Pregunta
¿Cuál es la historia y el significado de la Iglesia de Jerusalén?
Respuesta
Jerusalén es donde comenzó la iglesia. Jesús les había dicho a Sus discípulos que predicaran el evangelio por todas partes, pero que comenzaran en Jerusalén (Hechos 1:8). Dios, en Su gracia, extendió la oferta del perdón precisamente a las personas que habían sido las principales responsables de la muerte de Cristo; concedió a la ciudad donde fue crucificado el Señor el honor de convertirse en la cuna de la iglesia. En el Día de Pentecostés, el Espíritu Santo vino a morar en los discípulos reunidos en Jerusalén, y con Su poder comenzó la iglesia (Hechos 2).
Después de la resurrección y ascensión de Cristo, el evangelio comenzó a difundirse y se formaron grupos de creyentes en varias ciudades. A estas reuniones se les llamaba "iglesias" ("asambleas reunidas") y la iglesia de Jerusalén era el grupo de creyentes que vivía en Jerusalén. El primer registro que tenemos de estas iglesias es el libro de los Hechos, que sigue el viaje de los apóstoles, en particular de Pablo, mientras evangelizan el mundo y ministran a las iglesias en varias ciudades. Los apóstoles escribieron cartas, o epístolas, a esas iglesias: Efesios, una carta a los creyentes reunidos en Éfeso; 1 y 2 Corintios, cartas a la iglesia de Corinto, y así sucesivamente.
La iglesia de Jerusalén desempeñó un papel interesante en la conversión de un líder religioso judío llamado Saulo. Tras su conversión, Saulo recibió un nuevo nombre y se convirtió en el apóstol Pablo. Pero antes de esto, Saulo perseguía tan duramente a la iglesia de Jerusalén que los creyentes se vieron obligados a dispersarse por otras ciudades (Hechos 8:1). Saulo también participó directamente en la ejecución de Esteban, el primer mártir cristiano (Hechos 7:54). Esteban era diácono de la iglesia de Jerusalén y uno de los que sufrieron persecución allí (Hechos 6:7-8). A pesar de que los creyentes huyeron de la persecución en Jerusalén, los apóstoles se quedaron allí, y Jerusalén se convirtió en la sede de la iglesia judía durante los años siguientes (Hechos 8:1).
Otro acontecimiento notable relacionado con la iglesia de Jerusalén es la visión de Pedro sobre la salvación de los gentiles. En Jope, Pedro tuvo una visión en la que aparecían animales considerados impuros según la ley judía, y Dios le dijo a Pedro que "matara y comiera" esos animales. El mensaje era que Dios había declarado que esos animales y, por extensión, los gentiles paganos, eran ahora "puros". Los judíos de la iglesia no debían tener miedo de aceptar a los creyentes gentiles en la comunidad, porque, en Cristo, todos son purificados, y Dios había aceptado a los gentiles. Esta nueva forma de pensar se puso inmediatamente a prueba, cuando Pedro fue llamado a la casa de un centurión romano, que creía en Cristo junto con toda su familia (Hechos 10). Pedro informó de estos acontecimientos a la iglesia de Jerusalén; los creyentes judíos se mostraron escépticos al principio, pero Pedro les dijo que había sido testigo de una conversión genuina de aquellos gentiles, acompañada de una señal: "el Espíritu Santo descendió sobre ellos, tal como lo hizo sobre nosotros al principio" (Hechos 11:15, NBLA). La iglesia de Jerusalén aceptó entonces a los gentiles creyentes como hermanos en Cristo.
Algún tiempo después, a medida que más y más gentiles se sumaban al número de creyentes, la iglesia de Jerusalén se convirtió en escenario de un debate sobre la circuncisión: ¿era necesario que un creyente gentil guardara la Ley de Moisés para ser salvo? El Concilio de Jerusalén, compuesto por los apóstoles y los ancianos de la iglesia de Jerusalén, se reunió para discutir el asunto. Algunos de los líderes de la iglesia de Jerusalén argumentaron que los gentiles debían circuncidarse (Hechos 15:5), pero Pedro los refutó (versículos 7-11), y Pablo y Bernabé relataron "las señales y prodigios que Dios había hecho entre los gentiles por medio de ellos" (versículo 12).
