Pregunta

¿Qué significa que Dios le dijera a Caín: "el pecado yace a la puerta" (Génesis 4:7)?

Respuesta
Génesis 4:6-7 es un pasaje bíblico difícil de entender: "Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Por qué estás enojado, y por qué se ha demudado tu semblante? Si haces bien, ¿no serás aceptado? Pero si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo".

Para apreciar el significado de que Dios dijera a Caín: "el pecado yace a la puerta", debemos considerar primero el contexto de la historia más amplia. Caín estaba enfadado porque Dios había aceptado la ofrenda de su hermano Abel y no la suya (Génesis 4:3-5). Los intérpretes de la Biblia no se ponen de acuerdo sobre por qué Dios rechazó la ofrenda de Caín. Algunos dicen que fue porque Abel ofreció un sacrificio de sangre y Caín no. Otros creen que la ofrenda de Caín fue rechazada porque, a diferencia de la de Abel, no era la mejor ni la primera de su cosecha.

La Biblia no explica explícitamente la respuesta. Pero podemos estar seguros de que hubo algo en la actitud, la motivación o la falta de voluntad de Caín para obedecer las instrucciones de Dios que contribuyó a que su ofrenda fuera rechazada. No conocemos los detalles, pero tanto Caín como Abel comprendieron lo que Dios esperaba de ellos. Caín sabía que había ofrecido un sacrificio inaceptable porque Dios le dijo más tarde: "Serás aceptado si haces lo correcto" (Génesis 4:7, NTV).

Caín sabía lo que había que hacer, pero no lo hizo. Aun así, Dios le concedió bondadosamente la oportunidad de hacer lo correcto y luego le advirtió: "pero si te niegas a hacer lo correcto, entonces, ¡ten cuidado! El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo" (Génesis 4:7, NTV).

Esta descripción del pecado es sorprendente. La palabra hebrea traducida como "acecho" en Génesis 4:7 puede indicar que está tumbado, como descansando, pero también se refiere a que está a la espera, como un depredador merodeando a su presa. El mismo verbo está asociado a un antiguo término semítico para designar a los demonios que se creía que vigilaban las entradas o portales de los edificios. Así pues, el texto caracteriza el pecado como una presencia demoníaca o un animal depredador a la espera de abalanzarse sobre Caín.

Dios interrogó a Caín: "¿Por qué te enfadas? ¿Por qué tienes el rostro abatido?" -por la misma razón por la que interrogó a Adán y Eva en el jardín (Génesis 3:9, 11). El Señor no les estaba regañando. Al contrario, quería que admitieran su pecado para que se arrepintieran.

Entonces, Dios presentó amorosamente a Caín una elección: podía renunciar a su ira, arrepentirse de su actitud errónea y enderezar su corazón con Dios, o podía dejar que el pecado sacara lo mejor de él. Como sabemos, Caín no hizo caso de las amables palabras de advertencia de Dios. Dejó que la maldad de la ira agazapada a su puerta se abalanzara sobre él, se convirtiera en su amo y lo dominara, lo que le condujo a un crimen aún mayor. Caín llegó a matar a su propio hermano, cometiendo el primer asesinato de la historia.

Desde la creación de la humanidad, Dios ha hecho saber a las personas lo que espera de ellas. En el Jardín del Edén, Dios dijo a Adán y Eva cómo seguir Sus mandamientos (Génesis 2:16-17), igual que dejó clara Su voluntad a Caín. Más tarde llamó a los hijos de Israel a amarle y obedecerle: "Y ahora, Israel, ¿qué requiere el Señor tu Dios de ti? Solo requiere que temas al Señor tu Dios, que vivas de la manera que le agrada y que lo ames y lo sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma. Debes obedecer siempre los mandatos y los decretos del Señor que te entrego hoy para tu propio bien" (Deuteronomio 10:12-13, NTV). Hoy Dios sigue hablando a Sus hijos a través de Su Palabra, llamándoles a obedecer Sus mandatos (Juan 14:15, 21, 23-24) y a seguir el ejemplo de Cristo de humilde obediencia (Juan 14:31, Filipenses 2:7-8).

Al igual que el Señor dio a Caín la oportunidad de arrepentirse y reconciliarse con Él, Dios nos extiende Su amable y bondadosa oferta de perdón y limpieza (2 Corintios 7:11; Juan 1:9). Pero si le ignoramos, el Señor nos pone sobre aviso de que el pecado está acechando a nuestra puerta. Está esperando el momento oportuno para dominarnos. Primera de Pedro 5:8-9 advierte: "¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar. Manténganse firmes contra él y sean fuertes en su fe" (NTV). Si nos sometemos a Dios y resistimos al diablo, como el Señor instó a Caín a hacer, tenemos la promesa de la victoria sobre el diablo: "huirá de ustedes" (Santiago 4:7).

La advertencia de Dios a Caín de que "el pecado está acechando a tu puerta" debería ser un vívido recordatorio para nosotros de que el pecado es como un animal salvaje a la espera de su próxima víctima. Si no tenemos cuidado de arrepentirnos y obedecer al Señor, se abalanzará sobre nosotros y nos dominará también, conduciéndonos a un pecado más profundo y, finalmente, a la destrucción y la muerte: "Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte" (Santiago 1:15). En esto, Caín es un ejemplo para todos nosotros.