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Pregunta

¿Qué podemos aprender de la historia de Pedro caminando sobre las aguas?

Respuesta


Uno de los milagros más ilustrativos de Jesucristo sucede cuando el apóstol Pedro sale de una barca y camina sobre aguas turbulentas para encontrarse con el Señor en el mar. En Mateo 14:22-36 se describe el relato, que viene a continuación de otro milagro instructivo, como fue el de alimentar a 5.000 personas. Aquí no sólo Jesús camina sobre el mar de Galilea, sino que Pedro también lo hace.

Varias lecciones importantes -algunas obvias y otras no tan aparentes- se presentan en el relato cuando Pedro camina sobre las aguas. Jesús acababa de alimentar con dos peces y unos pocos panes a una multitud de miles de personas. Los discípulos empiezan a ver quién es Jesús, pero su fe en Él todavía tiene que crecer. Justo después de este milagro, Jesús inicia su siguiente lección. Ya es de noche, y Jesús no ha tenido tiempo de estar a solas con Su Padre, que es la misma razón por la que ha venido a este lugar aislado cerca del mar. Por eso, Jesús envía a Sus discípulos en una barca para cruzar el Mar de Galilea.

Jesús saca tiempo para estar a solas con Dios. Esta es la primera lección importante que podemos extraer del relato para ayudarnos a sobrellevar las tormentas de la vida. Jesús despide a los discípulos para poder estar a solas en el monte y orar. A pesar de las necesidades de tantas personas que lo presionaban, el Señor da prioridad a un tiempo a solas con Dios.

Mientras los discípulos cruzan el mar, se desata una feroz y espantosa tormenta. Muy temprano, Jesús se acerca a ellos caminando sobre las aguas. Creyendo que es un fantasma, los discípulos están aterrorizados. Aunque llevaban mucho tiempo con Cristo, no reconocen a Jesús cuando se acerca en medio de la tormenta. A veces no reconocemos al Señor cuando viene a nuestro lado durante nuestras propias tormentas personales. Sin embargo, Jesús comprende la inmadurez de nuestra fe. A Sus discípulos, el Señor les dice estas palabras de consuelo: "¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!" (Mateo 14:27).

Pedro, siempre entusiasta e impulsivo, responde: "Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas" (Mateo 14:28). El Señor invita a Pedro a venir, y el discípulo sale de la barca. Pedro camina sobre las aguas y se acerca a Jesús. Sin embargo, sus primeros pasos de fe duran sólo un momento, y luego quita la mirada del Señor. Con sus ojos físicos, Pedro ve el viento y las olas que lo rodean, y "tuvo miedo" (versículo 30) y comienza a hundirse.

Pedro grita: "¡Señor, sálvame!" (Mateo 14:30), y Jesús extiende al instante Su mano para sujetar a Pedro. "¡Hombre de poca fe!", dice Jesús, "¿por qué dudaste?". (versículo 31). Para los creyentes, la lección aquí es inconfundible. Si quitamos los ojos de Jesús y nos centramos en nuestras circunstancias, quedaremos bajo el peso de nuestros problemas. Si clamamos a Jesús con fe, él nos tomará y nos pondrá por encima de nuestra situación aparentemente imposible. Pedro dejó que la duda desplazara su fe. En todo el tiempo que había estado con Jesús, incluso Pedro, uno de los amigos más cercanos de Cristo, todavía estaba aprendiendo a confiar completamente en el Señor.

Cuando Jesús y Pedro entran en la barca, la tormenta se detiene. La reacción de los discípulos ante todo lo que han presenciado es de asombro, adoración y devoción al Señor. A Jesús le dicen: "Verdaderamente eres Hijo de Dios" (Mateo 14:33). Los discípulos empiezan a comprender que Jesús es todopoderoso, incluso sobre las fuerzas de la naturaleza, y dan un paso más hacia la madurez en la fe. Jesús utiliza esta experiencia tormentosa para que Sus seguidores comprendan mejor quién es Él como su Dios y Rey. Él es el Señor Todopoderoso de los vientos y las olas, y cuando está presente con nosotros en nuestro bote salvavidas, podemos confiar en que calmará la tormenta o nos calmará a nosotros.

Queda por analizar una lección fundamental. Cuando Pedro sale de la barca, su corazón está lleno de buenas intenciones. A veces damos un salto de fe con intenciones igualmente buenas, pero, al igual que la de Pedro, nuestra fe pronto flaquea. La fe de Pedro no termina en el fracaso. Aunque se hunde en el miedo, clama al Señor: "¡Sálvame!". A Dios le encanta escuchar nuestro grito de ayuda. Significa que sabemos que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Pedro clama impotente al único que puede ayudarle. La experiencia del discípulo nos recuerda que un tropiezo en la fe es simplemente un obstáculo. El Señor está cerca para levantarnos sanos y salvos cuando le pedimos ayuda.

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