Pregunta

¿Qué significa que "aun en la risa, el corazón puede tener dolor" (Proverbios 14:13)?

Respuesta
Se atribuye a la estrella del cine mudo Charlie Chaplin la frase: "Para reír de verdad, debes ser capaz de tomar tu dolor y jugar con él". No es ningún secreto que muchos cómicos luchan contra la tragedia en su vida privada, y muchos admiten estar deprimidos. Estas realidades reflejan la afirmación de Salomón de que "aun en la risa, el corazón puede tener dolor, y el final de la alegría puede ser tristeza" (Proverbios 14:13, NBLA).

A primera vista, este proverbio parece pesimista por naturaleza, y adquiere un tono aún más sombrío en la Nueva Traducción Viviente: "La risa puede ocultar un corazón afligido, pero cuando la risa termina, el dolor permanece". Sin embargo, la negatividad no era la intención de Salomón.

El proverbio comunica la idea de que hay alegría en este mundo, pero es parcial; siempre está teñida de tristeza. La felicidad terrenal es temporal y, en última instancia, insatisfactoria. "Aun en la risa, el corazón puede tener dolor" parece reflejar la reflexión de Salomón en Eclesiastés 2:1-2: "Entonces me dije: Ven ahora, te probaré con el placer; diviértete. Y resultó que también esto era vanidad. Dije de la risa: Es locura; y del placer: ¿Qué logra esto?". La alegría y el regocijo son inestables y no se pueden sostener.

Eclesiastés 3:4 dice que hay "un tiempo para llorar y un tiempo para reír. Un tiempo para entristecerse y un tiempo para bailar" (NTV). La vida está llena de estaciones emocionales, unas altas y otras bajas, unas llenas de risa y alegría, otras de llanto y pena. A menudo, estas estaciones se entremezclan con la risa y el dolor. El sabio seguidor de Dios no se sorprenderá por las fluctuaciones emocionales de la vida ni perderá la esperanza en medio de ellas. Por el contrario, aceptará que son naturales y se preparará para ellas.

"Aun en la risa, el corazón puede tener dolor" resuena con la sabiduría presentada en Eclesiastés 7:2-4: "Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete, porque aquello es el fin de todo hombre, y al que vive lo hará reflexionar en su corazón. Mejor es la tristeza que la risa, porque cuando el rostro está triste el corazón puede estar contento. El corazón de los sabios está en la casa del luto, mientras que el corazón de los necios está en la casa del placer" (NBLA).

Una persona sabia vive consciente de su mortalidad y de su destino final. Asistir a funerales y experimentar la pérdida y el dolor nos recuerdan que todos moriremos algún día (Job 30:23; Hebreos 9:27). Dios nos da esta única vida en la Tierra como nuestra única oportunidad de conocerle y recibir el don de Su salvación. Si nos pasamos los días riendo y divirtiéndonos únicamente, estaremos mal preparados para afrontar la muerte. Debemos vivir cada día preparándonos para nuestro destino final.

El dolor y la angustia sirven para algo: nos recuerdan que debemos poner nuestra esperanza y nuestra fe en Dios: "Señor, hazme saber mi fin, y cuál es la medida de mis días, para que yo sepa cuán efímero soy. He aquí, tú has hecho mis días muy breves, y mi existencia es como nada delante de ti; ciertamente todo hombre, aun en la plenitud de su vigor, es solo un soplo. Sí, como una sombra anda el hombre; ciertamente en vano se afana; acumula riquezas, y no sabe quién las recogerá. Y ahora, Señor, ¿qué espero? En ti está mi esperanza" (Salmo 39:4-7, NBLA).

La angustia forma parte de la experiencia humana. Cuando tomamos nuestra cruz y le seguimos, descubrimos que la vida cristiana incluye el llanto y la risa, perder y ganar, vivir y morir (Mateo 16:24-28; Lucas 9:23-27). Las temporadas de angustia son dolorosas, pero nos dan la oportunidad de ver la miseria de nuestro pecado y la profundidad de nuestra privación espiritual. Por esta razón, Jesús dijo: "Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados" (Mateo 5:4). Solo las personas que prueban el dolor por su condición pecaminosa pueden recibir la gracia y el perdón de Dios como un río de alegría que se derrama sobre ellas. Solo entonces se puede decir, como el salmista: "Tú cambiaste mi duelo en alegre danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de alegría" (Salmo 30:11, NTV).

En lo más profundo de cada persona hay un dolor fundamental por la condición caída de la humanidad y un anhelo inherente de restauración a nuestro verdadero hogar con Dios (1 Crónicas 29:15; Eclesiastés 3:11; Salmo 42:2; 119:19-20; Hebreos 11:13, 1 Pedro 2:11). En la economía del reino celestial, los que se afligen con el corazón afligido son bendecidos, en última instancia, porque están destinados a reír y celebrar en la cena de bodas del Cordero (Apocalipsis 19:7-10). Se les ha roto el corazón por su pecado, pero recibirán el consuelo de Dios y vivirán con gozo para siempre en la presencia del Señor.

"Aun en la risa, el corazón puede tener dolor, y el final de la alegría puede ser tristeza" es el recordatorio de Salomón para mantener nuestra esperanza anclada en Dios, incluso a lo largo de las tormentas más feroces de la vida. Podemos confiar en que el Señor tiene un tiempo y un propósito señalados para cada momento de risa y de dolor que probemos, y que, en última instancia, Él tiene el control de todos ellos (Eclesiastés 3:1-22). Y tenemos la promesa de un gozo verdadero y duradero algún día: "Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre" (Salmo 16:11, NBLA).