Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre el consumismo?
Respuesta
Para los fines de este artículo, el consumismo se define como una preocupación excesiva por consumir cada vez más bienes, mercancías y servicios. El consumismo se centra en tener lo último, comprar lo mejor y obtener lo máximo. Desecha el modelo del año pasado en favor del más nuevo, sofisticado y reluciente. Es la actitud que está detrás de la frase "El que muere con más juguetes, gana". El consumismo va más allá de mantener una economía saludable, que depende del comercio activo y la producción y consumo de bienes nuevos, y entra en el terreno del materialismo. Dado que una mentalidad consumista puede llevar a una insatisfacción crónica y a la codicia, los cristianos deben estar alerta a su impacto espiritual.
Entre quienes crecen en una sociedad acomodada, el consumismo suele ser la actitud por defecto de la mayoría. Aunque comprar y vender no tienen implicaciones morales o espirituales en sí mismas, las actitudes detrás de esas acciones sí las pueden tener. Motivos como la codicia, la envidia y el egoísmo convierten la compra y venta en una práctica consumista.
La Biblia no usa el término consumismo, pero sí habla claramente de ese tipo de actitud. Jesús advirtió: "Estén atentos y cuídense de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes" (Lucas 12:15, NBLA). La "abundancia de bienes" es precisamente de lo que se trata el consumismo, pero quienes siguen ese camino pierden de vista el verdadero sentido de la vida.
El consumismo no brinda seguridad en la vida. "Si las riquezas aumentan, no pongan el corazón en ellas" (Salmo 62:10, NBLA). Las mercancías que acumulamos hoy pueden desaparecer mañana. El Salmo 119:36 nos muestra la perspectiva correcta: "Inclina mi corazón a Tus testimonios y no a la ganancia deshonesta" (NBLA). Mucho mejor que el consumismo es la piedad, porque "la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos" (1 Timoteo 6:6–8, NBLA).
Un buen antídoto contra el consumismo es la gratitud. Las personas agradecidas no buscan siempre obtener más; están contentas con lo que Dios les ha dado (Filipenses 4:11; Hebreos 13:5). A lo largo de las Escrituras, Dios valora mucho la acción de gracias (Salmo 136:1; 1 Tesalonicenses 5:18; Romanos 1:21).
Probablemente, el mayor mal del consumismo es que desvía nuestro enfoque de Cristo y Su reino hacia cosas terrenales y temporales. Cuando nacemos de nuevo en la familia de Dios por medio de la fe en Jesús, nuestro enfoque cambia (Juan 3:3; 2 Corintios 5:17, 21). Nos convertimos en ciudadanos de otro reino. Este mundo y sus valores ya no dictan nuestras pasiones. Filipenses 3:18–20 contrasta la antigua manera de pensar con la nueva: "Porque muchos andan como les he dicho muchas veces, y ahora se lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan solo en las cosas terrenales. Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo" (NBLA). Un cristiano sabio vigilará su corazón y lo guardará contra el consumismo.
El propósito del Señor para nuestras vidas no es que busquemos siempre más y mejor, sino que anhelemos "primero Su reino y Su justicia" (Mateo 6:33, NBLA).
Entre quienes crecen en una sociedad acomodada, el consumismo suele ser la actitud por defecto de la mayoría. Aunque comprar y vender no tienen implicaciones morales o espirituales en sí mismas, las actitudes detrás de esas acciones sí las pueden tener. Motivos como la codicia, la envidia y el egoísmo convierten la compra y venta en una práctica consumista.
La Biblia no usa el término consumismo, pero sí habla claramente de ese tipo de actitud. Jesús advirtió: "Estén atentos y cuídense de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes" (Lucas 12:15, NBLA). La "abundancia de bienes" es precisamente de lo que se trata el consumismo, pero quienes siguen ese camino pierden de vista el verdadero sentido de la vida.
El consumismo no brinda seguridad en la vida. "Si las riquezas aumentan, no pongan el corazón en ellas" (Salmo 62:10, NBLA). Las mercancías que acumulamos hoy pueden desaparecer mañana. El Salmo 119:36 nos muestra la perspectiva correcta: "Inclina mi corazón a Tus testimonios y no a la ganancia deshonesta" (NBLA). Mucho mejor que el consumismo es la piedad, porque "la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos" (1 Timoteo 6:6–8, NBLA).
Un buen antídoto contra el consumismo es la gratitud. Las personas agradecidas no buscan siempre obtener más; están contentas con lo que Dios les ha dado (Filipenses 4:11; Hebreos 13:5). A lo largo de las Escrituras, Dios valora mucho la acción de gracias (Salmo 136:1; 1 Tesalonicenses 5:18; Romanos 1:21).
Probablemente, el mayor mal del consumismo es que desvía nuestro enfoque de Cristo y Su reino hacia cosas terrenales y temporales. Cuando nacemos de nuevo en la familia de Dios por medio de la fe en Jesús, nuestro enfoque cambia (Juan 3:3; 2 Corintios 5:17, 21). Nos convertimos en ciudadanos de otro reino. Este mundo y sus valores ya no dictan nuestras pasiones. Filipenses 3:18–20 contrasta la antigua manera de pensar con la nueva: "Porque muchos andan como les he dicho muchas veces, y ahora se lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan solo en las cosas terrenales. Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo" (NBLA). Un cristiano sabio vigilará su corazón y lo guardará contra el consumismo.
El propósito del Señor para nuestras vidas no es que busquemos siempre más y mejor, sino que anhelemos "primero Su reino y Su justicia" (Mateo 6:33, NBLA).