El argumento de Pedro a los ancianos de la iglesia de Jerusalén se encuentra en Hechos 15:7-11:
"Después de mucho debate, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos , ustedes saben que en los primeros días Dios escogió de entre ustedes que por mi boca los gentiles oyeran la palabra del evangelio y creyeran. Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, al igual que a nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora pues, ¿por qué tientan a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar Creemos más bien que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son".
Pedro señaló que los gentiles fueron salvos por la fe, no por la ley. Los cristianos judíos (y todos los creyentes) también fueron salvos por la gracia del Señor Jesús, no por las obras de la ley, porque, como argumenta Pablo en otro lugar, "Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él" (Romanos 3:20, NBLA). La circuncisión era parte de la ley, y Pedro llama a esa ley "un yugo sobre el cuello... que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar", y luego pregunta a los cristianos judíos por qué querrían cargar a los gentiles con ese yugo. La ley de las obras había sido sustituida por una nueva ley, la ley de la fe, que depende de la obra de Cristo y no de la nuestra (Romanos 3:27; Gálatas 2:16).
Este debate en el Concilio de Jerusalén fue la primera vez que se declaró clara y públicamente el mensaje del "evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del judío primeramente y también del griego" (Romanos 1:16, NBLA).
La iglesia de Jerusalén se convirtió en el centro de los esfuerzos de ayuda debido a una hambruna en Judea. En Antioquía de Siria, un profeta llamado Agabo predijo una gran hambruna, y los "discípulos, conforme a lo que cada uno tenía, determinaron enviar una ayuda a los hermanos que habitaban en Judea. Y así lo hicieron, mandándola a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo" (Hechos 11:29-30). Más tarde, mientras viajaba por el mundo mediterráneo, Pablo recaudó más fondos de las iglesias de Macedonia y Acaya para los santos pobres de Jerusalén (ver 1 Corintios 16:1-4; 2 Corintios 8:1-9:15; y Romanos 15:14-32).
Hoy en día, en Jerusalén, la rica herencia cristiana es aún evidente, con muchas iglesias, catedrales, monasterios, etc., en la Ciudad Antigua. Entre los lugares que reciben visitantes cada año se encuentran la Iglesia del Santo Sepulcro (compartida por las iglesias católica romana, ortodoxa griega, etíope, copta, armenia y ortodoxa siria), la Iglesia del Redentor (luterana alemana), la Iglesia de San Juan Bautista (ortodoxa griega), la Capilla de la Flagelación (franciscana católica), la Iglesia de la Santa Faz (orden greco-católica de las Hermanitas), la Iglesia de San Alejandro Nevski (ortodoxa rusa) y la Iglesia y Monasterio Siríaco de San Marcos (ortodoxa siríaca).
Después de la resurrección y ascensión de Cristo, el evangelio comenzó a difundirse y se formaron grupos de creyentes en varias ciudades. A estas reuniones se les llamaba "iglesias" ("asambleas reunidas") y la iglesia de Jerusalén era el grupo de creyentes que vivía en Jerusalén. El primer registro que tenemos de estas iglesias es el libro de los Hechos, que sigue el viaje de los apóstoles, en particular de Pablo, mientras evangelizan el mundo y ministran a las iglesias en varias ciudades. Los apóstoles escribieron cartas, o epístolas, a esas iglesias: Efesios, una carta a los creyentes reunidos en Éfeso; 1 y 2 Corintios, cartas a la iglesia de Corinto, y así sucesivamente.
La iglesia de Jerusalén desempeñó un papel interesante en la conversión de un líder religioso judío llamado Saulo. Tras su conversión, Saulo recibió un nuevo nombre y se convirtió en el apóstol Pablo. Pero antes de esto, Saulo perseguía tan duramente a la iglesia de Jerusalén que los creyentes se vieron obligados a dispersarse por otras ciudades (Hechos 8:1). Saulo también participó directamente en la ejecución de Esteban, el primer mártir cristiano (Hechos 7:54). Esteban era diácono de la iglesia de Jerusalén y uno de los que sufrieron persecución allí (Hechos 6:7-8). A pesar de que los creyentes huyeron de la persecución en Jerusalén, los apóstoles se quedaron allí, y Jerusalén se convirtió en la sede de la iglesia judía durante los años siguientes (Hechos 8:1).
