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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre las pequeñeces?

Respuesta


Pequeñeces proviene de la palabra francesa petit, que significa "pequeño". Usamos la palabra pequeño como adjetivo para indicar asuntos de menor importancia, como un delito menor o detalles insignificantes. Sin embargo, las pequeñas cosas son una actitud que conduce a un mal comportamiento. Es una excesiva preocupación por asuntos triviales que da lugar a discusiones o comportamientos rencorosos. La palabra pequeñez no se originó como un término despectivo, pero ha evolucionado hasta asociarse con la mentalidad estrecha y con "hacer una montaña de un grano de arena". Por ejemplo: "Tuvimos una discusión insignificante sobre los colores de la pintura".

Todos nos hemos mostrado pequeñeces en algún momento, pero las personas que muestran continuamente esa actitud son demasiado sensibles, obstinadas u orgullosas. Por lo general, esta actitud surge de la necesidad aparente de tener razón en todo. Cuando alguien no está de acuerdo con nuestra opinión, tenemos varias opciones. Podemos dejarnos persuadir por una opinión diferente, aceptar que no estamos de acuerdo, o insistir en nuestro punto de vista, lo cual puede conducir a una actitud mezquina. Tito 3:9 nos advierte: "Pero evita controversias necias, genealogías, contiendas y discusiones acerca de la ley, porque son sin provecho y sin valor". En otras palabras, evita las discusiones insignificantes, especialmente sobre asuntos espirituales. En 2 Timoteo 2:14, Pablo instruye a Timoteo: "Recuérdales esto, encargándoles solemnemente en la presencia de Dios, que no discutan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha y lleva a los oyentes a la ruina".

Las pequeñeces son un factor de división. Crean muros y divisiones innecesarias dentro de la familia de Dios. En muchos pasajes de las Escrituras se instruye a los creyentes a dejar de lado las diferencias para trabajar juntos por el bien del evangelio (por ejemplo, 2 Timoteo 2:23; 1 Corintios 1:10; 11:18; Filipenses 1:27). Cuando permitimos que las pequeñeces nos separen de otros creyentes, le damos un lugar al enemigo (2 Corintios 2:10-11).

Algunos puntos clave de la doctrina merecen ser debatidos. Cuando alguien sostiene una posición que contradice las Escrituras, daña a otra persona o conduce por un camino peligroso, el amor nos motiva a cuestionarla (Romanos 12:9). Sin embargo, cuando espiritualizamos en exceso nuestras opiniones o convertimos cada tema en un punto clave de la doctrina, eso conduce a pequeñeces. Por ejemplo, la doctrina de la infalibilidad de las Escrituras es digna de defender, y debemos aferrarnos a ella, pero insistir en una traducción particular de la Biblia es una pequeñez. Una persona sabia aprende a diferenciar entre discusiones de pequeñez y debates que valen la pena (Proverbios 10:19; 11:12; 17:27). Si la mayoría de tus discusiones se deben a que eres orgulloso, obstinado o demasiado sensible, es posible que tengas un problema con la pequeñez. Reconocer nuestra inclinación a exigir que se haga nuestra voluntad es el primer paso para superar las cosas insignificantes (Santiago 1:19).

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