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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre la protección?

Respuesta


En última instancia, nuestra protección proviene de Dios. En momentos y situaciones de ataque físico y espiritual, y en todo tipo de amenazas, los que confían en el Señor encuentran en Él un fuerte protector. "Escudo es a todos los que en él esperan" (Salmo 18:30). He aquí otros pasajes que enfatizan la protección de Dios:

"Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás" (Salmo 32:7).

"Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, y tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado" (Salmo 18:35-36).

"Mi escondedero y mi escudo eres tú; en tu palabra he esperado" (Salmo 119:114).

"¡Oh Señor, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí...Mas tú, Señor, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza" (Salmo 3:1, 3).

En el Antiguo Pacto, Dios prometió protección física a Su pueblo, los israelitas, si cumplían la ley (Deuteronomio 7:11-26). Esa protección divina incluía mantenerlos a salvo de las naciones que vendrían contra ellos cuando entraran en la Tierra Prometida: "Yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos" (Éxodo 23:27). Aquí vemos a Dios protegiendo a aquellos cuyas acciones están de acuerdo con Sus planes y propósitos preestablecidos.

El Salmo 121 es un canto maravillosamente alentador para quienes confían plenamente en Dios. El salmista primero identifica que su ayuda proviene del Señor de toda la tierra (Salmo 121:1-2). Luego nos habla que el Señor está atento a Sus hijos: el que nunca duerme está de guardia día y noche (Salmo 121:3-6). Finalmente, el salmista nos asegura que el Dios que nos vigila nos guardará del mal y que supervisa todo lo que hacemos ahora y siempre (Salmo 121:7-8).

Entre las personas que conocieron la protección de Dios están David (Salmo 18:3; 54:7; 138:7); Noé (Génesis 7); Daniel (Daniel 6); y Sadrac, Mesac y Abednego (Daniel 3). La protección de Dios fue incluso evidente en la vida de Job. Sí, Job sufrió muchas pruebas como resultado de los ataques de Satanás, pero Dios estableció límites que Satanás no podía cruzar. A Satanás se le permitió hacer sólo lo que Dios autorizaba, y nada más (Job 1-3). En medio de toda la miseria y las aflicciones que Job soportó, Dios lo estaba protegiendo de un daño aún mayor. Dios también protegió la fe de Job, permitiendo que éste fuera probado sólo hasta cierto punto antes de que Él interviniera y hablara con Job (Job 38-42). Job no podía ver a Dios actuando entre bastidores, pero llegó a comprender que la protección de Dios es segura y fiel. Dios promete a Su pueblo: "Nunca te dejaré ni te abandonaré" (ver Deuteronomio 31:6; Josué 1:5; 1 Crónicas 28:20; Hebreos 13:5).

En las Escrituras, Dios utilizó diferentes medios para proteger a Su pueblo, como los ángeles (Salmo 91:11-12), el fuego (2 Reyes 1:9-10), las inundaciones (Jueces 5:21), las vías de escape (Hechos 9:24-25), los decretos reales (Esdras 6:11-12), los ejércitos paganos (Hechos 23:23-24) y el insomnio (Ester 6). La creatividad y el poder de Dios son ilimitados.

La promesa de protección de Dios no garantiza que nunca conoceremos el dolor o la pérdida. La historia de Job nos muestra que, aunque Dios es capaz de librarnos de cualquier calamidad o problema físico, a veces no es Su voluntad hacerlo. Hay ocasiones en las que Él utiliza las pruebas para purificarnos. En esos momentos, deberíamos "considerarlo puro gozo" porque, cuando permite estas tribulaciones, Dios pone a prueba nuestra fe para desarrollar una fe más profunda, de modo que perseveremos y crezcamos hasta alcanzar la madurez y la semejanza de Cristo (Santiago 1:2-3). Protegernos de las pruebas no siempre es beneficioso para nosotros.

Además, Dios no siempre nos protege de los resultados de nuestros propios pecados o de los efectos negativos de los pecados de los demás. Nuestro mundo está caído, y tenemos que soportar este tipo de dificultades. Muchos creyentes soportan la persecución (2 Timoteo 3:12). Jesús dijo a Sus discípulos: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Juan 16:33). Sin embargo, en cada situación, Dios sigue teniendo el control, y nuestros sufrimientos tienen un límite. Dios no permitirá que seamos probados más allá de nuestra capacidad para resistir (1 Corintios 10:13). Dios dice: "Se levantarán tempestades, mas no prevalecerán; bramarán sus ondas, mas no lo pasarán" (Jeremías 5:22).

La promesa de protección física ya no nos corresponde bajo el Nuevo Pacto; más bien, nos centramos en la protección espiritual de Dios contra los enemigos de nuestra alma. Para nuestra protección espiritual, Dios nos ha dado una armadura espiritual (Efesios 6:10-18) y Su paz para guardar nuestros corazones y mentes (Filipenses 4:7). La esencia de la protección de Dios es la morada eterna del Espíritu Santo (Efesios 2:21-22). Es esta protección la que Pablo tenía en mente cuando escribió: "Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén" (2 Timoteo 4:18). Los romanos podían hacer lo peor, pero Pablo confiaba en que "estar ausentes del cuerpo, [es estar] presentes al Señor" (2 Corintios 5:8).

El creyente está sellado para el día de la glorificación final (Efesios 1:13-14). No importa lo que ocurra en este mundo, el cielo es nuestro hogar. Estamos espiritualmente seguros. "Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto" (Jeremías 17:7-8). Nos acercamos a Dios y confiamos en Su protección. Queremos que Él obre en nosotros, sabiendo que cumplirá Su buen propósito en nuestras vidas (Romanos 8:28-39).

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