Pregunta

¿Qué significa que Pablo diga "aunque no yo" en 1 Corintios 15:10?

Respuesta
En 1 Corintios 15:10, el apóstol Pablo escribe: "Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no resultó vana. Antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí". La palabra "pero" indica un contraste entre el versículo 9 y el versículo 10. En el versículo 9, Pablo se considera "el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol" (NBLA). La razón por la que se veía así es que anteriormente había perseguido a la iglesia de Dios (cf. Hechos 9:3-9; 22:6-11; 26:12-18).

Pablo fue siempre consciente de su inherente insignificancia (Efesios 3:8; 1 Timoteo 1:15). Aparte de Cristo, no era más que un pecador que merecía la ira de Dios. Pero en el momento perfecto de Dios, Pablo fue transformado y convertido en apóstol de los gentiles (1 Corintios 15:8). La única razón por la que Pablo pasó de ser perseguidor a predicador del mensaje que una vez trató de destruir (Gálatas 1:23) es que recibió la misericordia y la gracia de Dios (1 Corintios 15:10).

En 1 Corintios 15:10, Pablo reconoce que su nueva identidad, misión y logros se deben enteramente a la gracia de Dios. En pocas palabras, la gracia es el favor inmerecido de Dios hacia los pecadores que no lo merecen. No se merece ni se puede ganar. Si se pudiera ganar, entonces no sería gracia (Romanos 11:6). Por eso Pablo se refiere a la gracia como un regalo: "Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9, NBLA). Somos salvos por la gracia de Dios para trabajar para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31; Colosenses 3:17).

Existe un delicado equilibrio entre la gracia de Dios y el esfuerzo humano. Si bien es cierto que nuestra identidad y nuestros esfuerzos se deben en última instancia a la gracia de Dios, se espera que trabajemos por nuestra salvación con temor y temblor (Filipenses 2:12). En otras palabras, la gracia de Dios no conduce a la pasividad, sino que debemos participar activamente en la obra de Dios. Pablo era consciente de esto, por lo que puso en práctica la gracia de Dios trabajando más duro que los demás apóstoles (1 Corintios 15:10). Sin embargo, inmediatamente matiza esta afirmación con las palabras "aunque no yo". Estas tres palabras eliminan cualquier motivo para jactarnos de nuestras habilidades o logros (cf. Gálatas 2:20). En todo lo que hacemos, Dios debe recibir la gloria, no nosotros mismos. Haríamos bien en seguir el ejemplo de Pablo de servicio humilde y agradecido (1 Corintios 11:1).

La afirmación "aunque no yo" enfatiza la importancia de la gracia, la humildad y el esfuerzo diligente. La gracia es una obra activa y continua en la vida del pueblo de Dios. No podemos jactarnos de quiénes somos o de lo que hemos hecho, porque todo se lo debemos a Dios. De hecho, sin la gracia de Dios no somos nada y no podemos hacer nada. Es la gracia de Dios la que transforma a los pecadores en santos. Es la gracia de Dios la que nos da la fuerza y la capacidad para hacer cosas valiosas para el reino de Dios. Y es la gracia de Dios la que hace que nuestras vidas y ministerios sean fructíferos. Al igual que Pablo, siempre debemos decir: "aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí".