Pregunta

¿Qué dice la Biblia acerca de tener una imagen corporal pobre o saludable?

Respuesta
La Biblia tiene mucho que decir acerca de nuestros cuerpos físicos. Génesis 1 describe la manera única en que Dios diseñó al primer hombre y a la primera mujer. Dios habló y el universo entero vino a la existencia (Génesis 1:3, 6, 9). Pero cuando creó al hombre, tomó polvo de la tierra y formó el cuerpo de Adán. Luego sopló en su nariz "aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente" (Génesis 2:7, NBLA). Más tarde, Dios formó a la primera mujer, Eva, de una costilla de Adán (Génesis 2:21–22). Los cuerpos físicos del hombre y de la mujer fueron creados para contener el espíritu que Dios les dio. Fueron diseñados específicamente por el mismo Creador para reflejar Su propia imagen. Por eso, la Escritura deja claro que a Dios le importa mucho nuestro cuerpo y cómo lo tratamos (Romanos 12:1).

El problema con la imagen corporal surge cuando estamos en desacuerdo con el diseño de Dios o nos atribuimos el crédito por él. Es bueno procurar mantener nuestros cuerpos sanos y en funcionamiento. Sin embargo, cuando ponemos demasiado énfasis en la apariencia física, dejamos poco espacio para la diversidad. Nuestra imagen corporal está directamente influenciada por lo que nuestra cultura considera aceptable. Cada cultura tiene sus propias ideas de belleza. Lo que para un guerrero zulú era atractivo difiere de lo que Hollywood considera hermoso hoy, y lo que la aristocracia europea valoraba hace quinientos años no coincide con los estándares actuales. Despreciar nuestro cuerpo es despreciar el regalo de Dios. Pero sobrevalorar la belleza o la figura es caer en orgullo, y "delante de la destrucción va el orgullo" (Proverbios 16:18, NBLA; Santiago 4:6).

El Salmo 139:13–14 establece el estándar de una perspectiva saludable de la imagen corporal: "Porque Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho" (NBLA). Si somos formidables y maravillosamente hechos, no hay lugar para estar en desacuerdo con el diseño de nuestro Creador. Isaías 45:9 dice: "¿Dirá el barro al alfarero: "Qué haces"?" (NBLA). Aun quienes tienen cuerpos que no funcionan de manera "normal" pueden estar agradecidos por el cuerpo que tienen, sabiendo que también pueden glorificar y agradar a Dios con él. Fuimos creados para Su gloria y Su deleite (Colosenses 1:16). Nuestros cuerpos forman parte de Su plan para nosotros, y una imagen corporal saludable los ve como un regalo de un Dios amoroso.

Cuando entregamos nuestra vida a Jesús, nuestros cuerpos se convierten en templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16; 6:19–20). Como seguidores de Cristo, debemos tratar nuestros cuerpos con reverencia y respeto, reconociendo que le pertenecen a Él (Romanos 6:12–13). La Biblia nos indica algunas formas específicas de hacerlo: evitando la glotonería (Proverbios 23:20), absteniéndonos de bebidas fuertes (Isaías 5:22; Proverbios 20:1), manteniéndonos sexualmente puros (1 Corintios 6:18; Efesios 5:3) y controlando nuestras palabras (Proverbios 12:22; Colosenses 4:6).

Nuestra imagen corporal se debe basar en un solo criterio: ¿la manera en que presento mi cuerpo refleja que mi vida está dedicada a la gloria de Dios? Cuando la gloria de Dios es nuestra meta, podemos tener confianza y gozo en nuestra apariencia física, sin importar los estándares de la sociedad, sabiendo que agradamos al único cuya opinión realmente importa (Salmo 37:18).