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Pregunta

¿Qué dice la Biblia sobre el duelo?

Respuesta


El duelo es la experiencia dolorosa que sigue a la pérdida de un amigo o un ser querido. Normalmente, da lugar a un periodo de luto, y las culturas del mundo difieren en sus formas de afrontarlo y en las expectativas relacionadas con ese proceso. La Biblia relata muchos ejemplos de duelo y luto, el primero de ellos cuando Abraham lloró la muerte de su esposa Sara (Génesis 23:1).

Dios no establece en las Escrituras cómo deben llorar los afligidos. Sin embargo, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento muestran que Él se preocupa profundamente por nuestro dolor. Dios no condena a los afligidos por llorar a sus seres queridos. Jesús mismo conoció el duelo, y el versículo más corto de la Biblia revela el corazón compasivo de Dios cuando murió su amigo Lázaro: "Jesús lloró" (Juan 11:35).

Una de las pautas que encontramos en la Biblia es que el luto activo por la muerte de un ser querido solía limitarse a un periodo específico de tiempo (ver Génesis 38:12; 2 Samuel 11:27). Esto no significa que el dolor termine al concluir ese período, sino que el proceso de duelo cambia con el tiempo. Las Escrituras muestran a personas que lloraron con intensidad y expresaron profundamente su dolor (Génesis 21:16; 2 Samuel 3:32; 18:33). Es natural que el duelo genere emociones intensas, y es correcto expresarlas.

Las escenas bíblicas describen a menudo a personas desconsoladas, postradas o arrodilladas con el rostro en el suelo, llorando amargamente. En estos relatos, nadie las presiona para que se levanten y dejen de llorar. Cuando Abraham lloró a Sara, permaneció a su lado (Génesis 23:1–3). Solo después de un tiempo (no se nos dice cuánto) se levantó para ocuparse de su sepultura. Del mismo modo, cuando Job lamentaba la pérdida de todo lo que tenía, sus tres amigos vinieron y se sentaron con él en silencio durante siete días y siete noches "porque veían que su dolor era muy grande" (Job 2:11–13).

En la Biblia, el periodo de luto intenso tras una pérdida no se prolongaba indefinidamente. Siete días se menciona con frecuencia como el tiempo habitual para esa etapa (Génesis 50:10; Job 2:13; 1 Samuel 31:12–13). Shivá significa "siete" en hebreo y es la raíz de la tradición judía de "sentarse shivá", un velorio de siete días observado tras la muerte de un familiar.

Nuestra cultura actual puede dificultar tomarse tiempo para el duelo, pero las Escrituras muestran la sabiduría de permitirnos ese espacio. No debemos apresurarnos ni apresurar a otros en ese proceso.

Otra pauta que vemos en la Biblia—como lo hicieron los amigos de Job—es que permitir que otros participen en nuestro duelo es natural y necesario. El duelo se debe compartir con otros. Cuando Moisés murió, toda la nación lloró junta (Deuteronomio 34), y todo Egipto se unió al duelo cuando Jacob (Israel) murió (Génesis 50). Habrá momentos de dolor privado, pero también debemos compartir nuestro duelo como parte del proceso de sanación.

Otro modelo bíblico de duelo es la reanudación gradual de las actividades normales. Esto no significa que el dolor desaparezca, pero muestra que Dios quiere que sigamos adelante tras una pérdida. Abraham se ocupó del entierro de Sara (Génesis 23:1); José cumplió con los últimos deseos de su padre (Génesis 50:3–4); y David buscó la guía de Dios para saber cómo proceder después de la muerte de su amigo Jonatán (2 Samuel 1–2).

El intenso periodo de duelo debe ser respetado, acompañado y compartido, pero también debe tener un final. Mostramos amor a los que sufren cuidando nuestras palabras, acompañándolos con nuestra presencia y apoyando sus primeros pasos hacia adelante, por pequeños que sean. También debemos concedernos a nosotros mismos esas mismas gracias.

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