Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre leer o escribir ficción?
Respuesta
La Biblia es el Libro de la Verdad. Dios nos exhorta a decir la verdad y a rechazar la mentira. Dado el énfasis de la Biblia en la verdad, surge la pregunta: ¿dónde encaja la ficción? ¿Escribir ficción —por definición, una historia inventada— es una mentira? ¿Es pecado crear y distribuir algo que no es literalmente verdadero? ¿Debemos leer ficción? Después de todo, "ni presten atención a mitos y genealogías interminables, lo que da lugar a discusiones inútiles en vez de hacer avanzar el plan de Dios que es por fe" (1 Timoteo 1:4, NBLA).
En realidad, 1 Timoteo 1:4 está advirtiendo a la iglesia que no se involucre en controversias sobre conjeturas extrabíblicas. El ministerio de enseñanza de una iglesia se debe basar en la Palabra de Dios, no en ideas, filosofías o imaginaciones humanas. Especular sobre la existencia de un ángel llamado Rafael o sobre el color del cabello de Sansón no es provechoso; el dogmatismo sobre tales asuntos es aún peor. Sin embargo, la Biblia no prohíbe leer o escribir ficción.
De hecho, la propia Biblia utiliza la ficción como recurso literario. Esto no significa que sea falsa, sino que a veces emplea narraciones ficticias para comunicar la verdad. Por ejemplo, "el Señor envió a Natán a David. Y Natán vino a él y le dijo: "Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y vacas. Pero el pobre no tenía más que una corderita, que él había comprado y criado, la cual había crecido junto con él y con sus hijos. Comía de su pan, bebía de su copa y dormía en su seno, y era como una hija para él. Vino un viajero a visitar al hombre rico y éste no quiso tomar de sus ovejas ni de sus vacas para preparar comida para el caminante que había venido a él, sino que tomó la corderita del hombre pobre y la preparó para el hombre que había venido a visitarlo"" (2 Samuel 12:1–4, NBLA). Cuando este crimen ficticio provocó la indignación de David, Natán reveló que la historia era una alegoría de su adulterio con Betsabé. Otros ejemplos de narraciones ficticias incluyen la fábula de Jotam (Jueces 9:7–15) y la alegoría de Ezequiel (Ezequiel 17:1–8). El mayor narrador de historias fue Jesús, y cada una de sus parábolas es, en forma literaria, ficción que comunica verdades espirituales profundas.
Escribir ficción como la que se encuentra en la Biblia—para revelar verdades espirituales—sigue el ejemplo de Jesús. El progreso del peregrino de John Bunyan es una obra ficticia, y, sin embargo, es uno de los libros más profundamente bíblicos jamás escritos. Muchas historias de C. S. Lewis son alegorías ficticias que revelan verdades espirituales. Bunyan anticipó las críticas que recibiría por usar "palabras fingidas" (ficción), y su defensa fue que la ficción puede ser un vehículo para la verdad: "Algunos hombres, con palabras fingidas tan oscuras como las mías, / hacen que la verdad se enrede y que sus rayos brillen". No existe conflicto entre la Biblia y la ficción como género literario.
Ahora bien, ¿significa esto que toda historia que un cristiano escribe, lee o ve debe tener necesariamente un mensaje cristiano? No. Una historia valiosa no necesita ser abiertamente cristiana, aunque la Biblia nos da principios que deben guiar nuestra ficción. "Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses 3:1–2, NBLA). Además, "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten" (Filipenses 4:8, NBLA). El Señor de los Anillos se suele usar como ejemplo de ficción no cristiana escrita por un autor cristiano. En realidad, J. R. R. Tolkien despreciaba la alegoría cristiana, incluso la de su amigo C. S. Lewis. Escribió sus libros como alegorías sobre la guerra y los peligros del progreso tecnológico, sin un mensaje espiritual explícito. Sin embargo, su fe inevitablemente impregnó su obra, llenando sus historias de valores bíblicos como el coraje, la unidad de propósito y el autosacrificio.
La Biblia permite el uso de la ficción. Sin embargo, tanto si se trata de alegorías espirituales, ficción histórica o simple entretenimiento, los escritores cristianos deben aplicar los principios bíblicos y los lectores deben ejercer discernimiento. "No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan" (Efesios 4:29, NBLA). Además, "tampoco haya obscenidades, ni necedades, ni groserías, que no son apropiadas, sino más bien acciones de gracias" (Efesios 5:4, NBLA). Los escritores de ficción deben recordar que, incluso si su intención es únicamente entretener, toda historia enseña algo. Y la Biblia enseña que la enseñanza, cualquiera que sea el medio, es una tarea espiritualmente seria (Santiago 3:1).
