terribles, se nos ordena hacerlo de todos modos. Al amar a nuestros enemigos, nos convertimos en una luz en medio de la oscuridad del mundo (Mateo 5:16).

Por último, debemos trabajar para prevenir futuros tiroteos masivos. Esto implica abogar por leyes sensatas, apoyar iniciativas de salud mental, fortalecer la seguridad en lugares vulnerables y promover una cultura de no violencia.

Proverbios 24:11–12 dice: "Libra a los que son llevados a la muerte, y retén a los que van con pasos vacilantes a la matanza. Si dices: "Mira, no sabíamos esto". ¿No lo tiene en cuenta el que sondea los corazones? ¿No lo sabe el que guarda tu alma? ¿No dará a cada hombre según su obra?" (NBLA). Este pasaje nos recuerda que tenemos la responsabilidad de alzar la voz contra la injusticia en todas sus formas. Si permanecemos pasivos y no hacemos nada, tenemos sangre en nuestras manos (cf. Ezequiel 3:18).

Los tiroteos masivos son una triste realidad de nuestro mundo. Como cristianos, debemos responder con amor, compasión y acción. Debemos buscar a Dios para recibir consuelo y dirección, mostrar apoyo a los afectados por estos actos, orar por la salvación de quienes cometen crímenes atroces, y trabajar para prevenir que estas tragedias ocurran en el futuro.

Aunque tal vez nunca lleguemos a comprender completamente por qué ocurren tragedias como los tiroteos masivos, podemos consolarnos con la promesa de Apocalipsis 21:4, que dice: "Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado" (NBLA). Un día, todo dolor, sufrimiento y maldad llegarán a su fin, y los creyentes estarán unidos con su Padre celestial.