Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre la purificación?
Respuesta
La purificación es el proceso de volverse limpio o puro en un sentido físico, moral o espiritual. En la Escritura, Dios nos llama a ser puros, desechando todo aquello que no se asemeje a Él. Por lo tanto, la purificación es esencial para quienes se acercan a Dios; es importante en la adoración, en la vida diaria y en el proceso de llegar a ser más como Cristo.
En el Antiguo Testamento, la purificación estaba asociada con la limpieza ceremonial. La Ley de Moisés incluía numerosos rituales y sacrificios para lograr la purificación de impurezas físicas y espirituales. Por ejemplo, Levítico 14 describe el proceso de purificación para las personas sanadas de lepra. Este ritual involucraba a un sacerdote, dos aves limpias vivas, madera de cedro, hilo escarlata e hisopo. Un ave era sacrificada, mientras que la otra era liberada, simbolizando tanto la limpieza como la liberación de la impureza. La idea era que, después de un tiempo de corrupción, la purificación era necesaria para restaurar la comunión con Dios y con la comunidad religiosa.
La purificación también era fundamental en el contexto del tabernáculo y el templo. Los sacerdotes debían someterse a rigurosos rituales de purificación antes de realizar sus deberes. En Éxodo 30:17–21, Dios ordenó a Moisés fabricar una fuente de bronce para el lavado. Aarón y sus hijos debían lavarse las manos y los pies antes de acercarse al altar, asegurando su limpieza ceremonial. Este acto de purificación representaba respeto por la santidad de Dios y por la santidad del servicio a Él.
El Nuevo Testamento pasa de un énfasis en la limpieza ceremonial a la limpieza espiritual. El ministerio de Juan el Bautista, por ejemplo, incluía un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados, simbolizando la purificación del corazón. En Mateo 3:11, Juan declara: "Yo, en verdad, los bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las sandalias; Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego". Aquí, la purificación por agua no es simplemente una señal externa, sino un reflejo de un corazón limpio.
Jesús también enseñó la importancia de la purificación. En Marcos 7:18–23, Jesús explica que no es lo que entra en la persona lo que la contamina, sino lo que sale de su corazón. Jesús enumera cosas como malos pensamientos, inmoralidad sexual, robos y otros pecados como impurezas que corrompen desde adentro. Según Jesús, la purificación implica una transformación radical de la mente, el corazón y el espíritu (ver Juan 3:3, 5).
La purificación también ocupa un lugar central en los escritos de los apóstoles. En 1 Juan 1:7, el apóstol Juan declara: "Pero si andamos en la Luz, como Él está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado". La fe en la muerte sacrificial de Cristo es el medio por el cual los pecadores son purificados de toda impureza, permitiéndoles presentarse justificados ante un Dios santo.
En 2 Corintios 7:1, Pablo exhorta a los creyentes: "limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios". Para llevar la santidad a su plenitud, los creyentes deben apartarse activamente del pecado en cooperación con el Espíritu Santo: "Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu" (Gálatas 5:25).
El libro de Apocalipsis muestra que la entrada a la Nueva Jerusalén requiere purificación: "Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad" (Apocalipsis 22:14). Antes, Juan había visto "una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas" (Apocalipsis 7:9). Uno de los ancianos le explicó a Juan cómo sus vestiduras llegaron a ser tan blancas: "han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero" (Apocalipsis 7:14).
La purificación delante de un Dios santo es un tema central en la Biblia. Desde los rituales del Antiguo Testamento hasta la regeneración por medio del Espíritu Santo, la purificación es esencial para la salvación del pecado y para la comunión con Dios. Los creyentes son llamados a vivir en santidad, experimentando la limpieza de Dios (1 Juan 1:9) y esforzándose por reflejar el carácter de Cristo.
En el Antiguo Testamento, la purificación estaba asociada con la limpieza ceremonial. La Ley de Moisés incluía numerosos rituales y sacrificios para lograr la purificación de impurezas físicas y espirituales. Por ejemplo, Levítico 14 describe el proceso de purificación para las personas sanadas de lepra. Este ritual involucraba a un sacerdote, dos aves limpias vivas, madera de cedro, hilo escarlata e hisopo. Un ave era sacrificada, mientras que la otra era liberada, simbolizando tanto la limpieza como la liberación de la impureza. La idea era que, después de un tiempo de corrupción, la purificación era necesaria para restaurar la comunión con Dios y con la comunidad religiosa.
La purificación también era fundamental en el contexto del tabernáculo y el templo. Los sacerdotes debían someterse a rigurosos rituales de purificación antes de realizar sus deberes. En Éxodo 30:17–21, Dios ordenó a Moisés fabricar una fuente de bronce para el lavado. Aarón y sus hijos debían lavarse las manos y los pies antes de acercarse al altar, asegurando su limpieza ceremonial. Este acto de purificación representaba respeto por la santidad de Dios y por la santidad del servicio a Él.
El Nuevo Testamento pasa de un énfasis en la limpieza ceremonial a la limpieza espiritual. El ministerio de Juan el Bautista, por ejemplo, incluía un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados, simbolizando la purificación del corazón. En Mateo 3:11, Juan declara: "Yo, en verdad, los bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las sandalias; Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego". Aquí, la purificación por agua no es simplemente una señal externa, sino un reflejo de un corazón limpio.
Jesús también enseñó la importancia de la purificación. En Marcos 7:18–23, Jesús explica que no es lo que entra en la persona lo que la contamina, sino lo que sale de su corazón. Jesús enumera cosas como malos pensamientos, inmoralidad sexual, robos y otros pecados como impurezas que corrompen desde adentro. Según Jesús, la purificación implica una transformación radical de la mente, el corazón y el espíritu (ver Juan 3:3, 5).
La purificación también ocupa un lugar central en los escritos de los apóstoles. En 1 Juan 1:7, el apóstol Juan declara: "Pero si andamos en la Luz, como Él está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado". La fe en la muerte sacrificial de Cristo es el medio por el cual los pecadores son purificados de toda impureza, permitiéndoles presentarse justificados ante un Dios santo.
En 2 Corintios 7:1, Pablo exhorta a los creyentes: "limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios". Para llevar la santidad a su plenitud, los creyentes deben apartarse activamente del pecado en cooperación con el Espíritu Santo: "Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu" (Gálatas 5:25).
El libro de Apocalipsis muestra que la entrada a la Nueva Jerusalén requiere purificación: "Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad" (Apocalipsis 22:14). Antes, Juan había visto "una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas" (Apocalipsis 7:9). Uno de los ancianos le explicó a Juan cómo sus vestiduras llegaron a ser tan blancas: "han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero" (Apocalipsis 7:14).
La purificación delante de un Dios santo es un tema central en la Biblia. Desde los rituales del Antiguo Testamento hasta la regeneración por medio del Espíritu Santo, la purificación es esencial para la salvación del pecado y para la comunión con Dios. Los creyentes son llamados a vivir en santidad, experimentando la limpieza de Dios (1 Juan 1:9) y esforzándose por reflejar el carácter de Cristo.