Pregunta
¿Qué significa hablar la verdad con amor (Efesios 4:15)?
Respuesta
Los cristianos, por lo general, hablan de la necesidad de "hablar la verdad con amor", un mandato que se encuentra en Efesios 4:15. Muchas veces lo que quieren decir es la necesidad de compartir verdades difíciles de una manera amable, gentil e inofensiva. Desde un punto de vista práctico, sabemos que las cosas difíciles se escuchan mejor cuando no estamos a la defensiva. En un entorno amoroso y no amenazante, las verdades duras se aceptan más fácilmente. Por lo tanto, es bíblico compartir verdades difíciles con los demás "en amor", en el sentido en que se utiliza comúnmente la expresión. Sin embargo, si miramos el contexto de Efesios 4:15, obtenemos una visión más profunda de lo que significa "hablar la verdad en amor".
En los versículos anteriores al mandato de decir la verdad en amor, Pablo escribe sobre la unidad en el cuerpo de Cristo. Insta a los efesios, y por extensión a todos los cristianos, a vivir "de una manera digna de la vocación con que han sido llamados" (Efesios 4:1). Describe esta vida como una en la que somos humildes, amables, pacientes, soportándonos unos a otros con amor y esforzándonos por la unidad. Pablo recuerda a sus lectores que todos servimos al mismo Señor y formamos parte del mismo cuerpo. Habla de que Cristo dio apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros "a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:12-13). Al alcanzar la madurez, no seremos niños espirituales, fácilmente engañados y llevados de aquí para allá "por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error"(Efesios 4:14).
En este contexto —el de la unidad de la iglesia y la madurez espiritual— Pablo escribe: "Más bien, al hablar la verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo" (Efesios 4:15). En lugar de ser espiritualmente inmaduros y que nos engañen fácilmente, debemos decirnos la verdad unos a otros, con amor, para que todos podamos crecer en madurez. Debemos entrenarnos unos a otros en la verdad —las verdades fundamentales del evangelio, las verdades sobre quién es Dios y lo que nos ha llamado a hacer, las verdades difíciles de la corrección, etc.— y nuestra motivación para hacerlo es el amor.
El "amor" al que se refiere este versículo es el amor ágape, un amor abnegado que obra en beneficio del amado. Hablamos con verdad para edificar. Varios versículos más adelante, Pablo escribe: "No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan" (Efesios 4:29). Nuestras palabras deben ser beneficiosas para quienes las escuchan. Debemos hablar la verdad con amor.
Pablo también aconseja "que en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad. Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablen verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros" (Efesios 4:22-25). Como miembros del mismo cuerpo, no debemos engañarnos unos a otros. No podemos defraudarnos mutuamente con mentiras. Tampoco debemos intentar ocultar cosas sobre nosotros mismos por vergüenza o por tratar de cuidar nuestra imagen. Más bien, como personas que formamos parte del mismo cuerpo, destinados al mismo propósito y unidos por el mismo amor, debemos caracterizarnos por la honestidad. Quienes aman deben decir la verdad: "El amor...se alegra con la verdad" (1 Corintios 13:6). La deshonestidad es falta de amor y es abuso.
Hablar la verdad en amor no se trata tanto de tener una actitud suave, sino de comprender cómo la verdad y el amor van de la mano. Como nos amamos unos a otros, debemos decir la verdad. Y porque conocemos la verdad, debemos ser personas caracterizadas por el amor (Juan 13:34–35; 15:1–17). Jesús "vino del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14). Como Sus seguidores, quienes estamos siendo conformados a Su imagen (Romanos 8:29), también debemos reflejar gracia y verdad en nuestra manera de vivir.
