Pregunta
¿Por qué debemos ser lentos para la ira (Proverbios 15:18)?
Respuesta
Comprender por qué debemos ser lentos para la ira es una de las lecciones más valiosas que podemos aprender en la vida cristiana. Proverbios 15:18 aconseja: "El hombre irascible provoca riñas, pero el lento para la ira apacigua pleitos". La lentitud para airarse es uno de los atributos de Dios: "Clemente y compasivo es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia" (Salmo 145:8). La Biblia tiene tanto que decir sobre la lentitud para la ira que no deberíamos prestarle la debida atención.
El hombre irascible de Proverbios 15:18 es literalmente "un hombre iracundo". Un hombre así es irascible o se enfurece con facilidad. Pero el hombre tranquilo y lento para la ira es el que evita las discusiones y deja de reñir. Es un pacificador natural. La capacidad de acallar las disputas y vivir en armonía con los demás es una virtud inestimable. Jesús dijo: "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9).
Otra palabra que significa "lento para la ira" es paciente. En la Nueva Versión Internacional, Proverbios 14:29 dice: "El que es paciente muestra gran inteligencia; el que es agresivo muestra mucha insensatez". La Versión Reina Valera utiliza "tarda en airarse" en lugar de "paciente". La Nueva Traducción Viviente afirma: "Los que tienen entendimiento no pierden los estribos; los que se enojan fácilmente demuestran gran necedad". Cuando aprendemos a controlar nuestro temperamento y a frenar los necios ataques de ira, demostramos que hemos adquirido una gran comprensión.
Proverbios 16:32 afirma: "Mejor es el lento para la ira que el poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad". Una y otra vez, la Biblia ensalza los beneficios de cultivar la paciencia y controlar la ira: "La discreción del hombre le hace lento para la ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa" (Proverbios 19:11).
Cuando empezamos a comprender por qué debemos ser lentos para la ira, podemos empezar a practicar la paciencia en nuestras relaciones. Santiago enseñó a los creyentes no solo a escuchar la Palabra de Dios, sino a ponerla en práctica. Dijo: "Esto lo sabe, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, reciban ustedes con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas. Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismo" (Santiago 1:19-22, NBLA). Un cristiano sabio es el que escucha a Dios y obedece, y el que escucha a los demás, considera cuidadosamente lo que oye y luego responde con palabras elegidas con cautela.
La ira humana, explica Santiago, es un derroche de energía. Está motivada por el egoísmo y la ambición, y crea división entre hermanos y hermanas en Cristo. La ira no producirá la justicia que Dios desea: "Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía" (Santiago 3:17, NBLA).
Cuando reaccionamos con ira, podemos causar daño; cuando nos aferramos a la ira, engendramos falta de perdón. Sin embargo, la mansedumbre y la paciencia dejan lugar a la sanidad y la armonía en nuestras relaciones (Salmo 37:8-9; Proverbios 12:18). Otro proverbio advierte: "El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime" (Proverbios 29:11). Si queremos mostrar sensatez, sabiduría y discreción en nuestra vida, aprenderemos a ser lentos para la ira y a practicar la paciencia en nuestro trato con los demás. La Biblia nos advierte inequívocamente de que nos libremos de la ira y la cólera y seamos amables, clementes y compasivos unos con otros (Efesios 4:31-32; Colosenses 3:8).
El Salmo 86:15 confirma: "Pero Tú, Señor, eres un Dios compasivo y lleno de piedad, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad". Es la paciencia del Señor -Su lentitud para airarse- lo que nos permite llegar a la salvación (Números 14:18; Joel 2:13). Debemos ser siempre conscientes y estar agradecidos por la paciencia misericordiosa y compasiva del Señor, pues sin ella no nos salvaríamos: "El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9).
Es la paciencia de Dios la que retrasa la segunda venida de Cristo y la consumación de la historia. Es Su misericordiosa compasión la que retiene Su ira y mantiene abierta la puerta para que los pecadores se arrepientan. La increíble paciencia y el amor del Señor por la humanidad permiten que los que aún no se han arrepentido tengan la oportunidad de salvarse. Dios utiliza el tiempo y la paciencia para servir a Sus propósitos de gracia. Y puesto que nuestro Dios es lento para la ira y abundante en gracia para con nosotros, ¿no deberíamos emular Su carácter en la forma en que tratamos a los demás?
