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Pregunta

¿Cuál es la solución bíblica para la desolación sexual?

Respuesta


El daño sexual se puede definir como cualquier actividad o experiencia sexual que no honra a Dios. El tema de los abusos sexuales empezó a dominar el debate público después de que algunos famosos revelaran los abusos que habían sufrido en silencio. El movimiento #MeToo ganó popularidad cuando las víctimas de abuso sexual pudieron hacer oír su voz. Vivimos en una cultura sexualmente dañada que está recogiendo la cosecha de la revolución sexual.

El daño sexual no es nada nuevo. El Antiguo Testamento contiene ejemplos de violencia sexual, violación, adulterio y cualquier otro tipo de pecado sexual (Ezequiel 33:26; 2 Samuel 13:1-20; Oseas 4:1-2). La Biblia también ofrece la promesa de sanidad para aquellos que experimentan el daño sexual.

El daño sexual se debe a que la humanidad rechaza la autoridad de Dios. Cuando una cultura elimina a Dios como su autoridad final y lo sustituye por una ética situacional y libertades personales, se produce el caos. La expresión sexual muchas veces es el primer blanco cuando Satanás ataca a una persona o a una nación. Aquellos que rechazan los valores bíblicos y exigen el derecho de hacer con sus cuerpos lo que dicte la lujuria cosechan una gran cantidad de problemas sociales: SIDA, niños sin padre, violación, homosexualidad, perversiones, pedofilia, nacimientos de madres solteras, aborto, abuso de menores, y más.

El daño sexual se puede afrontar desde dos puntos de vista: el nacional y el personal. El Salmo 33:12 (NBLA) dice: "Bienaventurada la nación cuyo Dios es el Señor". El daño sexual de una nación puede revertirse si el pueblo de esa nación regresa a Dios (Zacarías 1:3). Cuando se restablecen las leyes de Dios, se imponen castigos por los delitos sexuales y los líderes dan ejemplo de integridad y moralidad, una nación recupera su cordura colectiva. El daño sexual se empieza a sanar a medida que el respeto, el honor y la pureza se convierten en normas sociales. Los niños que nacen en un mundo así pueden crecer íntegros y felices sin las cicatrices que arrastran sus padres y abuelos.

Las personas que se dan cuenta que sus vidas están dañadas sexualmente también pueden buscar sanidad en el Señor. El Salmo 23:3 dice del Señor, nuestro Pastor: "Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre". Dios es el Restaurador de las personas quebrantadas. Restaurar significa hacer como nuevo, y hay varias maneras en que Dios hace nuevas a las personas dañadas sexualmente:

1. Él renueva nuestras mentes a través de Su Palabra (Romanos 12:1–2). Reemplaza viejos patrones de pensamiento con Su verdad. Las mentiras que una vez nos mantuvieron en cautiverio ahora son reconocidas como mentiras y rechazadas (2 Corintios 10:5). El pensamiento destructivo que llevó a la depresión, la adicción o la promiscuidad se puede reemplazar por pensamientos piadosos y autoestima a medida que la verdad bíblica echa raíces y crece.

2. Él sana nuestras actitudes sobre nuestros cuerpos. Un cuerpo que antes traía vergüenza se convierte en el templo del Espíritu Santo cuando rendimos nuestras vidas a Él (1 Corintios 6:19–20). Aprendemos a valorar nuestros cuerpos y nos damos cuenta de que fuimos creados para el propósito y el placer de Dios (Colosenses 1:16), no como un juguete para alguien más.

3. Él restaura las relaciones. Mientras que en nuestro daño sexual podemos haber contaminado muchas relaciones, ahora aprendemos a tratar a otros con toda pureza (1 Timoteo 5:1–2). Enmendamos cualquier parte que hayamos tenido en provocar o mantener el daño, pidiendo perdón cuando sea apropiado y perdonando a todos los que pecaron contra nosotros (Mateo 18:21-35).

4. Una vez restaurados, establecemos límites saludables para nuestra propia sexualidad. Reconocemos que el sexo es un buen regalo de un Creador amoroso y que, cuando se usa mal, solo hiere nuestras almas. Obedecemos el mandato de "huir de la fornicación" (1 Corintios 6:18). Nos comprometemos nuevamente con la pureza en cuerpo y alma y establecemos límites sabios para no hacer provisión "para los deseos de la carne" (Romanos 13:14).

Parte de la sanidad del daño sexual es permitir que la Palabra de Dios, no nuestra cultura, defina la inmoralidad sexual. Si vamos a ser seguidores de Cristo, solo buscamos dirección en Él (Hebreos 12:2). No importa lo que piense la cultura, lo que hagan las celebridades o lo que aprueben nuestros vecinos. Solo importa lo que Dios dice y es Su aprobación la que buscamos si queremos permanecer sexualmente sanos.

Todos debemos aceptar el hecho de que estamos rotos de muchas formas. Este mundo nos rompe. El mal nos rompe. El desamor, el dolor, la traición y el abuso pueden rompernos. Las cicatrices perduran mucho después de que ha ocurrido la sanidad y los restos de nuestro antiguo yo pueden seguir luchando por la atención. Aquellos que sienten atracción por el mismo sexo pueden siempre luchar contra ese deseo. Las víctimas de violación pueden siempre estremecerse cuando se les toca de cierta manera. Los sobrevivientes de abuso infantil y las víctimas de tráfico sexual y otros delitos sexuales pueden llevar las cicatrices y los juicios sociales por el resto de sus vidas en esta tierra. Sin embargo, la sanidad interior puede producirse de todos modos. Aprender a encontrar la plena satisfacción en una relación vital con Jesús proporciona la fortaleza para superar el daño sexual.

Somos "más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Romanos 8:37). Hablando del templo recién reconstruido, Dios dice: "La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera”, dice el Señor de los ejércitos, "y en este lugar daré paz", declara el Señor de los ejércitos" (Hageo 2:9 - NBLA). Cuando nuestros cuerpos se dedican al Señor como Su templo, podemos reclamar esta promesa para nosotros mismos. Podemos vencer el daño sexual cuando el Señor de los ejércitos celestiales está de nuestro lado (Isaías 41:10; Jeremías 1:19).

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