Pregunta: ¿Qué dice la Biblia sobre la posibilidad del Bigfoot/Sasquatch?
Respuesta:
Acampar tarde en el bosque y contar historias alrededor de una fogata es un rito de iniciación para muchos jóvenes. Invariablemente, el escenario nocturno evoca cuentos de terror, y los alrededores boscosos casi garantizan que algunas de esas historias tendrán como protagonista la leyenda del Bigfoot. Cuanto mejor sea el narrador, la bestia se vuelve más grande y sangrienta. Después de oír tales historias, muchos campistas jóvenes han permanecido despiertos en su tienda preguntándose si los ruidos extraños que escuchan señalan la llegada de un gran monstruo peludo, y deseando que las tiendas fueran de un material más resistente.
Bigfoot, a veces llamado "Sasquatch", su nombre nativo americano, es una criatura de la leyenda norteamericana. Algunos lo consideran un homínido bípedo muy grande y hirsuto, es decir, una criatura parecida a un humano, grande y peluda que camina en dos patas. La característica bípeda es lo que separaría al Sasquatch de los simios, que son cuadrúpedos. El apodo común "Bigfoot" proviene del hecho de que se informa que la criatura deja huellas de pies muy grandes. Otras culturas también tienen folklore centrado en hombres mono altos: los Almas de Mongolia, el Yeti de Nepal y el Nuk-luk de los Territorios del Noroeste, por ejemplo.
Algunas personas creen que Bigfoot es una especie humana tipo Neandertal, un "eslabón perdido" entre los humanos y los simios. Otros creen que es una especie de simio nocturno, descendido de un género extinto de simio de 10 pies de altura llamado Gigantopithecus.
Algunas personas buscan en la Biblia y afirman encontrar pruebas de que Bigfoot existe. Usualmente, las teorías involucran a Esaú, Caín o los Nefilim. Esaú nació cubierto de pelo (Génesis 25:25), y sus descendientes, los edomitas, eran enemigos de Israel. Estos hechos llevan a algunos a especular que las criaturas que llamamos "Bigfoot" son en realidad edomitas modernos, que han heredado el rasgo de Esaú de ser "hombre del campo" (Génesis 25:27).
Otra teoría involucra al hijo de Adán y Eva, Caín. Caín fue, por supuesto, el primer asesino, y fue maldecido por Dios, condenado a ser "un vagabundo errante en la tierra" (Génesis 4:12). Algunos teorizan que Bigfoot es un descendiente de Caín. Al igual que su antecedente, Bigfoot está maldito a vivir aparte del resto de la humanidad y se ha vuelto monstruoso en su apariencia. Esto haría a Bigfoot similar al monstruo ficticio Grendel en Beowulf.
Una teoría más vincula al Sasquatch con los Nefilim, una raza antediluviana de gigantes producida por la unión de ángeles caídos y mujeres humanas (Génesis 6:4). Algunos ven al Sasquatch como un remanente de los Nefilim, o quizás una nueva especie de criatura producida de la misma manera.
Otros entusiastas de Bigfoot usan complejos "códigos bíblicos" basados en secuencias numéricas para encontrar al Sasquatch en las Escrituras. Estos numerólogos afirman haber descubierto menciones de "Bigfoot", "bestia de la tierra", "peludo" y "hombre salvaje" en la Biblia, todo en el mismo contexto.
Todas estas teorías comparten una debilidad común: la criatura que intentan explicar es legendaria. No hay pruebas reales de la existencia de Bigfoot. La creencia en tal criatura se basa únicamente en anécdotas y rumores, y algunas huellas, que se falsifican fácilmente. En los cientos de años que las personas han estado cazando al Sasquatch, nadie ha atrapado uno, muerto o vivo. Muchos han afirmado haber disparado a Bigfoot, pero nunca se ha encontrado un cadáver. Esto no es para decir que es imposible que Bigfoot exista; podría haber una especie rara de gorila viviendo en las áreas remotas de Norteamérica. Pero nuevamente, no hay pruebas concretas.
Los intentos de respaldar una teoría de Bigfoot con la Biblia no están justificados. La Biblia no menciona a Bigfoot ni alude a una raza peluda de gigantes mitad hombre, mitad simio. En lugar de especular sobre teorías descabelladas de lo que podría existir, deberíamos concentrarnos en lo que la Biblia enseña claramente (ver 1 Timoteo 4:7).
