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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre el quebrantamiento?

Respuesta


En este mundo, se desprecian y se desechan las cosas rotas. Todo lo que ya no necesitamos, lo tiramos. Se rechazan los productos dañados, y eso incluye a las personas. En el matrimonio, cuando las relaciones se rompen, la tendencia es alejarse y buscar a alguien nuevo, en lugar de trabajar en la reconciliación. El mundo está lleno de personas con corazones rotos, espíritus rotos y relaciones rotas.

"Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu" (Salmo 34:18). Hay algo en el hecho de llegar a un punto de quebranto que nos lleva a buscar al Señor con más sinceridad. El rey David fue una vez un hombre quebrantado, y oró: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí....Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás" (Salmo 51:10, 17). Hay algunas cosas en nuestras vidas que necesitan ser quebrantadas: el orgullo, la obstinación, la terquedad y los hábitos pecaminosos, por ejemplo. Cuando sentimos nuestro quebrantamiento, Dios nos compensa: "Yo habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu" (Isaías 57:15).

La Biblia dice que Dios quebranta a los orgullosos y rebeldes. El poderoso faraón se opuso a Dios, pero Dios lo quebrantó y liberó a Su pueblo de la esclavitud y la vergüenza. "Yo soy el Señor su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para que no fueran esclavos de ellos; rompí las varas de su yugo y los hice andar erguidos" (Levítico 26:13). Dios castiga a todos los que se resisten a Él con orgullo. "Mis siervos darán gritos de júbilo con corazón alegre, pero ustedes clamarán con corazón triste, y con espíritu quebrantado gemirán" (Isaías 65:14).

Para nosotros, las cosas rotas son despreciadas por carecer de valor, pero Dios puede tomar lo que se ha roto y convertirlo en algo mejor, algo que Él puede usar para Su gloria. Las cosas y las personas quebrantadas son el resultado del pecado. Sin embargo, Dios envió a Su Hijo, que no tenía pecado, para que fuera quebrantado a fin de que pudiéramos ser sanos. La noche antes de morir, Jesús partió el pan y dijo: "Esto es Mi cuerpo que por ustedes es partido". Él fue hasta el Calvario para morir a fin de que nosotros pudiéramos vivir. Su muerte ha hecho posible que la humanidad quebrantada y pecadora se reconcilie con Dios y se sane. Sin el cuerpo quebrantado de Jesús, no podríamos ser sanados. "Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por Sus heridas hemos sido sanados" (Isaías 53:5).

Solo cuando nos rendimos a Cristo podemos ser restaurados y transformados. Tal rendición requiere que nos quebrantemos (Lucas 9:23). Romanos 6:1-14 describen cómo los creyentes mueren al pecado y viven para Dios en Cristo. Reclama la promesa que no puede ser quebrantada: "En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). "Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el Señor. Él guarda todos sus huesos; ni uno de ellos es quebrantado [...] El Señor redime el alma de Sus siervos, y no será condenado ninguno de los que en Él se refugian" (Salmo 34:19-22).

Jesús veía todas las cosas a la luz de la eternidad, y nosotros también deberíamos hacerlo: "puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón" (Hebreos 12:2-3).

Dios nos atrae, nos llama. Anhela que vayamos a Él para poder sanarnos. A menudo, no somos capaces de oír Su llamado porque estamos muy ocupados con otras cosas: nuestras vidas, nuestras familias, nuestro trabajo, nuestros propios problemas y nuestra infelicidad. A veces debemos quebrantarnos antes de darnos cuenta de nuestra necesidad. Y nuestra necesidad más profunda es reconciliarnos con Dios. Solo entonces podremos ser sanos (Mateo 5:5).

La solución nunca puede provenir de nuestros propios esfuerzos o luchas, sino que solo viene de Él. Solo cuando reconocemos nuestra necesidad de Dios, somos capaces de apartar la mirada de nosotros mismos y enfocarla en Dios y en Jesucristo. Solo cuando dejamos de pensar en nosotros mismos y comenzamos a pensar en lo que Jesús hizo por nosotros, podemos empezar a sanar. Solo cuando admitimos nuestra necesidad y le pedimos a Dios que entre en nuestra vida, Él puede hacer de nosotros personas completas. Solo cuando confesamos que estamos quebrantados, Dios puede convertirnos en lo que Él quiere que seamos. Una vez que dejamos de lado el yo y ponemos a Dios en el centro de nuestras vidas, todo lo demás se acomoda en su lugar (Mateo 6:33).

Durante la última semana de la vida de Jesús, Él estaba comiendo, y "una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso de nardo puro; y rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza de Jesús" (Marcos 14:3). El gesto de la mujer al romper el frasco de alabastro simbolizaba un par de cosas: Jesús pronto sería "quebrantado" en la cruz, y todos los que le siguen también deben estar dispuestos a ser "quebrantados". Pero el resultado de ese costoso quebrantamiento es realmente hermoso.

Ríndete a Dios y permite que Él haga tu vida completa, que le dé sentido, propósito y gozo. Confía en Él. "Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito" (Romanos 8:28).

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