Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre cómo tratar con personas controladoras?

Respuesta
Personas controladoras. Manipuladoras. Todos nos hemos topado con ellas, y la mayoría de nosotros hemos actuado de manera controladora en algún momento. Las personas controladoras suelen creer que la felicidad se encuentra en hacer que los demás hagan lo que ellas quieren. Sin embargo, manipular a otros no conduce a la felicidad ni a nada bueno.

Quienes practican comportamientos controladores pueden ser padres, cónyuges, hijos adultos, familiares, vendedores o compañeros de trabajo. Para controlar a una persona, necesitan tener algo que esa persona desea o necesita. Las personas codependientes, por ejemplo, buscan aprobación y, por eso, son más fáciles de controlar o manipular. A menudo se les promete afecto o aprecio si acceden a los deseos de la persona controladora. Las víctimas de un manipulador siempre están intentando complacerlo constantemente, sin lograrlo del todo. El miedo a desagradar al manipulador, perder una amistad o recibir algún tipo de castigo las mantiene bajo su control.

Las personas controladoras no buscan el bien de los demás, sino el suyo propio (ver Filipenses 2:3). Su prioridad es complacerse a sí mismas. Muchos reyes del Antiguo Testamento fueron personas controladoras. Tenían poder y lo usaban para su propio beneficio, a menudo a costa del pueblo. La reina Jezabel fue una mujer controladora que utilizó su autoridad para obtener lo que quería. Su esposo, el rey Acab, usaba otro método: manipulaba a través de la autocompasión y los berrinches (1 Reyes 21:1–4).

El hijo de David, Absalón, también era hábil para controlar a las personas. Usaba halagos y fingía preocupación para ganarse el corazón del pueblo y apartarlo de su padre (2 Samuel 15:5–6). Las personas controladoras suelen usar trucos emocionales para conseguir lo que quieren. Absalón deseaba el control del reino de su padre, así que fingió compasión para obtener la lealtad del pueblo. En lugar de examinar o cuestionar sus afirmaciones, muchos israelitas descontentos culparon a David por sus problemas y cayeron fácilmente bajo la influencia de Absalón. Las personas enojadas o amargadas son un blanco fácil para los manipuladores, que saben cómo explotar las emociones, distorsionar el pensamiento y empujar a otros a actuar. Por eso, evitar la amargura en el corazón (Hebreos 12:15) es fundamental para no caer en manos de personas controladoras.

Podemos tratar con personas controladoras, empezando por reconocer quiénes son y estableciendo límites adecuados. Podemos insistir en decir la verdad (los controladores suelen mentir). Podemos rechazar la culpa falsa (los controladores suelen hacerse las víctimas). Podemos negarnos a asumir responsabilidades que no nos corresponden (los controladores suelen culpar a otros por sus errores). Podemos encontrar nuestra aceptación y suficiencia en Cristo (los controladores suelen ridiculizar o criticar para hacernos sentir inadecuados). Podemos enfrentarlos con firmeza, negarnos a sus exigencias y rechazar sus plazos (los controladores suelen comportarse como matones que exigen obediencia inmediata).

Muchas veces, las personas controladoras no tienen poder real para obligarnos a obedecer; más bien, amenazan con enojarse, difundir mentiras, cortar la comunicación o hacer algo que dificulte nuestra vida como forma de "castigo". Debemos estar dispuestos a no jugar su juego, a llamar su farol y, si es necesario, terminar la relación. En casos donde se amenaza con violencia, debemos acudir a las autoridades correspondientes y tomar medidas para protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7, NBLA). Con ese espíritu de poder, amor y sensatez, debemos enfrentar con valentía a quienes intenten controlarnos o manipularnos. El único que debe tener control sobre nosotros es el Espíritu Santo de Dios (Efesios 5:18).