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Pregunta

¿Qué significa "rasguen su corazón" (Joel 2:13)?

Respuesta


El profeta Joel actuaba como un centinela espiritual sobre Judá. En Joel 2:12–19, exhortaba a la nación a volverse al Señor con un arrepentimiento genuino, como el único camino para evitar la devastadora destrucción del venidero "día del Señor" (Joel 1:15). La llamada del profeta comenzó así: ""Aun ahora", declara el Señor, vuelvan a Mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamento. "Rasguen su corazón y no sus vestidos". Vuelvan ahora al Señor su Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia, y se arrepiente de infligir el mal" (Joel 2:12–13, NBLA).

La palabra "rasgar" en el hebreo original significa "partir, desgarrar en pedazos, romper, separar abrupta o violentamente". Rasgarse la ropa era una costumbre antigua que indicaba intenso dolor, arrepentimiento o celo santo.

Cuando el rey David recibió la devastadora, aunque exagerada, noticia de que Absalón había matado a todos sus hijos restantes, se levantó, rasgó sus vestiduras y se echó en el suelo (2 Samuel 13:31; véase también 2 Samuel 1:11). En el Antiguo Testamento se registra que Rubén, Jacob, Josué, Caleb, Jefté, Tamar, Acab, Ezequías y otros rasgaron sus vestiduras como señal de duelo y penitencia (Génesis 37:29, 34; Josué 7:6; Números 14:6; Jueces 11:35; 2 Samuel 13:19; 1 Reyes 21:27; Isaías 37:1).

En el Nuevo Testamento, el sumo sacerdote rasgó su ropa al acusar a Jesús de blasfemia (Mateo 26:65). Pablo y Bernabé rasgaron sus vestidos con angustia cuando se dieron cuenta de que la gente de Listra quería honrarlos como dioses (Hechos 14:14–15).

Más que rasgar ropa, Dios quiere corazones rasgados. "Rasgar el corazón" en arrepentimiento significa reconocer nuestra quebrantadura y necesidad del perdón y restauración de Dios. Al rasgar nuestro corazón, descubrimos que "cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu" (Salmo 34:18, NBLA). Cuando nos hemos apartado de Dios, el sacrificio que Él desea es "un espíritu quebrantado", porque "al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás" (Salmo 51:17, NBLA). Abrimos camino a la sanidad, integridad y una relación restaurada con Dios cuando rasgamos el corazón delante de Él (Salmo 147:3; Isaías 61:1).

En la época de Joel, la nación de Judá se había vuelto culpable de mostrar falsos signos de arrepentimiento. La gente realizaba rituales de rasgarse la ropa sin experimentar un verdadero quebranto de corazón por su pecado, que llevara a un cambio real de conducta y devoción genuina a Dios. Solo un rasgamiento completo del corazón podía volver a la nación a recibir el amor compasivo, clemente, misericordioso y firme del Señor.

En lugar de decir "rasguen su corazón", el profeta Jeremías aplicó la analogía del corte de la circuncisión para llamar al arrepentimiento: "Circuncídense para el Señor, y quiten los prepucios de sus corazones, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén, no sea que Mi furor salga como fuego y arda y no haya quien lo apague, a causa de la maldad de sus obras" (Jeremías 4:4, NBLA).

La expresión "rasguen su corazón" expresa un quebrantamiento espiritual interno, que es mucho más importante que un acto vacío e hipócrita de rasgarse la ropa. Los rituales de arrepentimiento no significan nada si el corazón no cambia. Las manifestaciones externas no bastan. Por eso Jesús enseñó en las Bienaventuranzas: "Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos" (Mateo 5:3, NBLA). Ser pobre en espíritu significa reconocer el estado espiritual quebrantado. Rasgamos el corazón cuando admitimos que estamos completamente arruinados y en pobreza espiritual delante de Dios. Sin Su perdón, limpieza y restauración, estamos perdidos.

Rasgar nuestro corazón en arrepentimiento significa rendición total a Dios: "Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor" (Lamentaciones 2:19, NBLA). "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" clamó David tras reconocer su pecado ante el Señor (Salmo 51:10, NBLA). "¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito", confesó Isaías al ver al Señor exaltado en Su trono (Isaías 6:5, NBLA).

Cuando rasgamos nuestro corazón ante el Señor, Dios promete perdonar, limpiar y restaurar: "Porque los tomaré de las naciones, los recogeré de todas las tierras... Entonces los rociaré con agua limpia y quedarán limpios; de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos los limpiaré. Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas. Habitarán en la tierra que di a sus padres; y ustedes serán Mi pueblo y Yo seré su Dios. Los libraré de todas sus inmundicias" (Ezequiel 36:24–29, NBLA).

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