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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre el gobierno?

Respuesta


La Biblia habla con toda claridad sobre la relación entre el creyente y el gobierno. Debemos obedecer a las autoridades gubernamentales, y el gobierno debe tratarnos con justicia y equidad. Incluso cuando el gobierno no cumple con su función, nosotros debemos seguir cumpliendo con la nuestra. Por último, cuando el gobierno nos pide que hagamos algo que supone una desobediencia directa a la Palabra de Dios, debemos desobedecer al gobierno con plena confianza en el poder del Señor para protegernos.

Ya sea que la Biblia use los términos "amo", "gobernante", "gobierno" o cualquier otro nombre para referirse a una autoridad establecida, la instrucción es siempre la misma: obedecer. Debemos recordar que Dios creó a las autoridades que nos gobiernan, así como nos creó a nosotros. Como Pablo escribió a los romanos: "Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan. Porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. Por tanto, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, recibirán condenación sobre sí mismos" (Romanos 13:1-2). Pedro escribió: "Sométanse, por causa del Señor, a toda institución humana, ya sea al rey como autoridad, o a los gobernadores como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien" (1 Pedro 2:13-14). Tanto Pedro como Pablo también recuerdan repetidamente a los esclavos que deben ser obedientes a sus amos por las mismas razones (Efesios 6:5-8; Colosenses 3:22-25; 1 Timoteo 6:1-2; 1 Pedro 2:18-20; Tito 2:9-11).

Las instrucciones para los "señores" del gobierno son igual de claras y numerosas. Jesús dio ejemplo del comportamiento y la actitud que todo líder o autoridad debe adoptar. "Pero Jesús, llamándolos junto a Él, dijo: Ustedes saben que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos. No ha de ser así entre ustedes, sino que el que entre ustedes quiera llegar a ser grande, será su servidor, y el que entre ustedes quiera ser el primero, será su siervo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos" (Mateo 20:25-28). Un gobierno o autoridad existe para servir a los gobernados.

Sin embargo, muchas veces un gobierno se desvía de su propósito y se vuelve opresivo. Cuando eso sucede, debemos seguir viviendo en obediencia. "Siervos, estén sujetos a sus amos con todo respeto, no solo a los que son buenos y afables, sino también a los que son insoportables. Porque esto halla gracia, si por causa de la conciencia ante Dios, alguien sobrelleva penalidades sufriendo injustamente" (1 Pedro 2:18-19). Tanto Jesús como Pablo utilizaron los impuestos como ejemplo para ilustrar esto. El gobierno romano gravaba injustamente a los judíos y muchos de los recaudadores de impuestos eran ladrones. Cuando le preguntaron sobre este dilema, Jesús tomó una moneda y dijo: "¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Ellos le dijeron: De César. Entonces Él les dijo: Pues den a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios" (Mateo 22:20-21). Evidentemente, los creyentes de Roma seguían planteándose la misma pregunta, porque Pablo les instruyó al respecto. "Pues por esto también ustedes pagan impuestos, porque los gobernantes son servidores de Dios, dedicados precisamente a esto" (Romanos 13:6).

En el Antiguo Testamento, Daniel es un modelo que debemos seguir en lo que respecta a nuestra relación con el gobierno. A los babilonios se les dio autoridad sobre los judíos debido a la desobediencia de estos. Daniel se abrió camino hasta los más altos niveles de este gobierno pagano e incrédulo. Aunque los gobernantes respetaban al Dios de Daniel, sus vidas y acciones demuestran que no creían. Daniel sirvió al rey como un verdadero siervo cuando pidió que no se ejecutara a los sabios por no haber interpretado el sueño del rey. En cambio, pidió a Dios la clave para interpretar el sueño y salvó a aquellos, incluido él mismo, que habrían sido ejecutados. Mientras Daniel estaba en la corte real, sus tres amigos se negaron a postrarse ante el ídolo erigido por el rey Nabucodonosor y fueron condenados a muerte en el horno (Daniel 3:12-15). Su respuesta fue una fe segura. No se defendieron, sino que le dijeron al rey que su Dios los salvaría, y añadieron que, aunque no lo hiciera, ellos no adorarían ni servirían a los dioses de Nabucodonosor (Daniel 3:16-18).

Después de que los medos conquistaran Babilonia, Daniel siguió sirviendo fielmente y ascendiendo en el poder dentro del gobierno. Aquí, Daniel se enfrentó al mismo dilema cuando los gobernadores y sátrapas engañaron al rey para que firmara un decreto "... que cualquiera que en el término de treinta días haga petición a cualquier dios u hombre fuera de usted, oh rey, sea echado en el foso de los leones" (Daniel 6:7). Daniel respondió desobedeciendo la orden de forma directa y a la vista de todos. "Cuando Daniel supo que había sido firmado el documento, entró en su casa (en su aposento superior tenía ventanas abiertas en dirección a Jerusalén), y como solía hacerlo antes, continuó arrodillándose tres veces al día, orando y dando gracias delante de su Dios" (Daniel 6:10). Daniel era completamente leal a cualquier gobernante que se le impusiera, hasta que ese gobernante le ordenaba desobedecer a Dios. En ese momento, cuando había que elegir entre el mundo y Dios, Daniel eligió a Dios. Así deberíamos hacer todos.

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