Pregunta
¿Qué dice la Biblia acerca de pedir disculpas?
Respuesta
Pedir disculpas… ¡Uf! A la mayoría de nosotros no nos gusta hacerlo. Es difícil admitir que estuvimos equivocados y aún más difícil pedirle a alguien que nos perdone, especialmente si la otra persona también tuvo parte de la culpa. Pero pedir disculpas es parte de buscar la humildad, y la humildad es una cualidad de carácter que Dios valora mucho. Santiago 4:10 dice: "Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará" (NBLA). Pedir disculpas nos humilla al recordarnos que no somos perfectos y que necesitamos el perdón de Dios y de otras personas.
Sin embargo, nuestra idea de lo que es disculparse puede no ser suficiente. Incluso los adultos pueden comportarse como niños a los que su madre les dice: "Dense la mano y pídanse perdón". Muchas veces, simplemente decir "lo siento" no es una disculpa completa, porque no considera la magnitud del daño hecho. Hay ocasiones en que, sin querer, tropezamos con alguien o decimos algo inapropiado. Esos pequeños errores, cometidos sin mala intención, son fáciles de disculpar con un "lo siento". Pero cuando realmente hemos hecho daño a alguien, esa persona necesita que validemos el dolor que causamos. Una disculpa genuina suena más o menos así: "Estuve mal al ________. Sé que te herí y lamento haberlo hecho. ¿Me podrías perdonar? ¿Cómo puedo remediarlo?".
El rey Saúl nos dejó un ejemplo de una disculpa insuficiente. Él desobedeció una orden directa del Señor, y Samuel lo confrontó. Saúl, al principio, negó haber hecho algo malo, pero, cuando fue presionado, admitió que había pecado contra Dios. Aun así, culpó su pecado a su deseo de agradar al pueblo (1 Samuel 15:24–26). Estaba apenado por haber sido descubierto, pero no lo suficientemente humilde como para admitir plenamente su falta. Dios no se impresionó con la disculpa de Saúl y le quitó el reino (v. 28).
Cuando sabemos que hemos ofendido a Dios o a otra persona, Dios espera que lo arreglemos. Con Dios, lo hacemos arrepintiéndonos de ese pecado, confesándolo y recibiendo Su perdón (1 Juan 1:9). Con otros, lo hacemos pidiendo disculpas: admitiendo nuestra falta, pidiendo perdón y ofreciendo hacer restitución (como hizo Zaqueo en Lucas 19:8). Cuando hemos hecho mal a alguien, debemos hacer todo lo posible por enmendarlo. Estar reconciliados con un hermano o hermana ofendidos debe ser una prioridad (Mateo 5:23–24).
Cuando alguien nos confronta por nuestro pecado, debemos tener la humildad suficiente para admitir la verdad, disculparnos y pedir perdón. Y si alguien viene a nosotros para disculparse por algo que hizo, debemos ser lo suficientemente generosos como para perdonarlo: "Soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes" (Colosenses 3:13, NBLA; cf. Mateo 18:21–22).
Jesús dijo: "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9, NBLA). Parte de procurar la paz es admitir con facilidad cuando nos equivocamos. Los pacificadores perdonan cuando es necesario perdonar y piden disculpas cuando han ofendido a alguien (Efesios 4:32). Aunque pedir perdón a veces sea difícil, nos ayuda a parecernos más a Jesús, al humillarnos y enseñarnos sobre la gracia.
Sin embargo, nuestra idea de lo que es disculparse puede no ser suficiente. Incluso los adultos pueden comportarse como niños a los que su madre les dice: "Dense la mano y pídanse perdón". Muchas veces, simplemente decir "lo siento" no es una disculpa completa, porque no considera la magnitud del daño hecho. Hay ocasiones en que, sin querer, tropezamos con alguien o decimos algo inapropiado. Esos pequeños errores, cometidos sin mala intención, son fáciles de disculpar con un "lo siento". Pero cuando realmente hemos hecho daño a alguien, esa persona necesita que validemos el dolor que causamos. Una disculpa genuina suena más o menos así: "Estuve mal al ________. Sé que te herí y lamento haberlo hecho. ¿Me podrías perdonar? ¿Cómo puedo remediarlo?".
El rey Saúl nos dejó un ejemplo de una disculpa insuficiente. Él desobedeció una orden directa del Señor, y Samuel lo confrontó. Saúl, al principio, negó haber hecho algo malo, pero, cuando fue presionado, admitió que había pecado contra Dios. Aun así, culpó su pecado a su deseo de agradar al pueblo (1 Samuel 15:24–26). Estaba apenado por haber sido descubierto, pero no lo suficientemente humilde como para admitir plenamente su falta. Dios no se impresionó con la disculpa de Saúl y le quitó el reino (v. 28).
Cuando sabemos que hemos ofendido a Dios o a otra persona, Dios espera que lo arreglemos. Con Dios, lo hacemos arrepintiéndonos de ese pecado, confesándolo y recibiendo Su perdón (1 Juan 1:9). Con otros, lo hacemos pidiendo disculpas: admitiendo nuestra falta, pidiendo perdón y ofreciendo hacer restitución (como hizo Zaqueo en Lucas 19:8). Cuando hemos hecho mal a alguien, debemos hacer todo lo posible por enmendarlo. Estar reconciliados con un hermano o hermana ofendidos debe ser una prioridad (Mateo 5:23–24).
Cuando alguien nos confronta por nuestro pecado, debemos tener la humildad suficiente para admitir la verdad, disculparnos y pedir perdón. Y si alguien viene a nosotros para disculparse por algo que hizo, debemos ser lo suficientemente generosos como para perdonarlo: "Soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes" (Colosenses 3:13, NBLA; cf. Mateo 18:21–22).
Jesús dijo: "Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios" (Mateo 5:9, NBLA). Parte de procurar la paz es admitir con facilidad cuando nos equivocamos. Los pacificadores perdonan cuando es necesario perdonar y piden disculpas cuando han ofendido a alguien (Efesios 4:32). Aunque pedir perdón a veces sea difícil, nos ayuda a parecernos más a Jesús, al humillarnos y enseñarnos sobre la gracia.