Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre el conocimiento?
Respuesta
La palabra conocimiento en la Biblia denota entendimiento, reconocimiento o aceptación. "Conocer" algo significa percibirlo o ser consciente de ello. Muchas veces, en la Escritura, el conocimiento implica una apreciación más profunda de algo o una relación con alguien. La Biblia es clara en que el conocimiento de Dios es el conocimiento más valioso que un ser humano puede poseer. Pero también deja claro que simplemente ser consciente de la existencia de Dios no es suficiente; el conocimiento de Dios debe incluir una apreciación profunda de Él y una relación con Él.
Sabemos por la Escritura que el conocimiento es un don de Dios. Proverbios 2:6 nos dice que el Señor da sabiduría que proviene de Su propia boca —la Palabra de Dios—, y que la sabiduría de Dios produce conocimiento y entendimiento. Santiago añade que aquellos que carecen de sabiduría solo deben pedirla, y Dios se la dará abundantemente y generosamente. El deseo de Dios es que todos lo conozcan, lo aprecien y tengan una relación con Él; por lo tanto, Él concede a todos los que verdaderamente lo buscan la sabiduría que conduce al conocimiento. Además, dado que el conocimiento es algo que Dios concede, aquellos que lo reverencian lo recibirán: "El temor del Señor es el principio de la sabiduría" (Proverbios 1:7). La palabra temor aquí no implica pavor o terror, sino reverencia a Dios, respeto por Su ley, Su voluntad, Su gobierno en nuestras vidas y el temor de ofenderlo, lo cual nos lleva a obedecerlo, adorarlo y alabarlo.
Dios otorga el don del conocimiento desde Su infinita sabiduría. El Salmo 19:2 nos dice que la creación de Dios revela Su conocimiento: "Un día transmite el mensaje al otro día, y una noche a la otra noche revela sabiduría". La inmensidad del conocimiento y el poder creativo de Dios se manifiestan continuamente y se ven claramente en lo que Él ha creado, como nos recuerda Pablo en Romanos 1:19–20. No solo el conocimiento de Dios es infinito, sino que también es absoluto: "¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios e inescrutables Sus caminos!" (Romanos 11:33). Cuando Dios vino a la tierra en la persona de Jesucristo, se convirtió en la encarnación del conocimiento: "Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Colosenses 2:2–3).
El conocimiento humano, separado de Dios, es defectuoso. La Biblia también lo llama inútil porque no está acompañado de amor (1 Corintios 13:2). El conocimiento que posee el ser humano tiende a envanecer: "El conocimiento envanece, pero el amor edifica" (1 Corintios 8:1). Por lo tanto, la búsqueda del conocimiento por sí mismo, sin buscar a Dios, es necedad: "Y apliqué mi corazón a conocer la sabiduría y a conocer la locura y la insensatez. Me di cuenta de que esto también es correr tras el viento. Porque en la mucha sabiduría hay mucha angustia, y quien aumenta el conocimiento, aumenta el dolor" (Eclesiastés 1:17–18). El conocimiento mundano es un conocimiento falso que se opone a la verdad, y Pablo nos insta a evitar "las palabrerías vacías y profanas, y las objeciones de lo que falsamente se llama ciencia, la cual profesándola algunos, se han desviado de la fe" (1 Timoteo 6:20–21). El conocimiento humano se opone al conocimiento de Dios y, por lo tanto, no es conocimiento en absoluto; más bien, es insensatez.
Para el cristiano, el conocimiento implica una relación. Por ejemplo, cuando la Biblia dice: "Conoció Adán a su mujer Eva" (Génesis 4:1 - RVR1960), significa que tuvo una unión física con ella. Las relaciones espirituales también se describen de esta manera. Jesús usó la palabra conocer para referirse a Su relación salvadora con aquellos que lo siguen: "Yo soy el buen pastor, y conozco Mis ovejas y ellas me conocen" (Juan 10:14). También dijo a Sus discípulos: "Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" (Juan 8:32). En contraste, Jesús dijo a los judíos incrédulos: “Ustedes no lo han conocido [a Mi Padre]" (versículo 55). Por lo tanto, conocer a Cristo es tener fe en Él, seguirlo, tener una relación con Él, amar y ser amado por Él (ver también Juan 14:7; 1 Corintios 8:3; Gálatas 4:9; 2 Timoteo 2:19). Crecer en el conocimiento de Dios es parte de la madurez cristiana y algo que todos los creyentes deben experimentar al crecer "en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pedro 3:18).
