Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre la pasividad / ser pasivo?

Respuesta
La pasividad es una característica de quien se contiene y permite que otros actúen. Ser pasivo significa abstenerse de resistir y ceder a influencias externas. La pasividad puede surgir de fundamentos buenos o malos, y puede traer resultados positivos o negativos. La Biblia nos da ejemplos de personas que mostraron tanto buena como mala pasividad.

La pasividad es apropiada cuando implica someternos a la voluntad de Dios. Jesús demostró este tipo de pasividad la noche en que fue arrestado. En lugar de permitir que Sus discípulos lucharan por Él, se sometió voluntariamente al abuso de Sus captores. "Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente" (1 Pedro 2:23). Jesucristo, el Señor de todo, estuvo de pie en un tribunal, atado con cuerdas, y permitió que hombres lo insultaran, golpearan y escarnecieran —y no hizo nada para detenerlos—. Él ya les había dicho a Sus discípulos: "¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?" (Mateo 26:53). La conducta pasiva de Jesús tenía un significado más profundo, y Su aparente inacción era en realidad muy activa: el Señor estaba entregándose voluntariamente como sacrificio por los pecados del mundo (Gálatas 1:4; 1 Juan 2:2). Resistir o defenderse habría frustrado el plan de Dios (Mateo 26:54). La pasividad de Jesús estaba dentro de la voluntad de Dios y, por lo tanto, era correcta.

Hay momentos en los que debemos seguir el ejemplo de Jesús y permanecer en silencio cuando se nos ridiculiza o ataca (Mateo 5:39). Incluso entonces, al ser pasivos, estamos tomando una decisión activa por el bien de la otra persona, y no simplemente enterrando la cabeza en la arena, fingiendo que no vemos el mal. Algunas acciones pueden parecer pasivas cuando, en realidad, son decisiones calculadas. Por ejemplo, Billy Graham se negó a tomar partido político. Aunque era un cristiano conservador, se mantuvo pasivo en temas políticos para ser bien recibido en cualquier Casa Blanca. Sin duda tenía opiniones políticas, pero se negó a involucrarse en batallas públicas con el fin de alcanzar un propósito mayor: mantener influencia sobre presidentes de cualquier partido.

Sin embargo, no hay lugar para la pasividad cuando Dios nos ha llamado a actuar. Josué tuvo que tomar medidas para erradicar el mal en Israel (Josué 7); llegó un momento en que Barac tuvo que movilizar al ejército para luchar contra los cananeos (Jueces 4). El apóstol Pablo fue uno de los defensores más activos del evangelio, y aun así, estando en prisión, pidió a la iglesia de Éfeso que orara para que hablara con valentía acerca de Jesús (Efesios 6:19). La valentía es lo opuesto a la pasividad. La valentía avanza, mientras que la pasividad se detiene. La valentía actúa, mientras que la pasividad rehúsa involucrarse.

Las instrucciones a lo largo de la Escritura rara vez requieren pasividad. Nos llaman a actuar. Se nos ordena abandonar la pasividad y hacer lo siguiente:

Orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17)

Predicar la Palabra (2 Timoteo 4:2)

Animarnos unos a otros (Hebreos 3:13)

Amarnos unos a otros (1 Pedro 1:22)

Huir de la inmoralidad sexual (1 Corintios 6:18)

Honrar a los padres (Efesios 6:2)

"Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría" (Colosenses 3:5)

La obediencia a los mandamientos de Dios a menudo requiere salir de nuestra zona de comodidad, hablar, tomar decisiones o avanzar hacia el objetivo que Dios ha establecido. La última instrucción de Jesús a Sus seguidores fue: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" (Mateo 28:19–20). Si los discípulos hubieran elegido la pasividad, el cristianismo habría desaparecido rápidamente y ninguno de nosotros habría escuchado acerca de Jesús.

Dios no es pasivo. Envió a Su Hijo unigénito para redimirnos (Juan 3:16–18). Él es defensor de viudas y huérfanos (Salmo 68:5). Lucha las batallas por Sus hijos (Éxodo 14:14; Deuteronomio 1:30; Nehemías 4:20). Cuando no podíamos hacer nada para salvarnos a nosotros mismos, Jesús vino "a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10). Hemos sido llamados a conocerlo, amarlo y ser como Él (Marcos 12:29–30; Romanos 8:29).