Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre espiar o escuchar a escondidas?
Respuesta
Cuando espiamos o escuchamos a escondidas a alguien, estamos intentando obtener información que no se nos está compartiendo voluntariamente. En muchos casos, espiar o escuchar conversaciones privadas es un pecado. Sin embargo, en otros casos, puede haber razones legítimas para hacerlo.
Los gobiernos contratan espías como parte de su seguridad nacional. Sin espiar los planes del enemigo, una nación podría perder su libertad. En tiempos de guerra, el espionaje y la recolección de inteligencia militar han sido claves para obtener la victoria. Dios mismo le dijo a Moisés que enviara espías a la tierra de Canaán para conocer lo que el pueblo de Israel enfrentaría al tomarla (Números 13:1–2). Más adelante, Josué envió espías a Jericó antes de la batalla decisiva (Josué 2:1). En Jueces 7:9–15, Dios instruyó a Gedeón y a su siervo Fura a espiar a los madianitas.
Escuchar a escondidas—oír en secreto una conversación privada—es una violación de la privacidad y, a menudo, una ruptura de la confianza. Sin embargo, también puede tener un propósito válido. Por ejemplo, escuchar a escondidas pudo haber evitado el asesinato de Pablo (Hechos 23:16) y frustrado el atentado contra el rey Asuero (Ester 2:21–23). En un ejemplo moderno, una madre preocupada por el rumbo que está tomando su hija adolescente podría detenerse frente a la puerta de su habitación al escucharla hablar por teléfono. Si oye palabras como "bebida" o "fiesta", y su intención es protegerla, podría escuchar para saber cómo intervenir. Por lo tanto, espiar o escuchar a escondidas no es incorrecto en sí mismo; el pecado está en la intención que hay detrás de la acción.
Cuando espiamos o escuchamos movidos por motivos egoístas, cruzamos un límite. La envidia, los celos o el deseo de venganza pueden llevarnos a hacerlo de forma pecaminosa. Si nuestra intención es usar la información para obtener una ventaja injusta o para dañar a alguien, estamos actuando mal. Esto es deshonesto y carente de amor (Romanos 13:8; Lucas 6:31). Los cristianos debemos ser "irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa" (Filipenses 2:15, NBLA). Escuchar por simple curiosidad es actuar con astucia engañosa (Proverbios 11:3). Además, si escuchamos algo "jugoso", es fácil que queramos contarlo; de esa manera, escuchar a escondidas se vuelve el primer paso hacia el chisme.
En aquellas ocasiones en que el espionaje o el acto de escuchar a escondidas se realizan con motivos altruistas, pueden ser aceptables. Pero cualquier indicio de egoísmo, morbo o intromisión indebida los contamina de pecado. Si tenemos dudas sobre la rectitud de espiar o escuchar en una situación concreta, debemos recordar siempre las palabras de Jesús en Lucas 6:31: "Y así como quieran que los hombres les hagan a ustedes, hagan con ellos de la misma manera" (NBLA).
Los gobiernos contratan espías como parte de su seguridad nacional. Sin espiar los planes del enemigo, una nación podría perder su libertad. En tiempos de guerra, el espionaje y la recolección de inteligencia militar han sido claves para obtener la victoria. Dios mismo le dijo a Moisés que enviara espías a la tierra de Canaán para conocer lo que el pueblo de Israel enfrentaría al tomarla (Números 13:1–2). Más adelante, Josué envió espías a Jericó antes de la batalla decisiva (Josué 2:1). En Jueces 7:9–15, Dios instruyó a Gedeón y a su siervo Fura a espiar a los madianitas.
Escuchar a escondidas—oír en secreto una conversación privada—es una violación de la privacidad y, a menudo, una ruptura de la confianza. Sin embargo, también puede tener un propósito válido. Por ejemplo, escuchar a escondidas pudo haber evitado el asesinato de Pablo (Hechos 23:16) y frustrado el atentado contra el rey Asuero (Ester 2:21–23). En un ejemplo moderno, una madre preocupada por el rumbo que está tomando su hija adolescente podría detenerse frente a la puerta de su habitación al escucharla hablar por teléfono. Si oye palabras como "bebida" o "fiesta", y su intención es protegerla, podría escuchar para saber cómo intervenir. Por lo tanto, espiar o escuchar a escondidas no es incorrecto en sí mismo; el pecado está en la intención que hay detrás de la acción.
Cuando espiamos o escuchamos movidos por motivos egoístas, cruzamos un límite. La envidia, los celos o el deseo de venganza pueden llevarnos a hacerlo de forma pecaminosa. Si nuestra intención es usar la información para obtener una ventaja injusta o para dañar a alguien, estamos actuando mal. Esto es deshonesto y carente de amor (Romanos 13:8; Lucas 6:31). Los cristianos debemos ser "irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa" (Filipenses 2:15, NBLA). Escuchar por simple curiosidad es actuar con astucia engañosa (Proverbios 11:3). Además, si escuchamos algo "jugoso", es fácil que queramos contarlo; de esa manera, escuchar a escondidas se vuelve el primer paso hacia el chisme.
En aquellas ocasiones en que el espionaje o el acto de escuchar a escondidas se realizan con motivos altruistas, pueden ser aceptables. Pero cualquier indicio de egoísmo, morbo o intromisión indebida los contamina de pecado. Si tenemos dudas sobre la rectitud de espiar o escuchar en una situación concreta, debemos recordar siempre las palabras de Jesús en Lucas 6:31: "Y así como quieran que los hombres les hagan a ustedes, hagan con ellos de la misma manera" (NBLA).