Pregunta
¿Qué significa que "la ira de Dios permanece sobre él", refiriéndose a los que no creen (Juan 3:36)?
Respuesta
Juan 3:36 contrasta a los que creen en el Hijo y los que no, diciendo: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él" (NBLA).
La "ira de Dios" es la consecuencia eterna de negarse a creer en el Hijo. No se trata de un estado momentáneo de enojo, sino de una ira eterna que permanecerá sobre los pecadores que persisten en su incredulidad. La ira de Dios no es caprichosa ni arbitraria, sino una respuesta justificada a la decisión de una persona de rechazar al Hijo, que es el único medio de salvación (ver Juan 14:6). La NTV traduce Juan 3:36 de esta manera: "Los que no obedecen al Hijo... permanecen bajo la ira del juicio de Dios".
El tema de la ira divina hacia la incredulidad es constante en todo el Nuevo Testamento. Por ejemplo, Romanos 1:18 dice: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad" (NBLA). Tanto en Juan 3:36 como en Romanos 1:18, la ira de Dios permanece sobre aquellos que rechazan la revelación de Dios en Cristo. El carácter de Dios —Su justicia, santidad y rectitud— exige una respuesta al pecado.
Algunas traducciones de Juan 3:36 mencionan la necesidad de "obedecer" al Hijo. La NVI es una de esas traducciones: "el que desobedece al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios". La obediencia a Cristo es tener fe en Él. La desobediencia es un rechazo a Él. Efesios 5:6 también relaciona la ira de Dios con la desobediencia: "Que nadie los engañe con palabras vanas, pues por causa de estas cosas la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia" (NBLA). Pablo advierte que la desobediencia, específicamente la negativa a creer en Cristo (y a obedecerle), invita la ira de Dios. La conexión entre la desobediencia y la ira subraya la importancia de obedecer el mandato de creer en Cristo para tener vida eterna.
La terrible consecuencia de rechazar a Cristo no tiene por objeto provocar miedo por sí misma, sino hacer comprender la necesidad de creer en Cristo. Juan 3:16 dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna" (NBLA). Todos nacemos pecadores y, por lo tanto, comenzamos bajo la ira de Dios. Sobre aquellos que rechazan al Hijo, la ira de Dios continúa. Pero el deseo de Dios no es la condenación, sino la salvación. Como escribe Pedro: "El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento" (NBLA).
Cuando Juan afirma que "la ira de Dios permanece sobre él" (Juan 3:36), se refiere a cualquiera que rechace al Hijo, el Señor Jesucristo. Este rechazo es una falta de fe en Cristo y también desobediencia por parte del pecador. Al dar la espalda a la misericordia, permanecen bajo la ira de Dios. Afortunadamente, Dios desea que todas las personas lleguen a la fe y al arrepentimiento, y ha provisto un medio para escapar de Su ira y entrar en la vida eterna a través de Su Hijo.
La "ira de Dios" es la consecuencia eterna de negarse a creer en el Hijo. No se trata de un estado momentáneo de enojo, sino de una ira eterna que permanecerá sobre los pecadores que persisten en su incredulidad. La ira de Dios no es caprichosa ni arbitraria, sino una respuesta justificada a la decisión de una persona de rechazar al Hijo, que es el único medio de salvación (ver Juan 14:6). La NTV traduce Juan 3:36 de esta manera: "Los que no obedecen al Hijo... permanecen bajo la ira del juicio de Dios".
El tema de la ira divina hacia la incredulidad es constante en todo el Nuevo Testamento. Por ejemplo, Romanos 1:18 dice: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad" (NBLA). Tanto en Juan 3:36 como en Romanos 1:18, la ira de Dios permanece sobre aquellos que rechazan la revelación de Dios en Cristo. El carácter de Dios —Su justicia, santidad y rectitud— exige una respuesta al pecado.
Algunas traducciones de Juan 3:36 mencionan la necesidad de "obedecer" al Hijo. La NVI es una de esas traducciones: "el que desobedece al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios". La obediencia a Cristo es tener fe en Él. La desobediencia es un rechazo a Él. Efesios 5:6 también relaciona la ira de Dios con la desobediencia: "Que nadie los engañe con palabras vanas, pues por causa de estas cosas la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia" (NBLA). Pablo advierte que la desobediencia, específicamente la negativa a creer en Cristo (y a obedecerle), invita la ira de Dios. La conexión entre la desobediencia y la ira subraya la importancia de obedecer el mandato de creer en Cristo para tener vida eterna.
La terrible consecuencia de rechazar a Cristo no tiene por objeto provocar miedo por sí misma, sino hacer comprender la necesidad de creer en Cristo. Juan 3:16 dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna" (NBLA). Todos nacemos pecadores y, por lo tanto, comenzamos bajo la ira de Dios. Sobre aquellos que rechazan al Hijo, la ira de Dios continúa. Pero el deseo de Dios no es la condenación, sino la salvación. Como escribe Pedro: "El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento" (NBLA).
Cuando Juan afirma que "la ira de Dios permanece sobre él" (Juan 3:36), se refiere a cualquiera que rechace al Hijo, el Señor Jesucristo. Este rechazo es una falta de fe en Cristo y también desobediencia por parte del pecador. Al dar la espalda a la misericordia, permanecen bajo la ira de Dios. Afortunadamente, Dios desea que todas las personas lleguen a la fe y al arrepentimiento, y ha provisto un medio para escapar de Su ira y entrar en la vida eterna a través de Su Hijo.