Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre cómo afrontar el dolor crónico?

Respuesta
Las personas que padecen dolor crónico soportan una carga adicional que las personas sanas quizá no comprendan del todo. El dolor crónico se puede definir como un dolor físico persistente y continuo que se prolonga durante más de seis meses, a pesar de los esfuerzos por aliviarlo. Para muchos, el dolor crónico es una condena perpetua. Ya sea que el dolor se deba a la artritis, la fibromialgia, un accidente automovilístico o una antigua lesión de fútbol, quienes lo padecen pueden encontrar que las tareas más sencillas son abrumadoramente difíciles. La medicina moderna ha dado grandes pasos para aliviar el dolor crónico, pero hay algunos niveles de sufrimiento que la medicina aún no ha logrado alcanzar. Quienes lo padecen pueden preguntarse si a Dios le importa, así que investigaremos lo que la Biblia dice sobre el dolor crónico.

Una breve mirada a la Biblia revela que Dios es consciente de nuestro sufrimiento y está deseoso de ayudarnos (Salmo 50:15; Números 21:8-9). Él nos creó del polvo y sabe cómo funcionan nuestros cuerpos (Salmo 103:14; 139:13-16). Él creó las terminaciones nerviosas que transmiten el dolor a nuestro cerebro, así que sabe muy bien cómo nos afecta. Sabemos que, en última instancia, Dios está en control de todo, incluso del dolor crónico (Isaías 45:7). Quienes lo conocen, lo aman y confían en Él nunca tienen que preocuparse de que Dios no sea consciente de su sufrimiento o de que ignore sus peticiones de alivio (Mateo 6:31-33; Lucas 12:6-7).

Cuando Jesús comenzó Su ministerio terrenal, se hizo famoso por la sanidad de los lisiados y de los enfermos crónicos (Mateo 4:23). A veces se desviaba de Su camino para aliviar el dolor crónico de una persona, revelando Su compasión por el sufrimiento (Lucas 13:10-12; Mateo 9:20-22). Jesús dijo que no hacía nada por Su propia cuenta, sino solo lo que veía hacer a Su Padre (Juan 5:19; 14:10), de modo que de esto aprendemos que el Padre también tiene gran compasión por los que sufren y puede sanarlos.

Ahora bien, el alivio del dolor no era la misión principal de Jesús, ni tampoco lo es la del Padre. A veces, el dolor crónico es el resultado del pecado o la necedad. A veces es simplemente la consecuencia de vivir en cuerpos mortales e imperfectos en un mundo caído y quebrantado. Sea cual sea el caso, nuestro sufrimiento no es en vano. Dios tiene un propósito en él. Cuando los discípulos de Jesús le preguntaron acerca de un hombre ciego de nacimiento, Jesús respondió: "Ni este pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él" (Juan 9:3). Luego sanó al hombre, pero solo después de que este hubiera sufrido ceguera toda su vida hasta ese momento. Así que la atención de Jesús hacia los enfermos crónicos nos muestra que Dios conoce nuestro dolor crónico y se preocupa por nuestro sufrimiento. Sin embargo, por razones que solo Él conoce, a menudo permite lo que odia para lograr lo que ama.

Muchas veces Dios saca algo bueno de nuestro dolor crónico al enseñarnos a confiar más en Él. Cuanto más claramente vemos nuestra necesidad, más probable es que busquemos Su rostro. Además, Dios puede usar el dolor crónico para ayudarnos a aprender a ser perseverantes y pacientes. Entonces podemos ayudar a otros que sufren con lo que Dios nos enseñó: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios" (2 Corintios 1:3-4). El dolor crónico puede ser una oportunidad para aprender a sufrir bien ante los ojos del mundo. Cuando aquellos que no tienen esperanza ven la paciencia y la resistencia de los hijos de Dios, pueden anhelar ese tipo de fortaleza. Con su testimonio silencioso, quienes sufren de dolor crónico pueden estar acumulando tesoros en el cielo al negarse a dudar de la bondad de Dios (ver Mateo 5:16; 6:6).

A veces Dios sana milagrosamente a las personas de dolores crónicos; otras veces no lo hace. Ninguno de los dos casos es indicativo del amor de Dios o del valor de la persona. Dios afirma claramente que Él es soberano, sobre todo y que Su plan se cumplirá (Isaías 46:9-11). A veces ese plan incluye el sufrimiento, incluso para aquellos que le aman y le sirven fielmente (Hechos 9:16; 1 Pedro 4:13). El apóstol Pablo fue un ejemplo de alguien totalmente devoto a Cristo, pero tuvo que sufrir muchas cosas para permanecer obediente a la voluntad de Dios para su vida (2 Corintios 11:23-27). No hace falta decir que Pablo debió haber vivido con dolor crónico debido a las muchas palizas y encarcelamientos que sufrió. No se nos dice qué pudo haber sido su "aguijón en la carne", pero es muy posible que fuera algún tipo de dolor crónico. Le suplicó al Señor que se lo quitara, y la respuesta de Dios se ha convertido en una fuente de fortaleza para muchos que sufren de dolor crónico: "Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9).

Pablo también escribió que "esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación" (2 Corintios 4:17). Si Pablo pudo llamar al abuso que sufrió "aflicción leve y pasajera", entonces todos podemos animarnos y seguir su ejemplo. Parecía decir que aquellos que aprenden a sufrir bien serán recompensados grandemente por toda la eternidad. Dios no se queda de brazos cruzados mientras Sus hijos sufren. Él promete acercarse y consolarnos cuando lo llamamos (Salmo 34:18; Oseas 6:1). Aunque el dolor crónico es agotador y desalentador, tenemos la promesa de Dios de que valdrá la pena cuando lo veamos cara a cara (Filipenses 3:8-11; 1 Corintios 13:12). Tu dolor no es en vano cuando tu vida está consagrada a la voluntad de Dios. Puedes descansar en la confianza de que Él lo permite para Sus propósitos más elevados (Romanos 8:28) y que pronto estarás con Él y libre del dolor para siempre (Apocalipsis 21:4).