Pregunta
¿A qué se refirió Jesús cuando dijo que vino a traer espada en Mateo 10:34-36?
Respuesta
Mateo 10:34–36 describe a Jesús diciendo a los discípulos que no había venido a traer paz al mundo, sino espada. La espada de Jesús no era literal. De hecho, cuando Pedro desenvainó su espada para defender a Jesús en el jardín de Getsemaní, Jesús lo reprendió y le dijo que guardara su espada, "porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán" (Mateo 26:52, NBLA). Entonces, ¿por qué Jesús dijo: "No piensen que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada" (NBLA)? ¿Qué tipo de espada vino a traer Jesús?
Uno de los nombres de Jesucristo es Príncipe de Paz. Pasajes como Isaías 9:6, Lucas 2:14 y Juan 14:27 dejan claro que Jesús vino a traer paz, pero esa paz es entre el ser humano y Dios. Quienes rechazan a Dios y el único camino de salvación a través de Jesús (Juan 14:6) se mantendrán en guerra contra Dios. Pero quienes se acerquen a Él en arrepentimiento encontrarán paz con Dios. Gracias al sacrificio de Cristo, somos restaurados a una relación de paz con Dios (Romanos 5:1).
Sin embargo, es inevitable que haya conflicto entre el bien y el mal, entre el Cristo y el anticristo, entre la luz y las tinieblas, entre los hijos de Dios (los creyentes) y los hijos del diablo (los que rechazan a Cristo). Este conflicto puede, y de hecho suele, manifestarse incluso dentro de una familia, cuando algunos son creyentes y otros no. Aunque debemos procurar vivir en paz con todos, no debemos olvidar que Jesús nos advirtió que seríamos aborrecidos por causa de Él. Así como los que rechazan a Cristo lo odian, también odiarán a Sus seguidores (Juan 15:18).
En Mateo 10:34–36, Jesús dijo que en ese momento no había venido a traer paz a la tierra, sino espada, un arma que divide y separa. Como resultado de Su venida, algunos hijos se enfrentarían contra sus padres, y los enemigos de una persona podrían ser los miembros de su propia familia. Esto sucede porque muchos que deciden seguir a Cristo son rechazados incluso por sus seres queridos. Esta puede ser parte del costo del discipulado, ya que nuestro amor por la familia no debe ser mayor que nuestro amor por el Señor. Un verdadero discípulo debe tomar su cruz y seguir a Jesús (Mateo 16:24). Debe estar dispuesto a enfrentar no solo el rechazo familiar, sino incluso la muerte, como un criminal que carga su cruz camino a su ejecución. Los verdaderos seguidores de Cristo deben estar dispuestos a renunciar a todo, incluso a sus familias, si quieren ser dignos de Él (Mateo 10:37–39). Y al hacerlo, encontrarán la vida al entregarla a Jesucristo.
Uno de los nombres de Jesucristo es Príncipe de Paz. Pasajes como Isaías 9:6, Lucas 2:14 y Juan 14:27 dejan claro que Jesús vino a traer paz, pero esa paz es entre el ser humano y Dios. Quienes rechazan a Dios y el único camino de salvación a través de Jesús (Juan 14:6) se mantendrán en guerra contra Dios. Pero quienes se acerquen a Él en arrepentimiento encontrarán paz con Dios. Gracias al sacrificio de Cristo, somos restaurados a una relación de paz con Dios (Romanos 5:1).
Sin embargo, es inevitable que haya conflicto entre el bien y el mal, entre el Cristo y el anticristo, entre la luz y las tinieblas, entre los hijos de Dios (los creyentes) y los hijos del diablo (los que rechazan a Cristo). Este conflicto puede, y de hecho suele, manifestarse incluso dentro de una familia, cuando algunos son creyentes y otros no. Aunque debemos procurar vivir en paz con todos, no debemos olvidar que Jesús nos advirtió que seríamos aborrecidos por causa de Él. Así como los que rechazan a Cristo lo odian, también odiarán a Sus seguidores (Juan 15:18).
En Mateo 10:34–36, Jesús dijo que en ese momento no había venido a traer paz a la tierra, sino espada, un arma que divide y separa. Como resultado de Su venida, algunos hijos se enfrentarían contra sus padres, y los enemigos de una persona podrían ser los miembros de su propia familia. Esto sucede porque muchos que deciden seguir a Cristo son rechazados incluso por sus seres queridos. Esta puede ser parte del costo del discipulado, ya que nuestro amor por la familia no debe ser mayor que nuestro amor por el Señor. Un verdadero discípulo debe tomar su cruz y seguir a Jesús (Mateo 16:24). Debe estar dispuesto a enfrentar no solo el rechazo familiar, sino incluso la muerte, como un criminal que carga su cruz camino a su ejecución. Los verdaderos seguidores de Cristo deben estar dispuestos a renunciar a todo, incluso a sus familias, si quieren ser dignos de Él (Mateo 10:37–39). Y al hacerlo, encontrarán la vida al entregarla a Jesucristo.