Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre tener un espíritu enseñable?
Respuesta
Jesucristo se refiere a sus seguidores como "discípulos", un término que significa "aprendices", por lo que la capacidad de ser enseñados es una característica importante de los cristianos. Según la Biblia, la mente—que es fundamental para el aprendizaje—no es una pizarra en blanco al nacer, porque el pecado la ha cegado, endurecido y pervertido (2 Corintios 4:4; 3:14; Romanos 1:28). Su condición corrupta es la base de la instrucción del apóstol Pablo para que los cristianos se transformen mediante la renovación de su mente (Romanos 12:2). Esto requiere tener un espíritu enseñable, una disposición interior ansiosa y receptiva al aprendizaje.
Ser "enseñable" implica estar dispuesto y abierto a adquirir conocimientos, ya sea de personas—como los predicadores—o a través de diversos medios, como los libros. Las personas enseñables buscan la instrucción piadosa basada en la Biblia (Hechos 8:31; 2 Timoteo 3:16–17). En este contexto, la palabra "espíritu" se refiere a las cualidades invisibles de una persona, como tener una actitud receptiva al aprendizaje y marcada por la humildad (Proverbios 11:2; 1 Pedro 5:5).
Lo contrario de un espíritu enseñable es un estado de ánimo orgulloso, terco y reacio al aprendizaje, actitudes que son pecaminosas según la Biblia (Proverbios 1:7, 24–25). El libro de Zacarías proporciona un claro ejemplo de un espíritu inenseñable, ya que ciertos israelitas "rehusaron escuchar y volvieron la espalda rebelde y se taparon los oídos para no oír" lo que Dios tenía que decir a través del profeta. Además, "endurecieron sus corazones como el diamante para no oír la ley ni las palabras que el Señor de los ejércitos había enviado por Su Espíritu" (Zacarías 7:11–12).
Además, una persona inenseñable puede tener una actitud de saberlo todo, pensando erróneamente que no tiene nada que aprender. Como advierte Proverbios 16:18, esta mentalidad acarrea consecuencias desastrosas: "Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la arrogancia de espíritu". Ser inenseñable también puede manifestarse en una disposición escéptica, una actitud crítica y enjuiciadora, una amargura hacia el aprendizaje y una inclinación a ignorar las fuentes de conocimiento (Mateo 7:1). Las personas con esta mentalidad suelen estar convencidas de que nadie tiene nada valioso que enseñarles (Proverbios 13:18).
En la vida cristiana, la base para ser enseñable es experimentar el poder transformador del Espíritu Santo en el momento de la conversión (Juan 3:1–8). Pablo señala que solo mediante la inhabitación del Espíritu puede una persona comprender la verdad que Dios revela (1 Corintios 2:11–12). Sin embargo, sin el Espíritu, incluso las personas más inteligentes o abiertas de mente son incapaces de comprender las enseñanzas de Dios, que les resultan insensatas (1 Corintios 2:13–14).
Por lo tanto, la enseñabilidad no depende de un alto coeficiente intelectual o del éxito académico. La Biblia implica que una persona puede ser un genio certificado y aun así no tener un espíritu enseñable. A la inversa, una persona puede tener poca o ninguna educación formal y, sin embargo, ser enseñable. El Evangelio de Juan registra un ejemplo de esto, cuando los líderes judíos se maravillaron del entendimiento de Jesús a pesar de su falta de entrenamiento académico formal: "se maravillaban, diciendo: "¿Cómo puede Este saber de letras sin haber estudiado?"" (Juan 7:15).
Además, el Evangelio de Lucas relata que cuando Jesús tenía doce años, José y María lo encontraron "en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas". La gente estaba "asombrada de SU entendimiento y de Sus respuestas" (Lucas 2:46–47). Al crecer, "Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52), lo que demuestra que tenía un espíritu dispuesto a aprender.
