Pregunta

¿Por qué Jesús tuvo que ser llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado (Mateo 4:1)?

Respuesta
La idea de que Jesús fue guiado intencionalmente por el Espíritu de Dios al desierto para ser tentado por el diablo es un concepto teológicamente controvertido. Sin embargo, eso es precisamente lo que indican los Evangelios: "Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo" (Mateo 4:1, NBLA; compárese con Marcos 1:12-13; Lucas 4:1-2).

No se necesita mucho tiempo en el camino cristiano para descubrir que las tentaciones son frecuentes. Podríamos preguntarnos: ¿Dios orquesta deliberadamente tales pruebas, o fue la tentación de Jesús en el desierto una experiencia exclusiva solo para el Hijo del Hombre? Al considerar estas preguntas, veremos que Dios permite que Sus seguidores sean probados con un buen propósito. La prueba de Cristo en el desierto sirve de ejemplo para los discípulos cristianos. Sin embargo, al estudiar el relato, se nos revela un significado aún más profundo. El Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser tentado, porque Dios quería que Su Hijo y Sus seguidores comprendieran claramente la misión mesiánica del Señor: que Cristo no había venido a la tierra como el Rey conquistador de Israel, sino como su Siervo sufriente.

La tentación en sí misma no es un pecado. Jesús fue "tentado en todo como nosotros, pero sin pecado" (Hebreos 4:15; ver también 2 Corintios 5:21). El Señor no fue puesto a prueba para ver si fallaría. Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado y demostrar cómo podemos resistir la tentación de pecar y cómo, a través del poder de Cristo, nosotros también podemos vencer (Hebreos 2:18).

Muchos eruditos bíblicos sugieren que las tentaciones específicas a las que se enfrentó Jesús en el desierto representan tres categorías principales de todas las tentaciones humanas. El apóstol Juan las calificó como "la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida" (1 Juan 2:16).

En la primera prueba, Jesús fue tentado a depender de Su propia provisión de alimento en lugar de confiar en Dios. Después de cuarenta días de ayuno, Cristo tenía hambre, por lo que Satanás trató de persuadirlo para que convirtiera las rocas del desierto en pan. Pero Jesús estaba decidido a hacer solo la voluntad de Su Padre (Juan 4:34; 5:30; Lucas 22:42; Hebreos 10:5-7). No fue el Padre quien le dijo a Jesús que transformara las piedras, por lo que nuestro Señor resistió la tentación con la verdad de la Palabra de Dios (Mateo 4:4). El ejemplo de nuestro Señor nos muestra que la Palabra de Dios es nuestra mejor defensa contra las artimañas de Satanás. Al mismo tiempo, Jesús afirmó Su misión mesiánica, confiándose sumisamente al plan del Padre en lugar de abrirse camino a la fuerza y satisfacer Sus propias necesidades.

La segunda tentación consistía en realizar un milagro que mostrara el poder sobrenatural de Cristo y llamara la atención sobre Él. Era la tentación de abusar de Su poder para Su propio beneficio. Una vez más, Jesús respondió a la tentación con la Palabra de Dios (Mateo 4:7). Satanás presenta engañosamente el pecado como algo aceptable y deseable. La solución es contrarrestar sus mentiras con la verdad.

En la tercera prueba, Jesús fue tentado a asegurarse una corona terrenal y evitar el sufrimiento y el sacrificio que tendría que soportar en la cruz. Satanás le ofreció "todos los reinos del mundo y la gloria de ellos" (Mateo 4:8). Era la realeza a la que Cristo estaba destinado en última instancia, sin el sufrimiento. "Todo esto te daré", le dijo Satanás a Jesús, "si te postras y me adoras" (Mateo 4:9). El tentador ofrece repetidamente lo que parece un plan mejor o una salida fácil. Pero el mentiroso huyó cuando Jesús lo apuñaló con "la espada del Espíritu que es la palabra de Dios" (Efesios 6:17), declarando que solo al Señor Dios se le debe adorar y servir (Mateo 4:10).

El hecho de que el Espíritu llevara al Hijo del Hombre al desierto para ser tentado crea un contraste interesante con otro acontecimiento de las Escrituras. Adán, el primer hombre, se encontraba en un jardín frondoso y fructífero cuando fue tentado. Fracasó en la prueba, sumiendo a toda la humanidad en el pecado y la muerte (ver Romanos 5:12). Por el contrario, Jesús, el Segundo Adán, fue tentado en un desierto árido y estéril, nuestro paraíso perdido. Jesús superó la prueba tres veces, y es en Él donde se revierte la maldición de Adán y obtenemos la vida eterna. "Porque si por la transgresión de un hombre, por este reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de un Hombre, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia" (Romanos 5:17).

El trasfondo de la tentación de Jesús en el desierto, llevado allí por el Espíritu, se encuentra en Deuteronomio 8:1-5. Moisés recordó cómo el Señor Dios guio al pueblo de Israel por el desierto durante cuarenta años: "Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no Sus mandamientos. Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor".

Es importante entender que Dios no tienta a nadie a pecar (Santiago 1:13). Pero sí permite que seamos probados y evaluados (Hebreos 11:17-19; 2 Corintios 13:5; Santiago 1:12; Salmo 17:3; 139:23; Malaquías 3:3). Dios probó el carácter de nuestro Salvador a través de la adversidad en el desierto, y aplica la misma iniciativa en nuestras vidas hoy en día. A través de las pruebas y las tentaciones, crecemos en la fe y en la comprensión de nuestra misión como siervos de Su reino (Deuteronomio 13:3; 2 Crónicas 32:31; Santiago 1:3; 1 Pedro 1:6-7). Mediante cada prueba, desarrollamos una memoria muscular espiritual que nos ayuda a depender de Él y de Su Palabra para superar las dificultades y los desafíos de la vida.