Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre el incienso?

Respuesta
Cuando Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto, su destino geográfico era la Tierra Prometida. Sin embargo, el objetivo final de su libertad era permitirles adorar a Dios sin restricciones (por ejemplo, Éxodo 5:1). Después de cruzar el Mar Rojo, Dios ordenó a los israelitas que construyeran el tabernáculo, un santuario temporal que debían utilizar para la adoración durante su viaje de 40 años por el desierto. Dentro de esta tienda sagrada, el incienso encendido desempeñaba un papel crucial. El humo ascendente simbolizaba la adoración de los israelitas que subía hacia Dios, y su fragante aroma representaba Su aceptación y satisfacción por la devoción devocional de ellos.

La Biblia menciona varios usos del incienso, pero presta especial atención a la mezcla que se quemaba dentro del tabernáculo. La mezcla que Dios ordenó a los israelitas que utilizaran dentro de la tienda consistía en extractos de plantas y conchas. Ordenó a Moisés: "Toma especias, estacte, uña aromática y gálbano, especias con incienso puro. Que haya de cada una igual peso. Con ello harás incienso, un perfume, obra de perfumador, sazonado, puro y santo" (Éxodo 30:34-35).

La especia aromática estacte, también llamada "resina gomosa", se extrae de la corteza de los arbustos de mirra y se muele hasta convertirla en polvo; la uña aromática se elabora a partir de restos molidos de conchas de moluscos; el gálbano es una resina derivada de la planta ferula; y el incienso es una resina que se obtiene de los árboles boswellia. Además, se añade sal a la mezcla. Las propiedades antibacterianas de la sal sirven para prevenir la descomposición, y simboliza, además, la pureza de los ingredientes.

Dios asignó al sumo sacerdote la función de quemar esta mezcla exacta en el altar del incienso. El altar desempeñaba un papel fundamental en las actividades de adoración diarias y anuales que simbolizaban la relación de Israel con Dios. Hecho de madera de acacia, y recubierto de oro, el altar medía casi un metro de alto y cuarenta y cinco centímetros de ancho, con un cuerno en cada esquina. Estaba en el Lugar Santo, la sala más exterior del tabernáculo, justo enfrente de la entrada a la sala más interior, el Lugar Santísimo (Éxodo 30:1-6).

El sumo sacerdote quemaba incienso dos veces al día, una antes del sacrificio matutino y otra después del sacrificio vespertino (Éxodo 30:7-8). Además, en el Día de la Expiación, se celebraba una ceremonia especial en la que se utilizaba incienso. El sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo con incienso, ardiendo en un incensario, creando una nube protectora de humo sobre el propiciatorio, es decir, la cubierta del arca del Pacto. El humo simbolizaba las oraciones del pueblo y protegía al sumo sacerdote de la presencia directa de Dios, asegurando su supervivencia (Levítico 16:12-13). A continuación, rociaba la sangre de un toro sacrificado sobre el propiciatorio. Después, aplicaba la sangre de un macho cabrío sacrificado sobre los cuatro cuernos del altar del incienso para purificarlo ceremonialmente del pecado (Éxodo 30:10; cf. Levítico 16:16). Estas acciones completaban los rituales de expiación, limpiando tanto al pueblo como al santuario del pecado.

Las instrucciones de Dios especificaban que el incienso quemado en el altar del tabernáculo: "Santísimo será para ustedes", enfatizando su uso exclusivo para la adoración (Éxodo 30:36-37). Esta instrucción también prohibía a los israelitas utilizar la mezcla sagrada para uso personal como fragancia. Si lo hacían, serían excluidos de la comunidad (Éxodo 30:38).

Además, Dios prohibió a los israelitas utilizar incienso "extraño" (NBLA) o "no sagrado" (NTV) en el altar (Éxodo 30:9). Esto podía ser incienso de una mezcla diferente u ofrecer la mezcla sagrada con ofrendas de alimentos. Estas prohibiciones subrayaban su uso sagrado. Había graves consecuencias por el uso indebido, como cuando dos de los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, murieron por una adoración inadecuada relacionada con el incienso (Levítico 10:1-2).

Aunque el Antiguo Testamento exigía originalmente que el sumo sacerdote ofreciera el incienso sagrado, el Evangelio de Lucas revela un cambio en esa tradición, mostrando que también se permitía a los sacerdotes ordinarios realizar la ofrenda. La prueba de Zacarías ejemplifica este cambio en la práctica, ya que fue elegido por sorteo para colocar incienso en el altar del templo mientras el pueblo oró fuera (Lucas 1:9-10). Entonces, mientras el humo del incienso se elevaba hacia Dios, un ángel le anunció a Zacarías que él y Elisabet tendrían un hijo, Juan el Bautista, el precursor del Mesías (Lucas 1:11-16).

En conclusión, el papel del incienso a lo largo de la Biblia, desde su uso regulado en el Antiguo Testamento hasta su descripción en el Evangelio de Lucas, es emblemático de la oración y la relación entre Dios y Su pueblo. David lo expresa de manera conmovedora en el Salmo 141:2 cuando escribe: "Sea puesta mi oración delante de Ti como incienso, el alzar de mis manos como la ofrenda de la tarde" (cf. Apocalipsis 5:8; 8:3-4). Por lo tanto, el incienso recuerda a los cristianos que Dios se complace cuando Su pueblo ora.