Pregunta
¿Cuáles son las “angustias del Seol” en el Salmo 116:3?
Respuesta
El Salmo 116, uno de los Salmos del Hallel, es una oración de gratitud y alabanza en la que el salmista reflexiona sobre cómo Dios lo libró de una enfermedad que ponía en peligro su vida. Describe su situación angustiosa con estas palabras: "Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol; angustia y dolor había yo hallado" (Salmo 116:3).
En el hebreo original, la palabra traducida como "angustias" indica una condición opresiva de aflicción, sufrimiento o ansiedad extrema. Esta palabra solo aparece en dos pasajes más de la Biblia: Salmo 118:5 y Lamentaciones 1:3.
El término Seol es una palabra hebrea transliterada que significa "sepulcro", "tumba" o "morada de los muertos". En las Escrituras, el Seol representa el reino de los muertos o el lugar al que van las almas al morir (ver Job 14:13; 1 Reyes 2:6). Algunas traducciones antiguas lo han interpretado como "infierno", pero esto no es exacto. Seol no implica necesariamente castigo eterno, sino simplemente el destino general de los muertos. El Salmo 89:48 pregunta: "¿Qué hombre podrá vivir y no ver la muerte? ¿Podrá librar su alma del poder del Seol?" (NBLA). Todos los seres humanos enfrentan la muerte, pero no todos están destinados al castigo eterno. El equivalente griego de Seol en el Nuevo Testamento es hades, que también se refiere al lugar de los muertos.
El salmista expresa que su sufrimiento era tan profundo que sentía que la muerte y el Seol lo tenían atrapado. En ese momento de desesperación física y emocional, estaba convencido de que su fin había llegado. Otras traducciones de este versículo lo expresan como "la angustia del sepulcro" (NVI), "los terrores de la tumba" (NTV) o "terror del sepulcro" (NBV). Más adelante declara con gratitud: "Pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar" (Salmo 116:8).
Así como un cantor hebreo en tiempos antiguos decía: "Me alcanzaron angustias del Seol", un creyente de hoy en día podría expresar esa misma realidad con frases como: "La muerte me rodeaba y el sepulcro me pisaba los talones" o "El miedo a morir y a la tumba me tenían atrapado". Lo cierto es que el salmista se sentía vencido, como si ya no hubiera esperanza, hasta que Dios intervino y lo rescató.
En el Nuevo Testamento, Pedro menciona "los dolores de la muerte" al hablar de la resurrección de Cristo: "Al cual Dios levantó, suelto los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella" (Hechos 2:24). Como Jesucristo es "la resurrección y la vida" (Juan 11:25), ni la muerte ni el Seol tienen poder sobre Él, ni pueden retenerlo.
En el hebreo original, la palabra traducida como "angustias" indica una condición opresiva de aflicción, sufrimiento o ansiedad extrema. Esta palabra solo aparece en dos pasajes más de la Biblia: Salmo 118:5 y Lamentaciones 1:3.
El término Seol es una palabra hebrea transliterada que significa "sepulcro", "tumba" o "morada de los muertos". En las Escrituras, el Seol representa el reino de los muertos o el lugar al que van las almas al morir (ver Job 14:13; 1 Reyes 2:6). Algunas traducciones antiguas lo han interpretado como "infierno", pero esto no es exacto. Seol no implica necesariamente castigo eterno, sino simplemente el destino general de los muertos. El Salmo 89:48 pregunta: "¿Qué hombre podrá vivir y no ver la muerte? ¿Podrá librar su alma del poder del Seol?" (NBLA). Todos los seres humanos enfrentan la muerte, pero no todos están destinados al castigo eterno. El equivalente griego de Seol en el Nuevo Testamento es hades, que también se refiere al lugar de los muertos.
El salmista expresa que su sufrimiento era tan profundo que sentía que la muerte y el Seol lo tenían atrapado. En ese momento de desesperación física y emocional, estaba convencido de que su fin había llegado. Otras traducciones de este versículo lo expresan como "la angustia del sepulcro" (NVI), "los terrores de la tumba" (NTV) o "terror del sepulcro" (NBV). Más adelante declara con gratitud: "Pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar" (Salmo 116:8).
Así como un cantor hebreo en tiempos antiguos decía: "Me alcanzaron angustias del Seol", un creyente de hoy en día podría expresar esa misma realidad con frases como: "La muerte me rodeaba y el sepulcro me pisaba los talones" o "El miedo a morir y a la tumba me tenían atrapado". Lo cierto es que el salmista se sentía vencido, como si ya no hubiera esperanza, hasta que Dios intervino y lo rescató.
En el Nuevo Testamento, Pedro menciona "los dolores de la muerte" al hablar de la resurrección de Cristo: "Al cual Dios levantó, suelto los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella" (Hechos 2:24). Como Jesucristo es "la resurrección y la vida" (Juan 11:25), ni la muerte ni el Seol tienen poder sobre Él, ni pueden retenerlo.