Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre la agresividad al volante?
Respuesta
La agresividad al volante, un término creado a finales de la década de 1980, hace referencia a un fenómeno relativamente moderno. La conducción agresiva de automóviles no existía en la antigüedad. Por lo tanto, para comprender lo que dice la Biblia sobre la agresividad al volante, es necesario entender el término y tener en cuenta las motivaciones de fondo que alimentan ese comportamiento.
Los términos "agresividad al volante" y "conducción agresiva", con frecuencia se utilizan indistintamente, pero según la Administración Nacional de Seguridad Vial en Carreteras (NHTSA - por sus siglas en inglés), no son lo mismo. La conducción agresiva implica manejar un vehículo motorizado de una manera que pone en peligro o puede poner en peligro a las personas o la propiedad. La agresividad al volante es una conducción agresiva que cruza la línea hacia los delitos violentos (https://one.nhtsa.gov/people/injury/research/aggressionwisc/chapter_1.htm, consultado el 30/5/23). Ambos son comportamientos potencialmente peligrosos y mortales. Ni la conducción agresiva ni la agresividad al volante honran y glorifican a Dios, y, por lo tanto, son inadecuadas para Sus hijos (ver 2 Corintios 12:20; Proverbios 8:13).
Algunos ejemplos de conductas peligrosas en la conducción que pueden provocar incidentes más graves de agresividad al volante son el exceso de velocidad, no ceder el paso, seguir demasiado de cerca a otro vehículo, cambiar de carril de forma imprudente sin señalizarlo, bloquear o perseguir a otro conductor, saltarse un semáforo en rojo o una señal de pare, cruzarse por delante y luego reducir la velocidad, lo que también se conoce como "frenada brusca" (utilizar los frenos para castigar a otro conductor), tocar la bocina, encender y apagar las luces, gritar, insultar y hacer gestos groseros. Entre los casos de agresividad al volante se incluyen obligar a otro conductor a salirse de la carretera, golpear o embestir a otro vehículo, y disparar un arma de fuego desde un auto. Aunque la Biblia no aborda estas conductas específicas, sí habla del pecado inherente que las motiva e insta a los creyentes a permitir que el Espíritu Santo produzca en sus vidas frutos de humildad, mansedumbre, paciencia, bondad, dominio propio y otras cualidades del carácter de Cristo (Gálatas 5:22-26).
No importa cómo se manifieste, la ira tiene su origen en un corazón orgulloso (Marcos 7:21-22; Salmo 10:2-11; Job 36:8-9). Las Escrituras revelan que aquellos que dejan que el orgullo gobierne su corazón, en última instancia, quieren ser Dios (ver Ezequiel 28:2; 2 Tesalonicenses 2:4) y, además, los orgullosos buscan controlar. La agresividad al volante es una expresión de la voluntad propia, que pretende salirse con la suya sin importar las consecuencias. La Biblia afirma claramente que «delante de la destrucción va el orgullo» (Proverbios 16:18; ver también Proverbios 11:2; 29:23). Sin embargo, la humildad trae consigo el favor de Dios y la vida (Proverbios 3:34; 22:4; Salmo 25:9; 138:6; Santiago 4:6).
En la agresividad al volante, un conductor pierde el control de sus emociones y reacciona según su naturaleza pecaminosa, tomando represalias con ira, hostilidad y egocentrismo. Esta es la señal de un necio, porque solo el necio "da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime" (Proverbios 29:11). El apóstol Pablo exhorta a los creyentes a despojarse de su vieja naturaleza pecaminosa y dejar que el Espíritu Santo renueve sus pensamientos y actitudes, además de cambiar sus actitudes. "no pequen al dejar que el enojo los controle", escribe Pablo, "... porque el enojo da lugar al diablo" (Efesios 4:26-27, NTV). Si seguimos complaciendo a la carne pecaminosa, "entristecemos al Espíritu Santo de Dios" (versículo 30, NTV). En cambio, debemos librarnos "de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta" (versículo 31, NTV). Del mismo modo, en Gálatas 5:19-20, Pablo enumera estas obras de la carne relacionadas con la agresividad al volante que produce la naturaleza pecaminosa: "hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia" y "ambición egoísta" (NTV).
