Pregunta
¿Qué dice la Biblia sobre la acumulación compulsiva?
Respuesta
La investigación sobre el acaparamiento compulsivo es relativamente reciente. Anteriormente, el acaparamiento compulsivo se consideraba una forma de trastorno obsesivo compulsivo (TOC), pero ahora se puede clasificar como un trastorno independiente. Se desconoce la causa específica, pero parece estar relacionada con la ansiedad o con algún tipo de pérdida. Se caracteriza por la adquisición compulsiva y crónica de grandes cantidades de objetos o animales y la incapacidad de deshacerse de ellos. La adquisición y conservación de objetos parece aliviar temporalmente a los acumuladores de pensamientos o emociones incómodas. Es posible que existan algunos componentes genéticos o anormalidades cerebrales en el acaparamiento compulsivo, pero las investigaciones no son claras.
Cabe señalar que el acaparamiento compulsivo es diferente del coleccionismo. Los acaparadores compulsivos tienden a acumular objetos aparentemente al azar sin un significado o importancia personal evidente, como correo no deseado, basura, revistas y periódicos, mientras que los coleccionistas tienen un motivo más concreto para adquirir los objetos. Se ha sugerido que el acaparamiento compulsivo suele comenzar en la adolescencia, tal vez manifestándose a través del desorden excesivo y la dificultad para deshacerse de las cosas. A medida que el trastorno avanza, el acaparador acumula más objetos que no necesita y para los que tiene poco o ningún espacio. A medida que la acumulación aumenta, el acaparador se siente tan abrumado que es incapaz de revertir el daño, y el problema se agrava hasta alcanzar proporciones extremas. La acumulación comienza a sustituir a las relaciones humanas, ya que la persona parece elegir los objetos por encima de sus seres queridos. Los acaparadores suelen sentirse aislados, deprimidos e incomprendidos por los demás, que quieren que se deshagan de sus cosas. Los objetos se convierten en parte de la identidad del acumulador y de cómo se ve a sí mismo. Los objetos también pueden ser fundamentales para la sensación de seguridad del acumulador. Por eso se siente atacado personalmente si alguien quiere deshacerse de su tesoro.
Al igual que con la mayoría de los trastornos psicológicos, existe un espectro de acumulación compulsiva. Algunos acumuladores pueden simplemente conservar las cosas durante más tiempo de lo normal o tener una cantidad excesiva de objetos almacenados, sin que ello les impida llevar una vida normal. Otros, como se ha descrito anteriormente, pueden estar dominados por el trastorno y ser incapaces de desenvolverse en la vida cotidiana. Algunos pueden tener hogares prácticamente inhabitables, pero ser capaces de mostrar una imagen pública y mantener relaciones interpersonales. Dependiendo de los objetos (o animales) adquiridos y de la forma en que se mantenga el acaparamiento, pueden surgir problemas de salud o seguridad.
Independientemente del grado de acaparamiento, siempre hay esperanza. Un acaparador necesita aprender a tomar decisiones saludables que le ayuden a resistir la necesidad de comprar o adquirir más cosas, deshacerse de los objetos innecesarios y guardar las cosas en su lugar habitual. Para aquellos con una forma más leve, esto puede ser un proceso aprendido de lógica en el que piensan en sus objetivos y en las consecuencias de ciertos comportamientos. Será útil aprender nuevas formas de manejar la ansiedad o de satisfacer las necesidades emocionales. Aquellos con formas más graves de acumulación compulsiva probablemente necesitarán una sanidad emocional más intensiva. También podría ser que la medicación fuera de ayuda. El mejor plan de tratamiento para los creyentes es trabajar con un consejero bíblico para obtener una perspectiva de sus propios valores personales, cómo procesas las emociones y cómo caminar más cerca de Jesús. En última instancia, Dios es el único en quien nuestras ansiedades se pueden resolver y nuestras necesidades se pueden satisfacer. Solo Él puede proporcionar una sanidad completa. También puede ser útil trabajar con un organizador profesional para que nos ayude a desechar los artículos innecesarios de la acumulación actual y nos proporcione un plan para no volver a perder el control.
