Pregunta
¿Qué significa que el espíritu está dispuesto pero la carne es débil?
Respuesta
Justo antes de Su arresto, Jesús estaba en el Huerto de Getsemaní, y dijo a Sus discípulos: "Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26:41). La orden llegó después de que Jesús hubiera estado orando al Padre y hubiera encontrado a los discípulos durmiendo y no orando (versículos 38-40). Les había amonestado para que se mantuvieran despiertos y oraran con Él, pero "sus ojos estaban cargados de sueño" (versículo 43), y no paraban de quedarse dormidos. Durmieron hasta el momento en que llegó la turba armada para llevarse a Jesús (versículos 45-47).
Como "el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil", los discípulos fueron sorprendidos en Getsemaní. La palabra "espíritu" en este pasaje es la palabra griega pneuma, que en este contexto se refiere al alma del hombre o a la mente. La palabra "carne" se refiere al cuerpo y la naturaleza humanos, con sus debilidades morales y físicas. La primera vez que Jesús encontró a los discípulos durmiendo, dijo a Pedro: "¿Conque no pudieron velar una hora junto a Mí?" (Mateo 26:40), y después les dijo a todos que velaran y oraran para evitar la tentación.
Los ánimos de los discípulos estaban dispuestos a hacer lo que era justo. De hecho, solo unos minutos antes, todos ellos habían prometido su vida a Jesús: "Pedro le dijo: Aunque tenga que morir junto a Ti, jamás te negaré. Todos los discípulos dijeron también lo mismo" (Mateo 26:35). Pero resultó que ni siquiera podían orar con Jesús durante mucho tiempo. Su carne era débil. Se durmieron a causa de su debilidad humana física. Estaban cansados. Al afirmar que "el espíritu está dispuesto", Jesús estaba diciendo que sabía que los discípulos querían permanecer despiertos y orar, pero la debilidad de la carne había dominado el deseo espiritual de orar y velar. Jesús no les estaba regañando, sino exhortándoles a que tuvieran cuidado con la debilidad de la carne. El Señor mismo libraba la misma lucha contra la carne, pero la había vencido (versículo 39).
La historia de los discípulos en Getsemaní es válida para todos nosotros. El hambre, el agotamiento, el deseo sexual, el frío o el calor excesivos, la sed, el dolor e incluso un escozor persistente pueden distraernos tan fácilmente de la oración, la adoración o un acto de bondad. La carne grita con fuerza cuando quiere algo, y el alboroto que arma puede ahogar fácilmente los deseos del espíritu. Incluso cuando el espíritu está dispuesto a hacer lo que Dios le pida, la carne sigue siendo débil. La respuesta es tal como dijo Jesús: velar y orar. ¿Qué significa velar y orar? ¿Cómo puede eso ayudarnos a triunfar contra las debilidades de la carne?
Orar es sencillo. Sabemos que podemos pedir a Dios lo que necesitemos. Jesús hizo especial énfasis en que todo lo que pidamos "en Su nombre" Él lo hará (Juan 14:13). La frase en Su nombre significa "según Su voluntad". ¿Tener la fortaleza para obedecer, para adorar, para hacer lo que es correcto y verdadero está de acuerdo con la voluntad de Dios? ¡Por supuesto! Jesús responderá a la oración pidiendo fortaleza espiritual para vencer a la carne. Cuando sintamos que la debilidad de la carne está a punto de dominarnos, siempre podemos orar.
Velar es la otra arma que tenemos contra la debilidad de la carne. El apóstol Pablo dijo: "No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla" (1 Corintios 10:13). Debemos estar atentos a la "salida". La vigilancia espiritual ve venir la tentación e impulsa a la oración. El hecho de que la carne sea una aliada natural de la tentación hace que la vigilancia espiritual sea aún más importante. "El prudente ve el mal y se esconde, pero los simples siguen adelante y son castigados" (Proverbios 22:3).
El espíritu de un creyente está dispuesto a seguir a Dios, pero la carne es débil. Las exigencias, los deseos y los miedos de la naturaleza humana pueden desviarnos del camino. Satanás ha preparado el mundo para apelar a las debilidades de la carne: la lujuria, la avaricia, la gula y otros pecados están directamente relacionados con las exigencias del cuerpo. ¿No es de extrañar que casi todos los anuncios que ves y oyes hablen del cumplimiento de los deseos de la carne? Otra debilidad de la carne es el miedo a que no nos cuiden. Pero Jesús también habló de este miedo: "Por eso les digo, no se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?" (Mateo 6:25-26).