El hombre irascible de Proverbios 15:18 es literalmente "un hombre iracundo". Un hombre así es irascible o se enfurece con facilidad. Pero el hombre tranquilo y lento para la ira es el que evita las discusiones y deja de reñir. Es un pacificador natural. La capacidad de acallar las disputas y vivir en armonía con los demás es una virtud inestimable. Jesús dijo: "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9).
Otra palabra que significa "lento para la ira" es paciente. En la Nueva Versión Internacional, Proverbios 14:29 dice: "El que es paciente muestra gran inteligencia; el que es agresivo muestra mucha insensatez". La Versión Reina Valera utiliza "tarda en airarse" en lugar de "paciente". La Nueva Traducción Viviente afirma: "Los que tienen entendimiento no pierden los estribos; los que se enojan fácilmente demuestran gran necedad". Cuando aprendemos a controlar nuestro temperamento y a frenar los necios ataques de ira, demostramos que hemos adquirido una gran comprensión.
Proverbios 16:32 afirma: "Mejor es el lento para la ira que el poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad". Una y otra vez, la Biblia ensalza los beneficios de cultivar la paciencia y controlar la ira: "La discreción del hombre le hace lento para la ira, y su gloria es pasar por alto una ofensa" (Proverbios 19:11).
Cuando empezamos a comprender por qué debemos ser lentos para la ira, podemos empezar a practicar la paciencia en nuestras relaciones. Santiago enseñó a los creyentes no solo a escuchar la Palabra de Dios, sino a ponerla en práctica. Dijo: "Esto lo sabe, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, reciban ustedes con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas. Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismo" (Santiago 1:19-22, NBLA). Un cristiano sabio es el que escucha a Dios y obedece, y el que escucha a los demás, considera cuidadosamente lo que oye y luego responde con palabras elegidas con cautela.
La ira humana, explica Santiago, es un derroche de energía. Está motivada por el egoísmo y la ambición, y crea división entre hermanos y hermanas en Cristo. La ira no producirá la justicia que Dios desea: "Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía" (Santiago 3:17, NBLA).
Cuando reaccionamos con ira, podemos causar daño; cuando nos aferramos a la ira, engendramos falta de perdón. Sin embargo, la mansedumbre y la paciencia dejan lugar a la sanidad y la armonía en nuestras relaciones (Salmo 37:8-9; Proverbios 12:18). Otro proverbio advierte: "El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime" (Proverbios 29:11). Si queremos mostrar sensatez, sabiduría y discreción en nuestra vida, aprenderemos a ser lentos para la ira y a practicar la paciencia en nuestro trato con los demás. La Biblia nos advierte inequívocamente de que nos libremos de la ira y la cólera y seamos amables, clementes y compasivos unos con otros (Efesios 4:31-32; Colosenses 3:8).
El Salmo 86:15 confirma: "Pero Tú, Señor, eres un Dios compasivo y lleno de piedad, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad". Es la paciencia del Señor -Su lentitud para airarse- lo que nos permite llegar a la salvación (Números 14:18; Joel 2:13). Debemos ser siempre conscientes y estar agradecidos por la paciencia misericordiosa y compasiva del Señor, pues sin ella no nos salvaríamos: "El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9).
Es la paciencia de Dios la que retrasa la segunda venida de Cristo y la consumación de la historia. Es Su misericordiosa compasión la que retiene Su ira y mantiene abierta la puerta para que los pecadores se arrepientan. La increíble paciencia y el amor del Señor por la humanidad permiten que los que aún no se han arrepentido tengan la oportunidad de salvarse. Dios utiliza el tiempo y la paciencia para servir a Sus propósitos de gracia. Y puesto que nuestro Dios es lento para la ira y abundante en gracia para con nosotros, ¿no deberíamos emular Su carácter en la forma en que tratamos a los demás?