Sabemos por la Escritura que el conocimiento es un don de Dios. Proverbios 2:6 nos dice que el Señor da sabiduría que proviene de Su propia boca —la Palabra de Dios—, y que la sabiduría de Dios produce conocimiento y entendimiento. Santiago añade que aquellos que carecen de sabiduría solo deben pedirla, y Dios se la dará abundantemente y generosamente. El deseo de Dios es que todos lo conozcan, lo aprecien y tengan una relación con Él; por lo tanto, Él concede a todos los que verdaderamente lo buscan la sabiduría que conduce al conocimiento. Además, dado que el conocimiento es algo que Dios concede, aquellos que lo reverencian lo recibirán: "El temor del Señor es el principio de la sabiduría" (Proverbios 1:7). La palabra temor aquí no implica pavor o terror, sino reverencia a Dios, respeto por Su ley, Su voluntad, Su gobierno en nuestras vidas y el temor de ofenderlo, lo cual nos lleva a obedecerlo, adorarlo y alabarlo.
Dios otorga el don del conocimiento desde Su infinita sabiduría. El Salmo 19:2 nos dice que la creación de Dios revela Su conocimiento: "Un día transmite el mensaje al otro día, y una noche a la otra noche revela sabiduría". La inmensidad del conocimiento y el poder creativo de Dios se manifiestan continuamente y se ven claramente en lo que Él ha creado, como nos recuerda Pablo en Romanos 1:19–20. No solo el conocimiento de Dios es infinito, sino que también es absoluto: "¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios e inescrutables Sus caminos!" (Romanos 11:33). Cuando Dios vino a la tierra en la persona de Jesucristo, se convirtió en la encarnación del conocimiento: "Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Colosenses 2:2–3).
El conocimiento humano, separado de Dios, es defectuoso. La Biblia también lo llama inútil porque no está acompañado de amor (1 Corintios 13:2). El conocimiento que posee el ser humano tiende a envanecer: "El conocimiento envanece, pero el amor edifica" (1 Corintios 8:1). Por lo tanto, la búsqueda del conocimiento por sí mismo, sin buscar a Dios, es necedad: "Y apliqué mi corazón a conocer la sabiduría y a conocer la locura y la insensatez. Me di cuenta de que esto también es correr tras el viento. Porque en la mucha sabiduría hay mucha angustia, y quien aumenta el conocimiento, aumenta el dolor" (Eclesiastés 1:17–18). El conocimiento mundano es un conocimiento falso que se opone a la verdad, y Pablo nos insta a evitar "las palabrerías vacías y profanas, y las objeciones de lo que falsamente se llama ciencia, la cual profesándola algunos, se han desviado de la fe" (1 Timoteo 6:20–21). El conocimiento humano se opone al conocimiento de Dios y, por lo tanto, no es conocimiento en absoluto; más bien, es insensatez.
Para el cristiano, el conocimiento implica una relación. Por ejemplo, cuando la Biblia dice: "Conoció Adán a su mujer Eva" (Génesis 4:1 - RVR1960), significa que tuvo una unión física con ella. Las relaciones espirituales también se describen de esta manera. Jesús usó la palabra conocer para referirse a Su relación salvadora con aquellos que lo siguen: "Yo soy el buen pastor, y conozco Mis ovejas y ellas me conocen" (Juan 10:14). También dijo a Sus discípulos: "Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" (Juan 8:32). En contraste, Jesús dijo a los judíos incrédulos: “Ustedes no lo han conocido [a Mi Padre]" (versículo 55). Por lo tanto, conocer a Cristo es tener fe en Él, seguirlo, tener una relación con Él, amar y ser amado por Él (ver también Juan 14:7; 1 Corintios 8:3; Gálatas 4:9; 2 Timoteo 2:19). Crecer en el conocimiento de Dios es parte de la madurez cristiana y algo que todos los creyentes deben experimentar al crecer "en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pedro 3:18).