Como cristianos, nuestra nueva naturaleza refleja el carácter de Cristo, quien nos enseña a "poner la otra mejilla" cuando alguien nos hace daño (Mateo 5:39; ver también Lamentaciones 3:30), a no "retener [tu] camisa" (o tu lugar en el carril) si alguien te lo pide (ver Lucas 6:27-36), y a ser pacientes, amorosos y amables con los demás (Mateo 6:14-15; ver también Gálatas 5:22; Colosenses 1:10-11). Cuando un conductor se interpone en tu camino y te hace reducir la velocidad, debes recordar: "No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo" (Filipenses 2:3). Las actitudes piadosas de humildad y amor nos llevarán a ser amables con los demás conductores y a perdonarlos cuando cometan una infracción contra nosotros. En lugar de ponernos en peligro a nosotros mismos y a los demás, tendremos en cuenta el bienestar y la seguridad de todos los que circulan por la carretera, incluidos los pasajeros de nuestros propios autos.
A los creyentes se les ordena someterse a las autoridades que gobiernan y obedecer las leyes del país (Romanos 13:1-2). En el contexto de la conducción, la sumisión significa seguir las normas legales de la carretera y obedecer las señales y a la policía.
El mensaje de la Biblia es inequívoco: la agresividad al volante y cualquier conducción peligrosa o violenta son inapropiadas para los creyentes. Sin embargo, conducir puede ser muchas veces extremadamente estresante y frustrante, sacando lo peor de las personas. Los psicólogos sugieren que ciertos factores de riesgo, como el alto nivel de estrés en la vida, la ira descontrolada, el abuso de drogas y alcohol, y los traumas emocionales no resueltos, pueden hacer que algunos conductores sean más propensos a reaccionar de forma agresiva en la carretera (www.apa.org/topics/anger/road-rage, consultado el 30/5/23).
Las carreteras congestionadas, los conductores imprudentes y las posibles situaciones de agresividad al volante son inevitables mientras la gente siga conduciendo. Por lo tanto, los creyentes deben armarse con la humildad de Cristo cada vez que estén frente al volante. La Biblia nos llama a dejar de lado las ofensas, a alejarnos de la venganza en la ira pecaminosa y a seguir adelante (Salmo 37:8; Proverbios 15:1,18; Santiago 1:20; Eclesiastés 7:9). Si no podemos controlar nuestra ira, debemos buscar la ayuda de otro creyente o de un consejero capacitado. Hay demasiado en juego como para ignorar un mal temperamento.
Los términos "agresividad al volante" y "conducción agresiva", con frecuencia se utilizan indistintamente, pero según la Administración Nacional de Seguridad Vial en Carreteras (NHTSA - por sus siglas en inglés), no son lo mismo. La conducción agresiva implica manejar un vehículo motorizado de una manera que pone en peligro o puede poner en peligro a las personas o la propiedad. La agresividad al volante es una conducción agresiva que cruza la línea hacia los delitos violentos (https://one.nhtsa.gov/people/injury/research/aggressionwisc/chapter_1.htm, consultado el 30/5/23). Ambos son comportamientos potencialmente peligrosos y mortales. Ni la conducción agresiva ni la agresividad al volante honran y glorifican a Dios, y, por lo tanto, son inadecuadas para Sus hijos (ver 2 Corintios 12:20; Proverbios 8:13).
Algunos ejemplos de conductas peligrosas en la conducción que pueden provocar incidentes más graves de agresividad al volante son el exceso de velocidad, no ceder el paso, seguir demasiado de cerca a otro vehículo, cambiar de carril de forma imprudente sin señalizarlo, bloquear o perseguir a otro conductor, saltarse un semáforo en rojo o una señal de pare, cruzarse por delante y luego reducir la velocidad, lo que también se conoce como "frenada brusca" (utilizar los frenos para castigar a otro conductor), tocar la bocina, encender y apagar las luces, gritar, insultar y hacer gestos groseros. Entre los casos de agresividad al volante se incluyen obligar a otro conductor a salirse de la carretera, golpear o embestir a otro vehículo, y disparar un arma de fuego desde un auto. Aunque la Biblia no aborda estas conductas específicas, sí habla del pecado inherente que las motiva e insta a los creyentes a permitir que el Espíritu Santo produzca en sus vidas frutos de humildad, mansedumbre, paciencia, bondad, dominio propio y otras cualidades del carácter de Cristo (Gálatas 5:22-26).
