Pregunta

¿Qué significa que el Evangelio es poder de Dios para salvación (Romanos 1:16)?

Respuesta
Jesús previó que Sus seguidores tendrían a veces la tentación de avergonzarse del Evangelio. Por eso advirtió: "Si alguien se avergüenza de mí y de mi mensaje, el Hijo del Hombre se avergonzará de esa persona cuando regrese en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles" (Lucas 9:26, NTV; ver también Marcos 8:38). Pablo, a través de su ministerio como apóstol de Jesucristo, había comprendido una verdad vital que produjo en él una esperanza y una confianza radicales en el mensaje del Evangelio: "Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del judío primeramente y también del griego" (Romanos 1:16, NBLA).

La buena noticia de que Jesús vino a sacrificar Su vida para salvarnos de nuestros pecados es el Evangelio. Este mensaje es, de hecho, el poderoso poder de Dios, porque es el único que trae el perdón y la salvación eterna a todo el que lo crea. Cuando Pablo dijo: "No me avergüenzo del Evangelio", expresó el más alto grado de confianza en él. Había llegado a creer que se podía confiar plenamente en el Evangelio.

Cualquiera que crea y abrace de todo corazón el mensaje del Evangelio, en última instancia no se sentirá desilusionado y, por lo tanto, los que lo proclaman nunca deben sentirse deshonrados o avergonzados por ello. Pablo instó a su discípulo en el ministerio, Timoteo: " Así que nunca te avergüences de contarles a otros acerca de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, aun cuando estoy preso por él. Con las fuerzas que Dios te da prepárate para sufrir conmigo a causa de la Buena Noticia" (2 Timoteo 1:8, NTV).

La palabra griega original traducida como "poder" en Romanos 1:16 es dynamis. Se utiliza con frecuencia en el Nuevo Testamento para hablar de las obras milagrosas de Cristo (ver Mateo 7:22; 11:20; Marcos 6:2). Pablo aplicó el término a la capacidad de Dios para liberar a las personas del pecado, la muerte, el juicio futuro y la separación eterna de Dios. Dijo a los corintios: "¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los que van rumbo a la destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación, sabemos que es el poder mismo de Dios" (1 Corintios1:18, NTV; ver también 1 Corintios 1:24).

El Evangelio es el poder de Dios porque transforma vidas (2 Corintios 5:17; Romanos 6:4; Hebreos 4:12). Salva a las personas de la pena y el poder del pecado y les da una vida nueva llena de gozo, paz y esperanza de vida eterna con Dios (Romanos 8:1-2). Esta obra salvadora la inicia Dios y la lleva a cabo Su poder (Romanos 5:15-17; 8:10-11; 2 Corintios 3:18).

Pablo también explica que el Evangelio es el poder de Dios porque "en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá" (Romanos 1:17). El Evangelio revela cómo Dios hace a los creyentes justos a Sus ojos y los restaura a la comunión eterna con Él: "Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo" (Romanos 3:22, NTV). Jesús nos salva "no por las acciones justas que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia. Nos lavó, quitando nuestros pecados, y nos dio un nuevo nacimiento y vida nueva por medio del Espíritu Santo. Él derramó su Espíritu sobre nosotros en abundancia por medio de Jesucristo nuestro Salvador" (Tito 3:5-6, NTV). La salvación es obra de Dios, y se lleva a cabo por Su poder y no por el nuestro.

Cuando Cristo murió en la cruz, Dios reveló Su justicia castigando el pecado (Romanos 3:23-26). Los creyentes "hemos sido hechos justos a los ojos de Dios por la sangre de Cristo, con toda seguridad él nos salvará de la condenación de Dios" (Romanos 5:9, NTV). Cuando Cristo resucitó a la vida, Dios reveló Su justicia poniendo la salvación a disposición de todo pecador que deposite su fe en Jesús (Romanos 4:22-24; 10:4; Gálatas 3:24; Filipenses 3:9; Génesis 15:6).

A través del Evangelio, el poder salvador de Dios se pone a disposición de todo el que cree (Juan 3:16; Romanos 3:22-23; 4:4-5; Gálatas 3:6-9). El poder del Evangelio procede de su propio fundamento: la persona de Jesucristo (1 Corintios 1:24).

El mundo es hostil al Evangelio (Colosenses 1:21; Santiago 4:4). La naturaleza del Evangelio no impresiona a los mundanos (1 Corintios 1:18-25) y ofende a los de mentalidad carnal (Romanos 8:7). Pero quienes lo creen, lo viven y lo proclaman, saben que el evangelio es el poder supremo de Dios mismo dirigido a la salvación de la humanidad.

En el evangelio de Jesucristo está el poder de crear luz y dar vida al mundo (ver Génesis 1:3; cf. Juan 1:1-4; 8:12). Por esta razón, los creyentes pueden decir sin avergonzarse como Pablo: "Ahora tenemos esta luz que brilla en nuestro corazón, pero nosotros mismos somos como frágiles vasijas de barro que contienen este gran tesoro. Esto deja bien claro que nuestro gran poder proviene de Dios, no de nosotros mismos. Por todos lados nos presionan las dificultades, pero no nos aplastan. Estamos perplejos pero no caemos en la desesperación. Somos perseguidos pero nunca abandonados por Dios. Somos derribados, pero no destruidos. Mediante el sufrimiento, nuestro cuerpo sigue participando de la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús también pueda verse en nuestro cuerpo. Es cierto...seguimos predicando porque...Sabemos que Dios, quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará ante sí mismo junto con ustedes" (2 Corintios 4:7-14, NTV; ver también 2 Timoteo 2:8-9).