Pregunta
¿Cuál fue la historia de Jacob y Esaú?
Respuesta
Jacob y Esaú fueron los hijos de Isaac y Rebeca, y los primeros gemelos mencionados en la Biblia. Incluso antes de nacer, ya luchaban entre sí dentro del vientre de su madre. Esa lucha prenatal fue un anticipo del conflicto que tendrían más adelante (Génesis 25:21-26).
Al crecer, los gemelos demostraron ser muy distintos. Jacob era un "hombre pacífico, que habitaba en tiendas", y era el favorito de su madre. Esaú, por otro lado, era "diestro cazador, hombre del campo", y era el hijo preferido de su padre. Un día, Esaú regresó del campo muy cansado y con hambre, y deseó un poco del guiso de lentejas que Jacob estaba cocinando. Jacob aprovechó la situación y le pidió a cambio la primogenitura—el derecho especial que Esaú tenía por ser el hijo mayor, lo cual incluía una doble porción de la herencia de su padre. Esaú despreció su bendición espiritual por satisfacer una necesidad física momentánea y vendió su primogenitura a Jacob (Génesis 25:27-34).
Cuando llegó el momento en que Isaac debía dar su bendición a sus hijos, Jacob y su madre tramaron un engaño para que Isaac, ya anciano y con la vista debilitada, bendijera a Jacob en lugar de Esaú. Cuando Esaú se enteró de que su bendición había sido dada a su hermano, se llenó de ira y amenazó con matarlo, por lo que Jacob tuvo que huir (Génesis 27:1 – 28:7). Años después, Jacob y Esaú se reencontraron y se reconciliaron (Génesis 33).
Tanto Jacob como Esaú fueron padres de naciones. Dios cambió el nombre de Jacob a Israel (Génesis 32:28), y de él descendieron las doce tribus de Israel. Los descendientes de Esaú fueron los edomitas (Génesis 36). Edom se convirtió en una nación que causó muchos problemas a Israel en años posteriores y que finalmente fue juzgada por Dios (Abdías 1:1-21).
En el Nuevo Testamento, la decisión de Esaú de vender su primogenitura se presenta como un ejemplo de impiedad—una persona "profana" que antepone los deseos físicos a las bendiciones espirituales (Hebreos 12:15-17). Su ejemplo negativo nos enseña a valorar lo que realmente importa, aunque eso implique negarnos a nosotros mismos. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento utilizan la historia de Jacob y Esaú para ilustrar el llamado y la elección de Dios. El Señor eligió al menor, Jacob, para continuar con el pacto dado a Abraham, mientras que Esaú fue excluido providencialmente de la línea mesiánica (Malaquías 1:2-3; Romanos 9:11-14).
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