No importa cómo se manifieste, la ira tiene su origen en un corazón orgulloso (Marcos 7:21-22; Salmo 10:2-11; Job 36:8-9). Las Escrituras revelan que aquellos que dejan que el orgullo gobierne su corazón, en última instancia, quieren ser Dios (ver Ezequiel 28:2; 2 Tesalonicenses 2:4) y, además, los orgullosos buscan controlar. La agresividad al volante es una expresión de la voluntad propia, que pretende salirse con la suya sin importar las consecuencias. La Biblia afirma claramente que «delante de la destrucción va el orgullo» (Proverbios 16:18; ver también Proverbios 11:2; 29:23). Sin embargo, la humildad trae consigo el favor de Dios y la vida (Proverbios 3:34; 22:4; Salmo 25:9; 138:6; Santiago 4:6).
En la agresividad al volante, un conductor pierde el control de sus emociones y reacciona según su naturaleza pecaminosa, tomando represalias con ira, hostilidad y egocentrismo. Esta es la señal de un necio, porque solo el necio "da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime" (Proverbios 29:11). El apóstol Pablo exhorta a los creyentes a despojarse de su vieja naturaleza pecaminosa y dejar que el Espíritu Santo renueve sus pensamientos y actitudes, además de cambiar sus actitudes. "no pequen al dejar que el enojo los controle", escribe Pablo, "... porque el enojo da lugar al diablo" (Efesios 4:26-27, NTV). Si seguimos complaciendo a la carne pecaminosa, "entristecemos al Espíritu Santo de Dios" (versículo 30, NTV). En cambio, debemos librarnos "de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta" (versículo 31, NTV). Del mismo modo, en Gálatas 5:19-20, Pablo enumera estas obras de la carne relacionadas con la agresividad al volante que produce la naturaleza pecaminosa: "hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia" y "ambición egoísta" (NTV).
Como cristianos, nuestra nueva naturaleza refleja el carácter de Cristo, quien nos enseña a "poner la otra mejilla" cuando alguien nos hace daño (Mateo 5:39; ver también Lamentaciones 3:30), a no "retener [tu] camisa" (o tu lugar en el carril) si alguien te lo pide (ver Lucas 6:27-36), y a ser pacientes, amorosos y amables con los demás (Mateo 6:14-15; ver también Gálatas 5:22; Colosenses 1:10-11). Cuando un conductor se interpone en tu camino y te hace reducir la velocidad, debes recordar: "No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo" (Filipenses 2:3). Las actitudes piadosas de humildad y amor nos llevarán a ser amables con los demás conductores y a perdonarlos cuando cometan una infracción contra nosotros. En lugar de ponernos en peligro a nosotros mismos y a los demás, tendremos en cuenta el bienestar y la seguridad de todos los que circulan por la carretera, incluidos los pasajeros de nuestros propios autos.
A los creyentes se les ordena someterse a las autoridades que gobiernan y obedecer las leyes del país (Romanos 13:1-2). En el contexto de la conducción, la sumisión significa seguir las normas legales de la carretera y obedecer las señales y a la policía.
El mensaje de la Biblia es inequívoco: la agresividad al volante y cualquier conducción peligrosa o violenta son inapropiadas para los creyentes. Sin embargo, conducir puede ser muchas veces extremadamente estresante y frustrante, sacando lo peor de las personas. Los psicólogos sugieren que ciertos factores de riesgo, como el alto nivel de estrés en la vida, la ira descontrolada, el abuso de drogas y alcohol, y los traumas emocionales no resueltos, pueden hacer que algunos conductores sean más propensos a reaccionar de forma agresiva en la carretera (www.apa.org/topics/anger/road-rage, consultado el 30/5/23).
Las carreteras congestionadas, los conductores imprudentes y las posibles situaciones de agresividad al volante son inevitables mientras la gente siga conduciendo. Por lo tanto, los creyentes deben armarse con la humildad de Cristo cada vez que estén frente al volante. La Biblia nos llama a dejar de lado las ofensas, a alejarnos de la venganza en la ira pecaminosa y a seguir adelante (Salmo 37:8; Proverbios 15:1,18; Santiago 1:20; Eclesiastés 7:9). Si no podemos controlar nuestra ira, debemos buscar la ayuda de otro creyente o de un consejero capacitado. Hay demasiado en juego como para ignorar un mal temperamento.