Desde un punto de vista bíblico, el acaparamiento es el resultado de la naturaleza humana y de nuestro estado caído. La Biblia explica que vivimos en un mundo maldito que está muriendo debido al pecado (Génesis 3:17-24). Eso significa que tenemos debilidad en nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu. El acaparamiento es la naturaleza humana descontrolada. Naturalmente, confiamos en las cosas más que en Dios, por lo que es normal que busquemos seguridad en el mundo material. Todos queremos sentir paz y una sensación de satisfacción o plenitud. En nuestra humanidad, tener muchas cosas parece una buena manera de calmar nuestros temores sobre el futuro, lidiar con la ansiedad del momento o darnos una sensación de plenitud. Los seres humanos a menudo intentan llenar su propio vacío sin Dios; el acaparamiento es una manifestación de eso. Aunque al principio el acaparamiento puede hacernos sentir mejor, al final nos deja vacíos y se convierte en algo controlador en lugar de útil. Solo Dios puede satisfacer verdaderamente nuestras necesidades y darnos la perseverancia para vivir en un mundo caído.
Todos necesitamos discernimiento para distinguir entre lo que es valioso y lo que es basura, chatarra o está en mal estado en los objetos que poseemos y en la forma en que gastamos nuestro dinero y nuestro tiempo. Aprender lo que tiene verdadero valor eterno es importante para todos. Seguir a Jesús significa poner nuestra confianza en Dios en lugar de en tesoros falsos (Mateo 6:19-21). En un lapsus de fe, los israelitas almacenaron maná en lugar de confiar en Dios para su provisión diaria. Su acumulación fue en vano; el Señor hizo que el maná sobrante se echara a perder (Éxodo 16).
La causa fundamental del acaparamiento es nuestra tendencia humana a desear cosas y nuestra incapacidad para discernir lo que es verdaderamente valioso. Para quienes padecen un acaparamiento compulsivo grave, la ansiedad, la pérdida o la genética pueden impulsar este comportamiento y limitar la capacidad de la persona para discernir el valor y la importancia de las cosas. Pero para todos nosotros, Jesús es el tesoro más preciado que podemos tener, y Sus seguidores deben valorar lo que Él valora. Confiar en Él significa que ya no tenemos que depender de nosotros mismos en un esfuerzo desesperado por satisfacer nuestras necesidades o nuestras almas. Jesús declaró: "Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed" (Juan 6:35).
Cabe señalar que el acaparamiento compulsivo es diferente del coleccionismo. Los acaparadores compulsivos tienden a acumular objetos aparentemente al azar sin un significado o importancia personal evidente, como correo no deseado, basura, revistas y periódicos, mientras que los coleccionistas tienen un motivo más concreto para adquirir los objetos. Se ha sugerido que el acaparamiento compulsivo suele comenzar en la adolescencia, tal vez manifestándose a través del desorden excesivo y la dificultad para deshacerse de las cosas. A medida que el trastorno avanza, el acaparador acumula más objetos que no necesita y para los que tiene poco o ningún espacio. A medida que la acumulación aumenta, el acaparador se siente tan abrumado que es incapaz de revertir el daño, y el problema se agrava hasta alcanzar proporciones extremas. La acumulación comienza a sustituir a las relaciones humanas, ya que la persona parece elegir los objetos por encima de sus seres queridos. Los acaparadores suelen sentirse aislados, deprimidos e incomprendidos por los demás, que quieren que se deshagan de sus cosas. Los objetos se convierten en parte de la identidad del acumulador y de cómo se ve a sí mismo. Los objetos también pueden ser fundamentales para la sensación de seguridad del acumulador. Por eso se siente atacado personalmente si alguien quiere deshacerse de su tesoro.