Es fundamental recordar que también estamos llamados a amar a quienes no conocen a Cristo. La mejor manera de demostrar ese amor es compartiéndoles la verdad del evangelio. Separados de Cristo, las personas están muertas en sus pecados y destinadas a una eternidad en el infierno (Juan 3:16–18; Romanos 6:23). Pero en Cristo pueden recibir nueva vida y salvación eterna (Romanos 10:9–15; 2 Corintios 5:17). Este es un mensaje que debemos anunciar. Pedro escribió: "santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia" (1 Pedro 3:15). Compartimos el evangelio porque amamos a las personas por quienes Cristo murió. Hablamos la verdad de Dios por causa de Su amor y de una forma que comunique con claridad y sin disculpas tanto la verdad como el amor (1 Juan 4:10–12).
En los versículos anteriores al mandato de decir la verdad en amor, Pablo escribe sobre la unidad en el cuerpo de Cristo. Insta a los efesios, y por extensión a todos los cristianos, a vivir "de una manera digna de la vocación con que han sido llamados" (Efesios 4:1). Describe esta vida como una en la que somos humildes, amables, pacientes, soportándonos unos a otros con amor y esforzándonos por la unidad. Pablo recuerda a sus lectores que todos servimos al mismo Señor y formamos parte del mismo cuerpo. Habla de que Cristo dio apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros "a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:12-13). Al alcanzar la madurez, no seremos niños espirituales, fácilmente engañados y llevados de aquí para allá "por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error"(Efesios 4:14).
En este contexto —el de la unidad de la iglesia y la madurez espiritual— Pablo escribe: "Más bien, al hablar la verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo" (Efesios 4:15). En lugar de ser espiritualmente inmaduros y que nos engañen fácilmente, debemos decirnos la verdad unos a otros, con amor, para que todos podamos crecer en madurez. Debemos entrenarnos unos a otros en la verdad —las verdades fundamentales del evangelio, las verdades sobre quién es Dios y lo que nos ha llamado a hacer, las verdades difíciles de la corrección, etc.— y nuestra motivación para hacerlo es el amor.
El "amor" al que se refiere este versículo es el amor ágape, un amor abnegado que obra en beneficio del amado. Hablamos con verdad para edificar. Varios versículos más adelante, Pablo escribe: "No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan" (Efesios 4:29). Nuestras palabras deben ser beneficiosas para quienes las escuchan. Debemos hablar la verdad con amor.
Pablo también aconseja "que en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad. Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablen verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros" (Efesios 4:22-25). Como miembros del mismo cuerpo, no debemos engañarnos unos a otros. No podemos defraudarnos mutuamente con mentiras. Tampoco debemos intentar ocultar cosas sobre nosotros mismos por vergüenza o por tratar de cuidar nuestra imagen. Más bien, como personas que formamos parte del mismo cuerpo, destinados al mismo propósito y unidos por el mismo amor, debemos caracterizarnos por la honestidad. Quienes aman deben decir la verdad: "El amor...se alegra con la verdad" (1 Corintios 13:6). La deshonestidad es falta de amor y es abuso.
Hablar la verdad en amor no se trata tanto de tener una actitud suave, sino de comprender cómo la verdad y el amor van de la mano. Como nos amamos unos a otros, debemos decir la verdad. Y porque conocemos la verdad, debemos ser personas caracterizadas por el amor (Juan 13:34–35; 15:1–17). Jesús "vino del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14). Como Sus seguidores, quienes estamos siendo conformados a Su imagen (Romanos 8:29), también debemos reflejar gracia y verdad en nuestra manera de vivir.
Es fundamental recordar que también estamos llamados a amar a quienes no conocen a Cristo. La mejor manera de demostrar ese amor es compartiéndoles la verdad del evangelio. Separados de Cristo, las personas están muertas en sus pecados y destinadas a una eternidad en el infierno (Juan 3:16–18; Romanos 6:23). Pero en Cristo pueden recibir nueva vida y salvación eterna (Romanos 10:9–15; 2 Corintios 5:17). Este es un mensaje que debemos anunciar. Pedro escribió: "santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia" (1 Pedro 3:15). Compartimos el evangelio porque amamos a las personas por quienes Cristo murió. Hablamos la verdad de Dios por causa de Su amor y de una forma que comunique con claridad y sin disculpas tanto la verdad como el amor (1 Juan 4:10–12).