El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. Todos los creyentes conocen la lucha. Pero cuando vigilamos y oramos -cuando permanecemos espiritualmente alerta y pedimos ayuda a Dios-, podemos encontrar fortaleza en el momento de necesidad (ver el Salmo 46:1 y Hebreos 4:16). Y cuando fracasamos, "tenemos Abogado para con el Padre, a Jesucristo el Justo. Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero" (1 Juan 2:1-2).
Como "el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil", los discípulos fueron sorprendidos en Getsemaní. La palabra "espíritu" en este pasaje es la palabra griega pneuma, que en este contexto se refiere al alma del hombre o a la mente. La palabra "carne" se refiere al cuerpo y la naturaleza humanos, con sus debilidades morales y físicas. La primera vez que Jesús encontró a los discípulos durmiendo, dijo a Pedro: "¿Conque no pudieron velar una hora junto a Mí?" (Mateo 26:40), y después les dijo a todos que velaran y oraran para evitar la tentación.
Los ánimos de los discípulos estaban dispuestos a hacer lo que era justo. De hecho, solo unos minutos antes, todos ellos habían prometido su vida a Jesús: "Pedro le dijo: Aunque tenga que morir junto a Ti, jamás te negaré. Todos los discípulos dijeron también lo mismo" (Mateo 26:35). Pero resultó que ni siquiera podían orar con Jesús durante mucho tiempo. Su carne era débil. Se durmieron a causa de su debilidad humana física. Estaban cansados. Al afirmar que "el espíritu está dispuesto", Jesús estaba diciendo que sabía que los discípulos querían permanecer despiertos y orar, pero la debilidad de la carne había dominado el deseo espiritual de orar y velar. Jesús no les estaba regañando, sino exhortándoles a que tuvieran cuidado con la debilidad de la carne. El Señor mismo libraba la misma lucha contra la carne, pero la había vencido (versículo 39).
La historia de los discípulos en Getsemaní es válida para todos nosotros. El hambre, el agotamiento, el deseo sexual, el frío o el calor excesivos, la sed, el dolor e incluso un escozor persistente pueden distraernos tan fácilmente de la oración, la adoración o un acto de bondad. La carne grita con fuerza cuando quiere algo, y el alboroto que arma puede ahogar fácilmente los deseos del espíritu. Incluso cuando el espíritu está dispuesto a hacer lo que Dios le pida, la carne sigue siendo débil. La respuesta es tal como dijo Jesús: velar y orar. ¿Qué significa velar y orar? ¿Cómo puede eso ayudarnos a triunfar contra las debilidades de la carne?
Orar es sencillo. Sabemos que podemos pedir a Dios lo que necesitemos. Jesús hizo especial énfasis en que todo lo que pidamos "en Su nombre" Él lo hará (Juan 14:13). La frase en Su nombre significa "según Su voluntad". ¿Tener la fortaleza para obedecer, para adorar, para hacer lo que es correcto y verdadero está de acuerdo con la voluntad de Dios? ¡Por supuesto! Jesús responderá a la oración pidiendo fortaleza espiritual para vencer a la carne. Cuando sintamos que la debilidad de la carne está a punto de dominarnos, siempre podemos orar.
Velar es la otra arma que tenemos contra la debilidad de la carne. El apóstol Pablo dijo: "No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla" (1 Corintios 10:13). Debemos estar atentos a la "salida". La vigilancia espiritual ve venir la tentación e impulsa a la oración. El hecho de que la carne sea una aliada natural de la tentación hace que la vigilancia espiritual sea aún más importante. "El prudente ve el mal y se esconde, pero los simples siguen adelante y son castigados" (Proverbios 22:3).
El espíritu de un creyente está dispuesto a seguir a Dios, pero la carne es débil. Las exigencias, los deseos y los miedos de la naturaleza humana pueden desviarnos del camino. Satanás ha preparado el mundo para apelar a las debilidades de la carne: la lujuria, la avaricia, la gula y otros pecados están directamente relacionados con las exigencias del cuerpo. ¿No es de extrañar que casi todos los anuncios que ves y oyes hablen del cumplimiento de los deseos de la carne? Otra debilidad de la carne es el miedo a que no nos cuiden. Pero Jesús también habló de este miedo: "Por eso les digo, no se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?" (Mateo 6:25-26).
El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. Todos los creyentes conocen la lucha. Pero cuando vigilamos y oramos -cuando permanecemos espiritualmente alerta y pedimos ayuda a Dios-, podemos encontrar fortaleza en el momento de necesidad (ver el Salmo 46:1 y Hebreos 4:16). Y cuando fracasamos, "tenemos Abogado para con el Padre, a Jesucristo el Justo. Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero" (1 Juan 2:1-2).