Al igual que con la mayoría de los trastornos psicológicos, existe un espectro de acumulación compulsiva. Algunos acumuladores pueden simplemente conservar las cosas durante más tiempo de lo normal o tener una cantidad excesiva de objetos almacenados, sin que ello les impida llevar una vida normal. Otros, como se ha descrito anteriormente, pueden estar dominados por el trastorno y ser incapaces de desenvolverse en la vida cotidiana. Algunos pueden tener hogares prácticamente inhabitables, pero ser capaces de mostrar una imagen pública y mantener relaciones interpersonales. Dependiendo de los objetos (o animales) adquiridos y de la forma en que se mantenga el acaparamiento, pueden surgir problemas de salud o seguridad.
Independientemente del grado de acaparamiento, siempre hay esperanza. Un acaparador necesita aprender a tomar decisiones saludables que le ayuden a resistir la necesidad de comprar o adquirir más cosas, deshacerse de los objetos innecesarios y guardar las cosas en su lugar habitual. Para aquellos con una forma más leve, esto puede ser un proceso aprendido de lógica en el que piensan en sus objetivos y en las consecuencias de ciertos comportamientos. Será útil aprender nuevas formas de manejar la ansiedad o de satisfacer las necesidades emocionales. Aquellos con formas más graves de acumulación compulsiva probablemente necesitarán una sanidad emocional más intensiva. También podría ser que la medicación fuera de ayuda. El mejor plan de tratamiento para los creyentes es trabajar con un consejero bíblico para obtener una perspectiva de sus propios valores personales, cómo procesas las emociones y cómo caminar más cerca de Jesús. En última instancia, Dios es el único en quien nuestras ansiedades se pueden resolver y nuestras necesidades se pueden satisfacer. Solo Él puede proporcionar una sanidad completa. También puede ser útil trabajar con un organizador profesional para que nos ayude a desechar los artículos innecesarios de la acumulación actual y nos proporcione un plan para no volver a perder el control.
Desde un punto de vista bíblico, el acaparamiento es el resultado de la naturaleza humana y de nuestro estado caído. La Biblia explica que vivimos en un mundo maldito que está muriendo debido al pecado (Génesis 3:17-24). Eso significa que tenemos debilidad en nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu. El acaparamiento es la naturaleza humana descontrolada. Naturalmente, confiamos en las cosas más que en Dios, por lo que es normal que busquemos seguridad en el mundo material. Todos queremos sentir paz y una sensación de satisfacción o plenitud. En nuestra humanidad, tener muchas cosas parece una buena manera de calmar nuestros temores sobre el futuro, lidiar con la ansiedad del momento o darnos una sensación de plenitud. Los seres humanos a menudo intentan llenar su propio vacío sin Dios; el acaparamiento es una manifestación de eso. Aunque al principio el acaparamiento puede hacernos sentir mejor, al final nos deja vacíos y se convierte en algo controlador en lugar de útil. Solo Dios puede satisfacer verdaderamente nuestras necesidades y darnos la perseverancia para vivir en un mundo caído.
Todos necesitamos discernimiento para distinguir entre lo que es valioso y lo que es basura, chatarra o está en mal estado en los objetos que poseemos y en la forma en que gastamos nuestro dinero y nuestro tiempo. Aprender lo que tiene verdadero valor eterno es importante para todos. Seguir a Jesús significa poner nuestra confianza en Dios en lugar de en tesoros falsos (Mateo 6:19-21). En un lapsus de fe, los israelitas almacenaron maná en lugar de confiar en Dios para su provisión diaria. Su acumulación fue en vano; el Señor hizo que el maná sobrante se echara a perder (Éxodo 16).
La causa fundamental del acaparamiento es nuestra tendencia humana a desear cosas y nuestra incapacidad para discernir lo que es verdaderamente valioso. Para quienes padecen un acaparamiento compulsivo grave, la ansiedad, la pérdida o la genética pueden impulsar este comportamiento y limitar la capacidad de la persona para discernir el valor y la importancia de las cosas. Pero para todos nosotros, Jesús es el tesoro más preciado que podemos tener, y Sus seguidores deben valorar lo que Él valora. Confiar en Él significa que ya no tenemos que depender de nosotros mismos en un esfuerzo desesperado por satisfacer nuestras necesidades o nuestras almas. Jesús declaró: "Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed" (Juan 6:35).