Pregunta
¿Qué significa "al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera" (Juan 6:37)?
Respuesta
Juan 6:37 es un versículo reconfortante para los cristianos. Dice: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí; y al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera" (NBLA). El versículo alude al misterio de cómo la soberanía divina se relaciona con la responsabilidad humana. Lamentablemente, los debates sobre ese misterio pueden distraernos de aceptar la seguridad que nos da Jesús. ¡Qué promesa tan maravillosa, que quienquiera que venga a Jesús nunca será rechazado!
La palabra "todo lo que" mantiene abierta la invitación a todos, independientemente de su clase, grupo étnico, género o cualquier otra cualidad. Incluso el peor pecador que acuda a Cristo recibirá el perdón de sus pecados y una multitud de bendiciones espirituales. Jesús no rechazará a nadie por sus acciones pasadas ni por ningún otro criterio. Esta inclusividad contrasta con la exclusividad del versículo anterior, en el que Jesús se llama a sí mismo "el pan de vida" (Juan 6:35). Ambos aspectos de la invitación de Jesús son ofensivos en nuestra cultura. Por un lado, el pluralismo se rebela ante la idea de que Jesús sea el único camino, el único pan. Por otro lado, nuestra tendencia natural es considerarnos merecedores del cielo. La invitación del evangelio, incluso a los pecadores notorios, ofende la sensibilidad de aquellos que se consideran buenos. ¿Por qué los "merecedores" deben compartir espacio con los "no merecedores"?
En Capernaúm, "Cuando los escribas de los fariseos vieron que Él comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a Sus discípulos: ¿Por qué Él come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores?" (Marcos 2:16). Los fariseos no entendían el compromiso de Jesús de que "al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera". Su ofensa delataba un corazón lleno de orgullo y justicia propia. El Señor vino a buscar y a salvar a los perdidos (Lucas 19:10), no a rechazar a los pecadores arrepentidos.
¿Quiénes acuden a Jesús? "Todos los que el Padre me da". Cuando acudimos a Cristo, es posible que no reconozcamos que el Padre nos ha llamado o que somos Su regalo para el Hijo. Pero Dios es soberano. Puede que no lo entendamos del todo, pero las palabras de Jesús nos dan seguridad: Él nunca nos echará.
Nadie que confíe en Jesús será rechazado ni echado. Ser rechazado es ser rechazado. Jesús no cerrará la puerta a nadie que se acerque a Él con fe arrepentida. Como afirma el autor de Hebreos, Dios "recompensa a los que lo buscan" (Hebreos 11:6). Jesús implora además a todos los que están cansados que busquen descanso en Él (Mateo 11:28-30).
Juan 6:37 da testimonio de nuestra seguridad eterna al revelar la disposición de Jesús a recibir a cualquiera que crea en Él. Dios Padre dio el regalo, y Jesús nunca lo desechará. Como dice Jesús en el versículo siguiente: "he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 6:38). La voluntad de Dios era que Jesús salvara a todos los que le fueron dados y que no perdiera a ninguno de ellos (ver Juan 6:39). Podemos estar seguros de que, independientemente del pasado de una persona, quienquiera que venga a Jesús nunca será rechazado.
La palabra "todo lo que" mantiene abierta la invitación a todos, independientemente de su clase, grupo étnico, género o cualquier otra cualidad. Incluso el peor pecador que acuda a Cristo recibirá el perdón de sus pecados y una multitud de bendiciones espirituales. Jesús no rechazará a nadie por sus acciones pasadas ni por ningún otro criterio. Esta inclusividad contrasta con la exclusividad del versículo anterior, en el que Jesús se llama a sí mismo "el pan de vida" (Juan 6:35). Ambos aspectos de la invitación de Jesús son ofensivos en nuestra cultura. Por un lado, el pluralismo se rebela ante la idea de que Jesús sea el único camino, el único pan. Por otro lado, nuestra tendencia natural es considerarnos merecedores del cielo. La invitación del evangelio, incluso a los pecadores notorios, ofende la sensibilidad de aquellos que se consideran buenos. ¿Por qué los "merecedores" deben compartir espacio con los "no merecedores"?
En Capernaúm, "Cuando los escribas de los fariseos vieron que Él comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a Sus discípulos: ¿Por qué Él come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores?" (Marcos 2:16). Los fariseos no entendían el compromiso de Jesús de que "al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera". Su ofensa delataba un corazón lleno de orgullo y justicia propia. El Señor vino a buscar y a salvar a los perdidos (Lucas 19:10), no a rechazar a los pecadores arrepentidos.
¿Quiénes acuden a Jesús? "Todos los que el Padre me da". Cuando acudimos a Cristo, es posible que no reconozcamos que el Padre nos ha llamado o que somos Su regalo para el Hijo. Pero Dios es soberano. Puede que no lo entendamos del todo, pero las palabras de Jesús nos dan seguridad: Él nunca nos echará.
Nadie que confíe en Jesús será rechazado ni echado. Ser rechazado es ser rechazado. Jesús no cerrará la puerta a nadie que se acerque a Él con fe arrepentida. Como afirma el autor de Hebreos, Dios "recompensa a los que lo buscan" (Hebreos 11:6). Jesús implora además a todos los que están cansados que busquen descanso en Él (Mateo 11:28-30).
Juan 6:37 da testimonio de nuestra seguridad eterna al revelar la disposición de Jesús a recibir a cualquiera que crea en Él. Dios Padre dio el regalo, y Jesús nunca lo desechará. Como dice Jesús en el versículo siguiente: "he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 6:38). La voluntad de Dios era que Jesús salvara a todos los que le fueron dados y que no perdiera a ninguno de ellos (ver Juan 6:39). Podemos estar seguros de que, independientemente del pasado de una persona, quienquiera que venga a Jesús nunca será rechazado.