Pregunta
¿Quién era Cirilo de Jerusalén?
Respuesta
Cirilo de Jerusalén, o San Cirilo de Jerusalén, fue un obispo que presidió la Sede de Jerusalén en el siglo IV d. C. (Una sede es una área de jurisdicción otorgada a un líder episcopal). Cirilo de Jerusalén es conocido como uno de los padres de la Iglesia católica oriental, muchos de los cuales se resistieron a partes del Credo Niceno, especialmente a la doctrina del homoousion (la enseñanza de que Jesús y Dios Padre son de la "misma sustancia"). Sin embargo, finalmente Cirilo aceptó esta doctrina y la ortodoxia nicena. Cirilo de Jerusalén asistió al Concilio de Constantinopla en 381.
Cirilo de Jerusalén fue perseguido repetidamente por un compañero eclesiástico llamado Acacio, que era arriano. El arrianismo afirma que, dado que Dios "engendró" a Cristo, hubo un tiempo en el que Dios Hijo no existía. Estas opiniones divergentes crearon muchos conflictos en la iglesia primitiva, muy probablemente porque la doctrina de la Trinidad no se afirma de forma explícita en las Escrituras, sino que su definición debe inferirse a partir de varios pasajes (1 Corintios 8:6; 2 Corintios 3:17; Colosenses 2:9; Isaías 9:6; Juan 10:30; Mateo 1:23). El arrianismo fue finalmente declarado herejía en el Concilio de Nicea, pero, durante mucho tiempo, ambas opiniones fueron aceptadas como potencialmente ortodoxas, y el arrianismo fue la opinión predominante en muchas partes del mundo. Como suele ocurrir en situaciones en las que teologías diferentes intentan coexistir en un mismo cuerpo, hubo algunos conflictos.
Acacio intentó repetidamente destituir a Cirilo de Jerusalén. En una ocasión, durante una escasez de alimentos en Jerusalén, Cirilo tomó algunos objetos sacramentales de la iglesia y los vendió para comprar comida para la gente de su diócesis. Acacio utilizó este incidente para desacreditar a Cirilo y persistió en sus intentos de hacerle rendir cuentas por lo que había hecho. Finalmente, consiguió expulsar a Cirilo de la ciudad. Sin embargo, al año siguiente, un concilio antiarriano reinstauró a Cirilo y Acacio fue destituido. Un año más tarde, esto se revirtió y Cirilo fue nuevamente exiliado de Jerusalén. Muchas veces estos reveses del destino estaban relacionados con cambios en el poder en las más altas esferas. Cuando el emperador Juliano sucedió al emperador Constancio, que había desterrado a Cirilo de Jerusalén, se le permitió a Cirilo regresar. Desafortunadamente, el emperador Valente llegó al poder siete años después y, como Valente era arriano, Cirilo fue nuevamente expulsado de su hogar y de su cargo. Dos años después, cuando el emperador Graciano llegó al poder, a Cirilo se le permitió nuevamente regresar a su hogar, donde permaneció hasta su muerte, ocho años después, en 386.
No se conservan muchos de los escritos de Cirilo de Jerusalén. Quizás sea más conocido por sus lecciones de catequesis, en las que Cirilo describía cómo encontrar la cruz de Jesús y varios lugares sagrados en Jerusalén, instruía a los sacerdotes sobre la forma "correcta" de sostener el pan de la comunión y ordenaba a los cristianos que hicieran la señal de la cruz "cuando comemos y bebemos, nos sentamos, nos acostamos, nos levantamos, hablamos, caminamos, en definitiva, en cada acción" (Catecismo iv, 14). Cirilo hizo hincapié en muchas doctrinas que hoy en día se aceptan como parte del catolicismo romano, entre ellas la transubstanciación, las oraciones por los difuntos y la idea de que la Iglesia católica es la "santa Madre de todos" (Catecismo xviii, 26).
Cirilo de Jerusalén fue perseguido repetidamente por un compañero eclesiástico llamado Acacio, que era arriano. El arrianismo afirma que, dado que Dios "engendró" a Cristo, hubo un tiempo en el que Dios Hijo no existía. Estas opiniones divergentes crearon muchos conflictos en la iglesia primitiva, muy probablemente porque la doctrina de la Trinidad no se afirma de forma explícita en las Escrituras, sino que su definición debe inferirse a partir de varios pasajes (1 Corintios 8:6; 2 Corintios 3:17; Colosenses 2:9; Isaías 9:6; Juan 10:30; Mateo 1:23). El arrianismo fue finalmente declarado herejía en el Concilio de Nicea, pero, durante mucho tiempo, ambas opiniones fueron aceptadas como potencialmente ortodoxas, y el arrianismo fue la opinión predominante en muchas partes del mundo. Como suele ocurrir en situaciones en las que teologías diferentes intentan coexistir en un mismo cuerpo, hubo algunos conflictos.
Acacio intentó repetidamente destituir a Cirilo de Jerusalén. En una ocasión, durante una escasez de alimentos en Jerusalén, Cirilo tomó algunos objetos sacramentales de la iglesia y los vendió para comprar comida para la gente de su diócesis. Acacio utilizó este incidente para desacreditar a Cirilo y persistió en sus intentos de hacerle rendir cuentas por lo que había hecho. Finalmente, consiguió expulsar a Cirilo de la ciudad. Sin embargo, al año siguiente, un concilio antiarriano reinstauró a Cirilo y Acacio fue destituido. Un año más tarde, esto se revirtió y Cirilo fue nuevamente exiliado de Jerusalén. Muchas veces estos reveses del destino estaban relacionados con cambios en el poder en las más altas esferas. Cuando el emperador Juliano sucedió al emperador Constancio, que había desterrado a Cirilo de Jerusalén, se le permitió a Cirilo regresar. Desafortunadamente, el emperador Valente llegó al poder siete años después y, como Valente era arriano, Cirilo fue nuevamente expulsado de su hogar y de su cargo. Dos años después, cuando el emperador Graciano llegó al poder, a Cirilo se le permitió nuevamente regresar a su hogar, donde permaneció hasta su muerte, ocho años después, en 386.
No se conservan muchos de los escritos de Cirilo de Jerusalén. Quizás sea más conocido por sus lecciones de catequesis, en las que Cirilo describía cómo encontrar la cruz de Jesús y varios lugares sagrados en Jerusalén, instruía a los sacerdotes sobre la forma "correcta" de sostener el pan de la comunión y ordenaba a los cristianos que hicieran la señal de la cruz "cuando comemos y bebemos, nos sentamos, nos acostamos, nos levantamos, hablamos, caminamos, en definitiva, en cada acción" (Catecismo iv, 14). Cirilo hizo hincapié en muchas doctrinas que hoy en día se aceptan como parte del catolicismo romano, entre ellas la transubstanciación, las oraciones por los difuntos y la idea de que la Iglesia católica es la "santa Madre de todos" (Catecismo xviii, 26).