Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre la autoconfianza?

Respuesta
La autoconfianza es un tema muy popular hoy en día. Se nos dice que pensemos con autoconfianza, que estemos seguros de nosotros mismos, que vivamos con audacia y determinación. En muchos sentidos, el lema de la sociedad moderna es tener autoconfianza en uno mismo. Incluso muchos líderes religiosos populares han hecho de la autoconfianza el centro de sus enseñanzas. Pero, ¿está de acuerdo la Biblia con esta idea del "pensamiento positivo"? Si la Biblia nos enseña a tener autoconfianza, ¿en qué debemos ponerla? Y si no es así, ¿por qué no?

La palabra "autoconfianza" (y sus derivados) aparece decenas de veces en la Escritura. En la mayoría de los casos, se refiere a la autoconfianza en personas, circunstancias o en Dios.

La Biblia nos advierte sobre algunas cosas en las que no debemos confiar. Por ejemplo: "Nosotros somos la verdadera circuncisión, que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la autoconfianza en la carne" (Filipenses 3:3). Pablo escribió estas palabras para contrarrestar la idea de quienes pensaban que podían ser aceptados por Dios a causa de su herencia, formación o devoción religiosa. Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34), y nuestros logros humanos no tienen valor ante Él.

Proverbios 14:16 nos dice que "el sabio teme y se aparta del mal, pero el necio es arrogante y descuidado". En otras palabras, suponer que el pecado no tiene consecuencias es una autoconfianza insensata.

Si vamos a confiar en algo, el Salmo 118:8–9 nos dice en qué debe estar esa autoconfianza: "Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre. Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en príncipes". Aquellos que ponen su autoconfianza en el gobierno, en las finanzas, en otras personas o en sí mismos terminarán decepcionados. En cambio, quienes confían en Dios nunca serán avergonzados (Romanos 10:11).

El Salmo 16 es un excelente ejemplo de autoconfianza genuina en Dios. David no se atribuye el mérito de su propia bondad (versículo 2) ni exalta sus propias capacidades. En cambio, reconoce que todo lo bueno proviene de Dios (versículo 6) y basa toda su esperanza en Su carácter (versículo 1). Como Dios no cambia, David puede confiar con seguridad en Él (versículo 9), a pesar de las dificultades que enfrenta (versículo 10).

Nuestra autoconfianza proviene de nuestra relación con Cristo. Él es nuestro Sumo Sacerdote, y gracias a Su intercesión podemos "[acercarnos] con autoconfianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna" (Hebreos 4:16). Los apóstoles demostraron esta autoconfianza ante el Sanedrín, dejando asombrados a sus adversarios: "Al ver la autoconfianza de Pedro y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y sin preparación, se maravillaban, y reconocían que ellos habían estado con Jesús" (Hechos 4:13).

Podemos seguir a Dios con plena autoconfianza en Su sabiduría, poder y plan. Al obedecer al Señor, tenemos la seguridad de nuestra salvación (1 Juan 2:3). Además, una buena conciencia fortalece nuestra autoconfianza, porque no tendremos nada que ocultar: "Los justos están confiados como un león" (Proverbios 28:1).

Pablo nos da otra razón para confiar: "Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús" (Filipenses 1:6). Sabiendo que Dios ha prometido obrar en la vida de Sus hijos, Pablo confiaba en que los gálatas permanecerían firmes en la verdad (Gálatas 5:10).

Cuando ponemos nuestra autoconfianza en Dios y en Su Palabra revelada, nuestra vida adquiere una nueva estabilidad, dirección y firmeza. La verdadera autoconfianza bíblica no es autoconfianza en uno mismo, sino en el carácter fiel de Dios. No confiamos en nuestra carne, sino en el Dios que nos creó, nos llamó, nos salvó y nos sostiene.