Pregunta
¿Puede un cristiano quemar incienso? ¿Qué dice la Biblia sobre quemar incienso?
Respuesta
A primera vista, usar incienso parece algo bastante inocente. Más allá de un posible peligro de incendio, ¿es realmente un problema que alguien que ha puesto su confianza en Jesucristo queme incienso?
Primero, un poco de historia. La evidencia apunta al uso del incienso con fines religiosos en el antiguo Egipto, China, India y el Medio Oriente. Los adoradores en templos budistas se inclinan ante ídolos mientras agitan haces de varillas de incienso encendidas. El incienso se usa para quemar el cuero cabelludo o los brazos de monjes y monjas budistas, y esas cicatrices los marcan de por vida. Dentro del hinduismo, el uso de incienso es generalizado. El palillo de incienso se rota entre las palmas antes de colocarlo en un portaincienso en honor a los dioses.
El judaísmo tiene una larga tradición en el uso del incienso, que se remonta al tabernáculo en el desierto. Dios dio instrucciones para la construcción del altar del incienso, que estaba colocado en el Lugar Santo frente al velo que cubría el Lugar Santísimo. Cada día, un sacerdote quemaba incienso en el altar dentro del tabernáculo. Éxodo 30:34 describe la composición exacta de este incienso sagrado, que tenía una fragancia balsámica. Éxodo 30:8 nos dice que el incienso debía arder de manera perpetua delante del Señor. El "incienso extraño" (es decir, el que no seguía la receta de Dios) estaba prohibido en el culto.
Más tarde, en el templo, se quemaba alrededor de medio kilo de incienso diariamente. Para los judíos, el incienso debía ser un símbolo de la oración, como dice David: "Sea puesta mi oración delante de Ti como incienso" (Salmo 141:2, NBLA).
El incienso aún se utiliza en la Iglesia Ortodoxa Oriental. También tiene un lugar en la tradición católica romana e incluso en algunas iglesias luteranas. El uso del incienso ha visto un resurgimiento dentro del movimiento de la iglesia emergente, en un esfuerzo por volver a un cristianismo "vintage" o antiguo.
Hoy en día, el incienso también se usa entre neopaganos y wiccanos en procedimientos diseñados para liberar poder o invocar hechizos. Las prácticas varían entre estos grupos, pero los cristianos no deben tener absolutamente ninguna parte en ellas. Nosotros adoramos al Creador del universo, no a la creación. Rendir culto o quemar incienso a cualquier persona o cosa que no sea Dios es negar al Señor Jesucristo.
Desde la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el velo entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo ha sido quitado (Mateo 27:50-51). La Ley ha sido cumplida (Mateo 5:17). Ya no es necesario quemar incienso para acercarse a Dios, como leemos en Hebreos 9:11-14.
El cristiano tiene libertad de quemar o no quemar incienso. Es una cuestión de convicción personal. Sin embargo, hay preguntas básicas que nos debemos hacer. ¿Cuál es nuestro propósito al quemar incienso? Dios conoce nuestras motivaciones (Proverbios 21:2). Si nuestra motivación es aumentar el poder de nuestras oraciones o de algún modo ser más agradables a Dios, entonces estamos cayendo en la trampa del legalismo o el misticismo. La Escritura no nos ordena quemar incienso. Hebreos 10:19-22 dice que nos acercamos a Dios con confianza y plena seguridad de fe.
Otra pregunta que debemos considerar es: ¿harán mis acciones tropezar a un hermano más débil en Cristo? Debido al vínculo entre el incienso y las religiones paganas, los cristianos que fueron rescatados de ese trasfondo pueden tener dificultades con su uso. Bíblicamente, debemos considerar a aquellos de conciencia débil que podrían interpretar nuestro uso del incienso como una aprobación de prácticas idólatras (ver Romanos 14 y 1 Corintios 10:23-33). Hemos sido "llamados a ser libres", pero debemos usar esa libertad para "servirnos unos a otros en amor" (Gálatas 5:13).
Primero, un poco de historia. La evidencia apunta al uso del incienso con fines religiosos en el antiguo Egipto, China, India y el Medio Oriente. Los adoradores en templos budistas se inclinan ante ídolos mientras agitan haces de varillas de incienso encendidas. El incienso se usa para quemar el cuero cabelludo o los brazos de monjes y monjas budistas, y esas cicatrices los marcan de por vida. Dentro del hinduismo, el uso de incienso es generalizado. El palillo de incienso se rota entre las palmas antes de colocarlo en un portaincienso en honor a los dioses.
El judaísmo tiene una larga tradición en el uso del incienso, que se remonta al tabernáculo en el desierto. Dios dio instrucciones para la construcción del altar del incienso, que estaba colocado en el Lugar Santo frente al velo que cubría el Lugar Santísimo. Cada día, un sacerdote quemaba incienso en el altar dentro del tabernáculo. Éxodo 30:34 describe la composición exacta de este incienso sagrado, que tenía una fragancia balsámica. Éxodo 30:8 nos dice que el incienso debía arder de manera perpetua delante del Señor. El "incienso extraño" (es decir, el que no seguía la receta de Dios) estaba prohibido en el culto.
Más tarde, en el templo, se quemaba alrededor de medio kilo de incienso diariamente. Para los judíos, el incienso debía ser un símbolo de la oración, como dice David: "Sea puesta mi oración delante de Ti como incienso" (Salmo 141:2, NBLA).
El incienso aún se utiliza en la Iglesia Ortodoxa Oriental. También tiene un lugar en la tradición católica romana e incluso en algunas iglesias luteranas. El uso del incienso ha visto un resurgimiento dentro del movimiento de la iglesia emergente, en un esfuerzo por volver a un cristianismo "vintage" o antiguo.
Hoy en día, el incienso también se usa entre neopaganos y wiccanos en procedimientos diseñados para liberar poder o invocar hechizos. Las prácticas varían entre estos grupos, pero los cristianos no deben tener absolutamente ninguna parte en ellas. Nosotros adoramos al Creador del universo, no a la creación. Rendir culto o quemar incienso a cualquier persona o cosa que no sea Dios es negar al Señor Jesucristo.
Desde la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el velo entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo ha sido quitado (Mateo 27:50-51). La Ley ha sido cumplida (Mateo 5:17). Ya no es necesario quemar incienso para acercarse a Dios, como leemos en Hebreos 9:11-14.
El cristiano tiene libertad de quemar o no quemar incienso. Es una cuestión de convicción personal. Sin embargo, hay preguntas básicas que nos debemos hacer. ¿Cuál es nuestro propósito al quemar incienso? Dios conoce nuestras motivaciones (Proverbios 21:2). Si nuestra motivación es aumentar el poder de nuestras oraciones o de algún modo ser más agradables a Dios, entonces estamos cayendo en la trampa del legalismo o el misticismo. La Escritura no nos ordena quemar incienso. Hebreos 10:19-22 dice que nos acercamos a Dios con confianza y plena seguridad de fe.
Otra pregunta que debemos considerar es: ¿harán mis acciones tropezar a un hermano más débil en Cristo? Debido al vínculo entre el incienso y las religiones paganas, los cristianos que fueron rescatados de ese trasfondo pueden tener dificultades con su uso. Bíblicamente, debemos considerar a aquellos de conciencia débil que podrían interpretar nuestro uso del incienso como una aprobación de prácticas idólatras (ver Romanos 14 y 1 Corintios 10:23-33). Hemos sido "llamados a ser libres", pero debemos usar esa libertad para "servirnos unos a otros en amor" (Gálatas 5:13).