Otro acontecimiento notable relacionado con la iglesia de Jerusalén es la visión de Pedro sobre la salvación de los gentiles. En Jope, Pedro tuvo una visión en la que aparecían animales considerados impuros según la ley judía, y Dios le dijo a Pedro que "matara y comiera" esos animales. El mensaje era que Dios había declarado que esos animales y, por extensión, los gentiles paganos, eran ahora "puros". Los judíos de la iglesia no debían tener miedo de aceptar a los creyentes gentiles en la comunidad, porque, en Cristo, todos son purificados, y Dios había aceptado a los gentiles. Esta nueva forma de pensar se puso inmediatamente a prueba, cuando Pedro fue llamado a la casa de un centurión romano, que creía en Cristo junto con toda su familia (Hechos 10). Pedro informó de estos acontecimientos a la iglesia de Jerusalén; los creyentes judíos se mostraron escépticos al principio, pero Pedro les dijo que había sido testigo de una conversión genuina de aquellos gentiles, acompañada de una señal: "el Espíritu Santo descendió sobre ellos, tal como lo hizo sobre nosotros al principio" (Hechos 11:15, NBLA). La iglesia de Jerusalén aceptó entonces a los gentiles creyentes como hermanos en Cristo.
Algún tiempo después, a medida que más y más gentiles se sumaban al número de creyentes, la iglesia de Jerusalén se convirtió en escenario de un debate sobre la circuncisión: ¿era necesario que un creyente gentil guardara la Ley de Moisés para ser salvo? El Concilio de Jerusalén, compuesto por los apóstoles y los ancianos de la iglesia de Jerusalén, se reunió para discutir el asunto. Algunos de los líderes de la iglesia de Jerusalén argumentaron que los gentiles debían circuncidarse (Hechos 15:5), pero Pedro los refutó (versículos 7-11), y Pablo y Bernabé relataron "las señales y prodigios que Dios había hecho entre los gentiles por medio de ellos" (versículo 12).
El argumento de Pedro a los ancianos de la iglesia de Jerusalén se encuentra en Hechos 15:7-11:
"Después de mucho debate, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos , ustedes saben que en los primeros días Dios escogió de entre ustedes que por mi boca los gentiles oyeran la palabra del evangelio y creyeran. Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, al igual que a nosotros; y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora pues, ¿por qué tientan a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar Creemos más bien que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son".
Pedro señaló que los gentiles fueron salvos por la fe, no por la ley. Los cristianos judíos (y todos los creyentes) también fueron salvos por la gracia del Señor Jesús, no por las obras de la ley, porque, como argumenta Pablo en otro lugar, "Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él" (Romanos 3:20, NBLA). La circuncisión era parte de la ley, y Pedro llama a esa ley "un yugo sobre el cuello... que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar", y luego pregunta a los cristianos judíos por qué querrían cargar a los gentiles con ese yugo. La ley de las obras había sido sustituida por una nueva ley, la ley de la fe, que depende de la obra de Cristo y no de la nuestra (Romanos 3:27; Gálatas 2:16).
Este debate en el Concilio de Jerusalén fue la primera vez que se declaró clara y públicamente el mensaje del "evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del judío primeramente y también del griego" (Romanos 1:16, NBLA).
La iglesia de Jerusalén se convirtió en el centro de los esfuerzos de ayuda debido a una hambruna en Judea. En Antioquía de Siria, un profeta llamado Agabo predijo una gran hambruna, y los "discípulos, conforme a lo que cada uno tenía, determinaron enviar una ayuda a los hermanos que habitaban en Judea. Y así lo hicieron, mandándola a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo" (Hechos 11:29-30). Más tarde, mientras viajaba por el mundo mediterráneo, Pablo recaudó más fondos de las iglesias de Macedonia y Acaya para los santos pobres de Jerusalén (ver 1 Corintios 16:1-4; 2 Corintios 8:1-9:15; y Romanos 15:14-32).
Hoy en día, en Jerusalén, la rica herencia cristiana es aún evidente, con muchas iglesias, catedrales, monasterios, etc., en la Ciudad Antigua. Entre los lugares que reciben visitantes cada año se encuentran la Iglesia del Santo Sepulcro (compartida por las iglesias católica romana, ortodoxa griega, etíope, copta, armenia y ortodoxa siria), la Iglesia del Redentor (luterana alemana), la Iglesia de San Juan Bautista (ortodoxa griega), la Capilla de la Flagelación (franciscana católica), la Iglesia de la Santa Faz (orden greco-católica de las Hermanitas), la Iglesia de San Alejandro Nevski (ortodoxa rusa) y la Iglesia y Monasterio Siríaco de San Marcos (ortodoxa siríaca).