Pregunta

¿Qué significa ser de limpio corazón?

Respuesta
"Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios" (Mateo 5:8, NBLA). Jesús pronunció estas palabras durante Su famoso Sermón del Monte. Pero, ¿a qué se refería cuando dijo "de limpio corazón"?

La palabra griega traducida como "limpio" en Mateo 5:8 es katharós. Significa "limpio, puro, irreprochable, sin mancha de culpa". Curiosamente, también puede referirse a algo que ha sido purificado por fuego o podado. Juan el Bautista dijo que Jesús bautizaría con el Espíritu Santo y con fuego (Mateo 3:11). Por su parte, Malaquías describe al Mesías como un "fuego de fundidor" (Malaquías 3:2, NBLA). Jesús se refiere a sí mismo como la vid verdadera y a los creyentes como los pámpanos (Juan 15:1–17). Para que una vid dé fruto, debe ser podada. Así que los verdaderamente "limpios" son aquellos que han sido declarados inocentes por la obra de Jesús y que están siendo santificados por medio del fuego purificador de Cristo y Su constante poda.

La palabra griega para "corazón" en Mateo 5:8 es kardía. Aunque puede referirse al órgano físico, también se usa para describir el centro espiritual de la vida. Es el lugar donde residen los pensamientos, los deseos, el propósito, la voluntad, la comprensión y el carácter. Ser de limpio corazón, entonces, implica ser irreprochable en lo más profundo de nuestro ser.

Ser de limpio corazón significa tener un corazón enfocado completamente en Dios. Un corazón limpio no tiene hipocresía, ni engaño, ni motivos ocultos. Está marcado por la transparencia y por un deseo inquebrantable de agradar a Dios en todo. No se trata solo de una limpieza externa de comportamiento, sino de una limpieza interior del alma.

La única forma de ser verdaderamente limpio de corazón es entregando nuestra vida a Jesús y pidiéndole que haga Su obra purificadora en nosotros. El Salmo 51:10 dice: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" (NBLA). Dios es quien limpia nuestros corazones, por medio del sacrificio de Su Hijo y mediante Su obra santificadora en nuestra vida (ver también 1 Juan 3:1–3).