En realidad, 1 Timoteo 1:4 está advirtiendo a la iglesia que no se involucre en controversias sobre conjeturas extrabíblicas. El ministerio de enseñanza de una iglesia se debe basar en la Palabra de Dios, no en ideas, filosofías o imaginaciones humanas. Especular sobre la existencia de un ángel llamado Rafael o sobre el color del cabello de Sansón no es provechoso; el dogmatismo sobre tales asuntos es aún peor. Sin embargo, la Biblia no prohíbe leer o escribir ficción.
De hecho, la propia Biblia utiliza la ficción como recurso literario. Esto no significa que sea falsa, sino que a veces emplea narraciones ficticias para comunicar la verdad. Por ejemplo, "el Señor envió a Natán a David. Y Natán vino a él y le dijo: "Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y vacas. Pero el pobre no tenía más que una corderita, que él había comprado y criado, la cual había crecido junto con él y con sus hijos. Comía de su pan, bebía de su copa y dormía en su seno, y era como una hija para él. Vino un viajero a visitar al hombre rico y éste no quiso tomar de sus ovejas ni de sus vacas para preparar comida para el caminante que había venido a él, sino que tomó la corderita del hombre pobre y la preparó para el hombre que había venido a visitarlo"" (2 Samuel 12:1–4, NBLA). Cuando este crimen ficticio provocó la indignación de David, Natán reveló que la historia era una alegoría de su adulterio con Betsabé. Otros ejemplos de narraciones ficticias incluyen la fábula de Jotam (Jueces 9:7–15) y la alegoría de Ezequiel (Ezequiel 17:1–8). El mayor narrador de historias fue Jesús, y cada una de sus parábolas es, en forma literaria, ficción que comunica verdades espirituales profundas.
Escribir ficción como la que se encuentra en la Biblia—para revelar verdades espirituales—sigue el ejemplo de Jesús. El progreso del peregrino de John Bunyan es una obra ficticia, y, sin embargo, es uno de los libros más profundamente bíblicos jamás escritos. Muchas historias de C. S. Lewis son alegorías ficticias que revelan verdades espirituales. Bunyan anticipó las críticas que recibiría por usar "palabras fingidas" (ficción), y su defensa fue que la ficción puede ser un vehículo para la verdad: "Algunos hombres, con palabras fingidas tan oscuras como las mías, / hacen que la verdad se enrede y que sus rayos brillen". No existe conflicto entre la Biblia y la ficción como género literario.
Ahora bien, ¿significa esto que toda historia que un cristiano escribe, lee o ve debe tener necesariamente un mensaje cristiano? No. Una historia valiosa no necesita ser abiertamente cristiana, aunque la Biblia nos da principios que deben guiar nuestra ficción. "Si ustedes, pues, han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Pongan la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses 3:1–2, NBLA). Además, "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten" (Filipenses 4:8, NBLA). El Señor de los Anillos se suele usar como ejemplo de ficción no cristiana escrita por un autor cristiano. En realidad, J. R. R. Tolkien despreciaba la alegoría cristiana, incluso la de su amigo C. S. Lewis. Escribió sus libros como alegorías sobre la guerra y los peligros del progreso tecnológico, sin un mensaje espiritual explícito. Sin embargo, su fe inevitablemente impregnó su obra, llenando sus historias de valores bíblicos como el coraje, la unidad de propósito y el autosacrificio.
La Biblia permite el uso de la ficción. Sin embargo, tanto si se trata de alegorías espirituales, ficción histórica o simple entretenimiento, los escritores cristianos deben aplicar los principios bíblicos y los lectores deben ejercer discernimiento. "No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan" (Efesios 4:29, NBLA). Además, "tampoco haya obscenidades, ni necedades, ni groserías, que no son apropiadas, sino más bien acciones de gracias" (Efesios 5:4, NBLA). Los escritores de ficción deben recordar que, incluso si su intención es únicamente entretener, toda historia enseña algo. Y la Biblia enseña que la enseñanza, cualquiera que sea el medio, es una tarea espiritualmente seria (Santiago 3:1).