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Pregunta: ¿Qué es la gracia soberana?

Respuesta:
La gracia soberana combina dos de los atributos de Dios, Su soberanía y Su graciosidad. Ambas características de Dios son tan vastas que se han escrito muchos volúmenes sobre cada una de ellas. Sin embargo, brevemente, la doctrina de la gracia soberana es la fusión de las dos en una emocionante verdad que nos ofrece una visión de la mente y el corazón de nuestro gran Dios. La soberanía de Dios es su control total sobre todas las cosas pasadas, presentes y futuras. Nada sucede más allá de su conocimiento y control. Todas las cosas son causadas por Él o permitidas por Él para sus propios propósitos y de acuerdo a Su perfecta voluntad y tiempo (Romanos 11:36; 1 Corintios 8:6). Él es el único gobernante absoluto y omnipotente del universo y es soberano en la creación, la providencia y la redención.

La otra mitad de la gracia soberana es la gracia. La gracia de Dios es su favor inmerecido hacia aquellos que no lo han ganado. Es un favor inmerecido. Hay numerosos ejemplos de la gracia de Dios en la Biblia, tanto para Su pueblo como para aquellos que lo rechazan. María encontró gracia en los ojos del Señor, quien le concedió el privilegio de dar a luz al Salvador de la humanidad (Lucas 1:28). Ella puede haber sido una joven piadosa, pero nada de lo que pudo haber hecho la habría hecho digna de tal bendición. Ella fue la recipiente de la gracia de Dios, y Él la eligió soberanamente para la tarea: gracia soberana. El apóstol Pablo admite que fue un siervo de Dios sólo por gracia y fue por gracia que trabajó eficazmente por la causa de Cristo (1 Corintios 15:10). La gracia soberana eligió salvar a Pablo en el camino de Damasco, y la gracia soberana le derramó incontables bendiciones.

Como cristianos, nosotros también nos beneficiamos de la gracia soberana de Dios. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe" (Efesios 2:8). Nuestra misma salvación y posición en Cristo se debe a su gracia a través de la fe que él nos da (Hebreos 12:2). Incluso aquellos que odian a Dios reciben su gracia. Cada aliento que Dios les permite tomar es producto de su gracia común a toda la creación: "Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos" (Mateo 5:45). Incluso el ateo disfruta de los efectos de la gracia soberana de Dios a través de la hermosa creación de Dios y su provisión de los recursos necesarios para comida, ropa, y vivienda. Dios no nos debe estas cosas, pero las provee soberanamente para exhibir su gracia.

La gracia soberana de Dios se nota a menudo por los teólogos en el asunto de la elección. La vemos mejor explicada en Efesios 1:5-6: "En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado". Aquí, en la misma oración, tenemos una referencia a la predestinación (la soberanía de Dios) y a la gloriosa gracia de Dios: gracia soberana. Dios escogió soberanamente a aquellos a quienes salvaría a través de su acto de gracia al enviar a su Hijo a morir en la cruz por su salvación. Los pecadores no podían salvarse a sí mismos o, como María, merecer el favor de Dios debido a su transgresión de su ley. "Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia" (Romanos 5:20). Por lo tanto, los cristianos son "justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús" (Romanos 3:24).

Dios, en su gracia soberana, ha elegido salvar a aquellos en quienes ha puesto su amor (Romanos 9:8-13). Son escogidos de la corriente de hombres y mujeres indefensos que caen en el infierno. Esta es una verdad que humilla y debería resultar en inmensa gratitud de nuestra parte. ¿Por qué Dios otorgó su gracia soberana a los creyentes? No porque merezcamos la salvación, sino para demostrar "las riquezas de su gloria" (Romanos 9:14-23). Nuestra única respuesta apropiada es proclamar: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Efesios 1:3).

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