Pregunta

¿Qué significa que el cuerpo es templo del Espíritu Santo?

Respuesta
Al instruir a los cristianos de Corinto para que huyeran de la inmoralidad sexual, el apóstol Pablo les exhortó: "¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo" (1 Corintios 6:19–20, NBLA). En efecto, Dios Padre creó nuestros cuerpos, Dios Hijo los redimió, y Dios Espíritu Santo los habita. Esto convierte a nuestro cuerpo en el templo mismo del Espíritu de Dios.

Quienes no pertenecen a Cristo no tienen el Espíritu de Cristo morando en ellos (Romanos 8:9). Por lo tanto, sus cuerpos no son templo del Espíritu Santo. Así que lo mejor que podemos hacer con nuestro cuerpo es entregarlo para que sea templo del Espíritu de Dios. Esto ocurre cuando depositamos nuestra fe y confianza en Jesucristo como nuestro Salvador. En ese momento, el Espíritu de Dios viene a habitar en nosotros (1 Corintios 12:13). Nuestra salvación queda sellada y garantizada (Efesios 1:13–14). El Espíritu Santo estará con nosotros para siempre (Juan 14:16), dado por Dios como garantía de la herencia gloriosa que nos espera (2 Corintios 1:21–22).

Ya que el Espíritu Santo reside en nosotros, debemos honrar a Dios con nuestro cuerpo, pues, como dijo Pablo, "ya no nos pertenecemos". Hemos sido comprados por un precio. Y no fue con oro ni plata, ni con cosas perecederas, sino con la preciosa sangre de Cristo, sin mancha ni defecto (1 Pedro 1:18–19). Según el plan eterno de Dios, establecido desde antes de la creación del mundo (Hechos 2:23), la sangre de Cristo nos redimió, nos sacó de la esclavitud del pecado y nos liberó para siempre. Y siendo el cuerpo del cristiano templo de Dios, debemos usarlo para glorificarlo.

Si Dios solo hubiese querido expresar que el Espíritu habita en el creyente, podría haber usado palabras como "casa", "hogar" o "morada". Pero al utilizar el término "templo", comunica la idea de que nuestro cuerpo es un santuario: un lugar sagrado donde el Espíritu no solo vive, sino donde se le adora, honra y reverencia. Por eso, lo que hacemos, pensamos y decimos, y lo que permitimos que entre en el templo por medio de nuestros ojos y oídos, es de suma importancia, ya que cada pensamiento, palabra y acción están delante de Él. Aunque nunca nos abandonará, sí es posible entristecer al Espíritu Santo (Efesios 4:30). Pablo exhortó a los efesios a evitar esto, diciéndoles que se despojaran de "toda amargura, enojo, ira, gritos, insultos, así como toda malicia. Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo" (Efesios 4:31–32, NBLA). Cuando vivimos guiados por el Espíritu, ya no satisfacemos los deseos de la naturaleza pecaminosa (Gálatas 5:16).