Pregunta

¿Quiénes eran los hijos de Coré en el Antiguo Testamento?

Respuesta
La historia de los hijos de Coré en el Antiguo Testamento es verdaderamente una historia de dos padres y dos destinos. La historia comienza con los israelitas de la época de Moisés, cuando viajaban por el desierto justo después de salir de Egipto. En Números 3, Dios apartó a los levitas, de entre las tribus de Israel, para que le sirvieran a tiempo completo. Fueron ordenados para cuidar del tabernáculo y de todos sus utensilios, así como del Arca del Pacto. Sin embargo, solo los descendientes de Aarón podían servir como sacerdotes.

Los tres hijos de Leví eran Gersón, Merari y Coat. Los gersonitas eran responsables del cuidado del tabernáculo y la tienda, sus cubiertas, la cortina de la entrada de la tienda de reunión, las cortinas del atrio, la cortina de la entrada del atrio que rodeaba el tabernáculo y el altar, y las cuerdas, y todo lo relacionado con su uso. Los meraritas fueron designados para cuidar los marcos del tabernáculo, sus travesaños, postes, bases, todo su equipo y todo lo relacionado con su uso, así como los postes del patio circundante con sus bases, estacas y cuerdas. Los coatitas eran responsables del cuidado del santuario. Eran responsables del cuidado del arca, la mesa, el candelabro, los altares, los artículos del santuario utilizados en el ministerio, la cortina y todo lo relacionado con su uso. Estaban bajo la supervisión directa de Eleazar, hijo de Aarón.

A diferencia de los gersonitas y los meraritas, a quienes se les permitía transportar los objetos a su cargo en carros, los coatitas tenían que llevar sus objetos, las cosas sagradas del tabernáculo, sobre sus hombros. Tenían la ardua tarea de transportar estos objetos de un lugar a otro a medida que avanzaba el campamento, pero no se les permitía tocarlos, so pena de muerte. Los sacerdotes tenían que envolver los objetos sagrados en cubiertas especiales antes de transportarlos (Números 4:15). Muchos de los coatitas comenzaron a despreciar esta tarea y a codiciar el papel de los sacerdotes.

Coré era nieto de Coat, y comenzó a unirse a otro grupo de rubenitas descontentos, a saber, Datan y Abiram, hijos de Eliab, y On, hijo de Pelet. En su orgullo, reunieron a un grupo de 250 hombres para desafiar el derecho de Moisés y Aarón al sacerdocio (Números 16). Moisés convocó a los rebeldes para que se presentaran ante Dios y quemaran incienso. Dios advirtió a Moisés que dijera a la asamblea que se alejara de Coré, Datán y Abiram, de sus familias y de los demás rebeldes. Entonces ocurrió un acontecimiento extraordinario y aterrador.

"Y Moisés dijo: En esto conocerán que el Señor me ha enviado para hacer todas estas obras, y que no es iniciativa mía. Si estos mueren como mueren todos los hombres o si sufren la suerte de todos los hombres, entonces el Señor no me envió. Pero si el Señor hace algo enteramente nuevo y la tierra abre su boca y los traga con todo lo que les pertenece, y descienden vivos al Seol, entonces sabrán que estos hombres han despreciado al Señor. Y aconteció que cuando terminó de hablar todas estas palabras, la tierra debajo de ellos se partió, y la tierra abrió su boca y se los tragó, a ellos y a sus casas y a todos los hombres de Coré con todos sus bienes. Ellos y todo lo que les pertenecía descendieron vivos al Seol; y la tierra los cubrió y perecieron de en medio de la asamblea. Todos los israelitas que estaban alrededor de ellos huyeron a sus gritos, pues decían: ¡No sea que la tierra nos trague!. Salió también fuego del Señor y consumió a los 250 hombres que ofrecían el incienso" (Números 16:28-35).

Aunque esto marcó claramente el fin de Coré, descubrimos que los hijos de Coré, tal vez demasiado jóvenes para comprender la rebelión de su padre o tal vez demasiado conscientes de la autoridad de Dios para unirse a la revuelta, fueron perdonados (Números 26:9-11). Dios juzgó a los que se rebelaron activamente contra Él y purificó a Su pueblo, pero aún tenía un propósito y un plan incluso para el linaje de Coré. Después de siete generaciones sucesivas, el profeta Samuel surgió del linaje de Coré, cuya genealogía se registra en 1 Crónicas 6:31-38 y 1 Samuel 1:1, 20. Los coraítas se convirtieron en porteros y custodios del tabernáculo (1 Crónicas 9:19-21; 1 Crónicas 2). Un grupo de coreítas (1 Crónicas 12:6) se unió al rey David en diversas hazañas militares y se ganó la reputación de ser guerreros expertos. Sin embargo, lo más notable de los hijos de Coré es que, durante el reinado de David, se convirtieron en grandes líderes de la música coral y orquestal en el tabernáculo. Hemán el coreo tenía un lugar de gran importancia como cantante, junto con Asaf (un gersonita) y Etán o Jedutún (un merarita). Estos individuos desempeñaron un papel importante en los servicios de acción de gracias y en la pompa cuando el Arca del Pacto fue traída a Jerusalén. David formó una elaborada organización para el canto, la música instrumental y la profecía a través de estos hombres.

De todos los salmos de la Biblia, once se atribuyen a los hijos de Coré. Estos hermosos salmos expresan un espíritu de gran gratitud y humildad hacia un Dios impresionante y poderoso. Expresan un anhelo por Dios y una profunda devoción. Estas canciones poéticas incluyen los Salmos 42, 44-49, 84-85 y 87-88. El Salmo 42:1 contiene la hermosa frase: "Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por Ti, oh Dios, el alma mía". El Salmo 84:1 dice: "¡Cuán preciosas son Tus moradas, oh Señor de los ejércitos!". El Salmo 46:1-3 transmite el poderoso mensaje: "Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo".

Uno se pregunta si el poeta que escribió estas palabras recordaba sus humildes comienzos, su lejano antepasado que pereció en un terremoto por su orgullo y rebelión. Quizás fue esa reflexión la que inspiró las siguientes palabras del mismo salmo: "Estén quietos, y sepan que Yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra" (Salmo 46:10). Para cada uno de nosotros, nuestras propias canciones de propósito renovado y redención deben brotar de un corazón humilde al recordar el estado caído del que Él nos levantó y la redención que experimentamos a través de Su gracia. Este fue sin duda el caso de los hijos de Coré.