Pregunta
¿Qué significa que Jesús no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse (Filipenses 2:6)?
Respuesta
Refiriéndose a Jesús, Filipenses 2:6 dice: "El cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse" (NBLA). Esta afirmación forma parte de un pasaje más amplio (Filipenses 2:5–11) que resalta la humildad de Cristo al hacerse hombre. Pablo lo utiliza como un llamado a que los creyentes imiten esa misma actitud humilde y desinteresada en su trato con los demás.
Lo que el apóstol Pablo está diciendo en Filipenses 2:6 es que Jesús, en Su encarnación, no se aferró a Su condición divina única ni a Su posición como Hijo de Dios. Más bien, voluntariamente la dejó a un lado y "se despojó a sí mismo" (Filipenses 2:7) para cumplir la voluntad del Padre al hacerse humano.
Este pasaje tiene una estructura rítmica y poética, y muchos estudiosos creen que se trata de un antiguo himno cristiano que afirmaba la divinidad de Cristo. Pablo lo cita aquí para exhortar a los creyentes a imitar la humildad y el servicio de Jesús en sus relaciones mutuas, viviendo con el mismo espíritu de entrega y desinterés que caracterizó al Señor.
Es importante señalar que, aunque Jesús no se aferró a Su igualdad con Dios durante Su encarnación, eso no significa que haya dejado de ser Dios. Jesús es plenamente Dios y uno con el Padre (Juan 8:58; 10:30). Ha existido eternamente. De hecho, Filipenses 2:6 alude a Su preexistencia eterna al decir que siempre existió en la "forma de Dios" (ver también Juan 1:1, 14).
Por tanto, al no aferrarse al hecho de ser igual a Dios, Jesús demostró verdadera humildad y espíritu de servicio al despojarse a sí mismo y asumir forma humana. Como Pablo instruye en Filipenses 2:5, Dios quiere que cada uno de nosotros adopte esa misma actitud de humildad en nuestras relaciones. Al igual que Cristo, no debemos aferrarnos a nuestros privilegios o posiciones como si fueran algo intocable, sino que debemos estar dispuestos a dejar de lado cualquier estatus especial para servir y amar a los demás. En lugar de buscar ventaja para nosotros a costa de otros, deberíamos estar dispuestos a sacrificarnos por el bien de los demás. En esto, Cristo nos dio el ejemplo supremo.
Lo que el apóstol Pablo está diciendo en Filipenses 2:6 es que Jesús, en Su encarnación, no se aferró a Su condición divina única ni a Su posición como Hijo de Dios. Más bien, voluntariamente la dejó a un lado y "se despojó a sí mismo" (Filipenses 2:7) para cumplir la voluntad del Padre al hacerse humano.
Este pasaje tiene una estructura rítmica y poética, y muchos estudiosos creen que se trata de un antiguo himno cristiano que afirmaba la divinidad de Cristo. Pablo lo cita aquí para exhortar a los creyentes a imitar la humildad y el servicio de Jesús en sus relaciones mutuas, viviendo con el mismo espíritu de entrega y desinterés que caracterizó al Señor.
Es importante señalar que, aunque Jesús no se aferró a Su igualdad con Dios durante Su encarnación, eso no significa que haya dejado de ser Dios. Jesús es plenamente Dios y uno con el Padre (Juan 8:58; 10:30). Ha existido eternamente. De hecho, Filipenses 2:6 alude a Su preexistencia eterna al decir que siempre existió en la "forma de Dios" (ver también Juan 1:1, 14).
Por tanto, al no aferrarse al hecho de ser igual a Dios, Jesús demostró verdadera humildad y espíritu de servicio al despojarse a sí mismo y asumir forma humana. Como Pablo instruye en Filipenses 2:5, Dios quiere que cada uno de nosotros adopte esa misma actitud de humildad en nuestras relaciones. Al igual que Cristo, no debemos aferrarnos a nuestros privilegios o posiciones como si fueran algo intocable, sino que debemos estar dispuestos a dejar de lado cualquier estatus especial para servir y amar a los demás. En lugar de buscar ventaja para nosotros a costa de otros, deberíamos estar dispuestos a sacrificarnos por el bien de los demás. En esto, Cristo nos dio el ejemplo supremo.