Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre la responsabilidad del cristiano?

Respuesta
Sin duda, la mayor razón por la que vivimos para Dios es nuestra fe inquebrantable en la resurrección de Su Hijo, Jesucristo. Es a través de Su resurrección de la tumba que tenemos esperanza y la promesa de la vida eterna con Él. En el capítulo 15 de 1 Corintios, el apóstol Pablo explica que, debido a estas promesas de una resurrección futura y de vivir eternamente en el reino, los creyentes tenemos no solo la motivación, sino también responsabilidades eternas para nuestras vidas aquí en la tierra.

El apóstol Pablo aborda estas responsabilidades en su declaración final del capítulo 15 de su primera carta a los Corintios. Declara que, si realmente creemos y estamos verdaderamente agradecidos porque nuestra resurrección es segura, debemos "por tanto, mis amados hermanos, estén firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que su trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58, NBLA). Esta es, pues, la responsabilidad del creyente: mantenerse firme en la fe y entregarse por completo al Señor.

El griego para "permanecer firme" es hedraios, que literalmente se refiere a "estar sentado, estar asentado y firmemente situado". El griego para "no dejar que nada te mueva" es ametakinetos, y lleva la misma idea básica pero con más intensidad. Significa "estar totalmente inmóviles", indicando que no debemos apartarnos ni un ápice de Su voluntad. Y al estar totalmente dentro de la voluntad de Dios, debemos estar "siempre entregados a la obra del Señor", teniendo cuidado de no ser "sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error" (Efesios 4:14).

¿Por qué nos hace Pablo esta advertencia? Sencillamente, porque, si nuestra esperanza confiada en la resurrección flaquea, es seguro que nos abandonaremos a los caminos y normas del mundo. Por lo tanto, si no hay ramificaciones eternas o consecuencias de lo que hacemos en esta vida, la motivación para el servicio desinteresado y la vida santa desaparece. En otras palabras, se abandonan nuestras responsabilidades eternas.

Por el contrario, cuando nuestra esperanza en la resurrección sea clara y cierta, tendremos una gran motivación para atender a la responsabilidad que tenemos de "entregarnos siempre a la obra del Señor". El griego de esta frase conlleva la idea de sobrepasar las exigencias, de desbordarse o excederse. Un buen ejemplo de esto se encuentra en Efesios 1:7–8, donde la palabra se usa de Dios habiendo "hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento". Puesto que Dios ha provisto tan abundantemente para nosotros, que no merecemos nada de Él, debemos determinarnos a dar de nosotros mismos abundantemente en servicio a Él, a quien debemos todo.

La Biblia nos enseña que nuestra responsabilidad como creyentes es trabajar inflexiblemente como el Señor nos ha dotado y nos guía en esta vida. Debemos entender plenamente que hasta que el Señor regrese hay almas que alcanzar y ministerios de todo tipo que realizar. Somos responsables de nuestro dinero, tiempo, energía, talentos, dones, cuerpos, mentes y espíritus, y no debemos invertir en nada que no contribuya de alguna manera a la obra del Señor. Santiago nos dice: "Porque así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta" (Santiago 2:26).

Nuestro trabajo para el Señor, si es verdaderamente para Él y hecho en Su poder, no puede fallar en lograr lo que Él quiere que se logre. Cada buena obra que los creyentes hacen tiene beneficios eternos que el Señor mismo garantiza. Jesús nos dice: "Por tanto, Yo vengo pronto, y Mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apocalipsis 22:12).

En pocas palabras, nuestra responsabilidad consiste en trabajar para el Señor, ya sea "visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones" (Santiago 1:27), dando al hambriento, vistiendo al desnudo, visitando a los que están en la cárcel (Mateo 25:35–36), sirviendo en nuestro lugar de trabajo (Colosenses 3:22) o haciendo cualquier otra cosa (Colosenses 3:23). Y nuestra motivación es que tenemos la promesa del propio Dios de que nuestro trabajo "no es en vano" en el Señor, pues "sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven" (Colosenses 3:24).