Tener un espíritu enseñable es una característica que define a un discípulo de Jesús. Debemos amar a Dios con toda nuestra mente (Proverbios 9:9; Marcos 12:30). Debemos esforzarnos no solo por ser receptivos, sino también proactivos en el aprendizaje de Dios (Proverbios 23:12). El deseo de aprender desempeña un papel crucial en la forma en que una persona coopera con la obra continua del Espíritu Santo para hacerla más semejante a Jesús (1 Tesalonicenses 5:23).
Ser "enseñable" implica estar dispuesto y abierto a adquirir conocimientos, ya sea de personas—como los predicadores—o a través de diversos medios, como los libros. Las personas enseñables buscan la instrucción piadosa basada en la Biblia (Hechos 8:31; 2 Timoteo 3:16–17). En este contexto, la palabra "espíritu" se refiere a las cualidades invisibles de una persona, como tener una actitud receptiva al aprendizaje y marcada por la humildad (Proverbios 11:2; 1 Pedro 5:5).
Lo contrario de un espíritu enseñable es un estado de ánimo orgulloso, terco y reacio al aprendizaje, actitudes que son pecaminosas según la Biblia (Proverbios 1:7, 24–25). El libro de Zacarías proporciona un claro ejemplo de un espíritu inenseñable, ya que ciertos israelitas "rehusaron escuchar y volvieron la espalda rebelde y se taparon los oídos para no oír" lo que Dios tenía que decir a través del profeta. Además, "endurecieron sus corazones como el diamante para no oír la ley ni las palabras que el Señor de los ejércitos había enviado por Su Espíritu" (Zacarías 7:11–12).
Además, una persona inenseñable puede tener una actitud de saberlo todo, pensando erróneamente que no tiene nada que aprender. Como advierte Proverbios 16:18, esta mentalidad acarrea consecuencias desastrosas: "Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la arrogancia de espíritu". Ser inenseñable también puede manifestarse en una disposición escéptica, una actitud crítica y enjuiciadora, una amargura hacia el aprendizaje y una inclinación a ignorar las fuentes de conocimiento (Mateo 7:1). Las personas con esta mentalidad suelen estar convencidas de que nadie tiene nada valioso que enseñarles (Proverbios 13:18).
En la vida cristiana, la base para ser enseñable es experimentar el poder transformador del Espíritu Santo en el momento de la conversión (Juan 3:1–8). Pablo señala que solo mediante la inhabitación del Espíritu puede una persona comprender la verdad que Dios revela (1 Corintios 2:11–12). Sin embargo, sin el Espíritu, incluso las personas más inteligentes o abiertas de mente son incapaces de comprender las enseñanzas de Dios, que les resultan insensatas (1 Corintios 2:13–14).
Por lo tanto, la enseñabilidad no depende de un alto coeficiente intelectual o del éxito académico. La Biblia implica que una persona puede ser un genio certificado y aun así no tener un espíritu enseñable. A la inversa, una persona puede tener poca o ninguna educación formal y, sin embargo, ser enseñable. El Evangelio de Juan registra un ejemplo de esto, cuando los líderes judíos se maravillaron del entendimiento de Jesús a pesar de su falta de entrenamiento académico formal: "se maravillaban, diciendo: "¿Cómo puede Este saber de letras sin haber estudiado?"" (Juan 7:15).
Además, el Evangelio de Lucas relata que cuando Jesús tenía doce años, José y María lo encontraron "en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas". La gente estaba "asombrada de SU entendimiento y de Sus respuestas" (Lucas 2:46–47). Al crecer, "Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52), lo que demuestra que tenía un espíritu dispuesto a aprender.
Tener un espíritu enseñable es una característica que define a un discípulo de Jesús. Debemos amar a Dios con toda nuestra mente (Proverbios 9:9; Marcos 12:30). Debemos esforzarnos no solo por ser receptivos, sino también proactivos en el aprendizaje de Dios (Proverbios 23:12). El deseo de aprender desempeña un papel crucial en la forma en que una persona coopera con la obra continua del Espíritu Santo para hacerla más semejante a Jesús (1 Tesalonicenses 5:23).