Pregunta

¿Cómo debe un cristiano ver el emprendimiento?

Respuesta
Un emprendedor es alguien que crea y administra un nuevo negocio con el fin de obtener ganancias vendiendo productos o servicios. Por lo general, un emprendedor es una persona auto-motivada, dispuesta a trabajar duro y hacer lo que sea necesario para poner en marcha su negocio. Los emprendedores, al principio, deben estar preparados para enfrentar momentos difíciles si el negocio tarda en ser rentable. El emprendimiento requiere iniciativa, motivación, sacrificio y paciencia—todas características que la Biblia anima a cultivar (Gálatas 5:22; 1 Pedro 1:5–7).

Sin embargo, el emprendimiento puede volverse perjudicial para la vida espiritual si se convierte en un ídolo o si el emprendedor sirve a las riquezas en lugar de a Dios (Lucas 16:13). Algunos emprendedores se sumergen tanto en el trabajo que descuidan a su familia, amigos, salud y al Señor. Cuando algo acapara toda nuestra atención por un tiempo prolongado, puede desequilibrar nuestra vida. Por eso, los cristianos emprendedores deben esforzarse por mantener claras sus prioridades y recordar que un negocio con la bendición de Dios tendrá mejor destino que uno sin ella. El Señor no tolera ídolos, así que el dueño de un negocio debe evitar que el éxito se convierta en lo más importante.

Aunque Adán no fue emprendedor en el sentido moderno, lo primero que Dios hizo cuando lo creó fue darle un trabajo (Génesis 2:15). Fuimos creados para trabajar, usar nuestra mente y nuestras manos para someter este mundo y dominarlo (Génesis 1:28). Las Escrituras elogian la diligencia y el trabajo arduo (Proverbios 14:23; 31:27; Efesios 4:28). En contraste, quienes son perezosos reciben fuertes reprensiones (Proverbios 19:15; 2 Tesalonicenses 3:6). Se nos instruye a tener "[por] ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos" (1 Tesalonicenses 4:11, NBLA).

Muchos emprendedores desean alcanzar independencia financiera para cuidar de sus familias, ayudar a los necesitados y apoyar obras misioneras. Tienen una idea, reúnen los fondos para empezar y asumen la responsabilidad de administrar su empresa. Cuando la motivación es honorable y el negocio es honesto, Dios se deleita en bendecirlo (Salmo 37:23). Pero si la motivación es egoísta o pecaminosa, el negocio no recibirá la bendición de Dios y puede convertirse en un obstáculo para el mejor plan de Dios en la vida del dueño. Como en toda decisión, los cristianos deben buscar la sabiduría del Señor antes de dar el primer paso para iniciar un negocio (Santiago 1:5). Parte de esa sabiduría incluye planear con anticipación (Lucas 14:28–29). Cuando la sabiduría confirma que es una buena idea, cuando se han contado todos los costos y las prioridades están claras, el emprendimiento puede ser una bendición tanto para el emprendedor como para el mundo.